Yo no sé nada de deportes ni me interesa mucho el deporte. Pero como mi nieta se está alojando temporalmente en mi casa, me veo obligada a ver deportes en una pantalla gigante que se ha puesto en el living. En Chile se le ha dicho siempre “living” a lo que en la mayoría de los países de habla hispana se llama “sala”. Entonces, les ruego a los no chilenos que no se burlen del “living” que nunca he sabido cómo llegó a nuestro país.
Y cuando voy al living y veo que están trasmitiendo un deporte, tengo que preguntar qué es y luego quién ganó, porque no me entero de nada, pues estoy bastante cegatona.
Sin embargo, les diré que una vez tuve una emoción deportiva muy grande. Estaba yo en Cuba, trabajando en el Ministerio del Trabajo. Sólo había una televisión en la oficina del ministro y como corría un cubano, todos nos fuimos a apiñar a esa oficina. No era la de 100 metros planos sino la de 200, creo. Corría Alberto Juantorena y lo vimos ganar. Todos gritábamos, nos abrazábamos, fue una alegría colectiva inefable, no la voy a olvidar jamás.
Ahora veo que un norteamericano ha ganado la carrera de 100 meros, por cinco milésimas de segundo.
Cinco milésimas de segundo, ¿Qué es eso? Yo los vi empatar. Pero después salió el resultado electrónico y dijo lo de los cinco milésimos de segundo.
Es un tiempo que ni usted ni yo podemos medir ¿Un parpadeo humano? Como el tango de Gardel: ”Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos …” No, señores, un parpadeo humano dura 300 milisegundos, según he averiguado, o sea casi un tercio de un segundo. ¿Y qué es lo que dura cinco milésimos de segundo? Pues nada, absolutamente nada observable por los seres humanos.
El noticiero norteamericano de la NBC explica que los colibríes son conocidos por sus rápidos aleteos, pero que Lyles ganó por menos del aleteo de un colibrí.
Pues ahora esos cinco milésimos de segundos hacen la diferencia entre una medalla de oro y una de plata.
A los deportistas eso le importa mucho. El que ganó el oro es un norteamericano que se llama Noah Lyles, un negro, por cierto. Los yanquis odian a los negros, los discriminan, los atacan y a menudo los matan porque los ven corriendo o porque sí. Un negro va manejando un auto y la policía le pide los documentos. El hombre estira la mano para tomar su cartera y le meten un tiro. Después dicen que creyeron que iba a sacar un arma y no pasa nada.
Pero en deporte sí ponen negros porque les conviene, pues las gentes de color son tremendos deportistas. Todos los países europeos lo hacen, fíjense en las Olimpiadas.
El de la plata es un jamaiquino que se llama Kishane Thompson, negro también, pero eso es lo normal pues la mayoría de los jamaiquinos son negros.
Pero yo creo que este resultado es injusto: deberían decir que empataron ¿Por qué no?
Las Olimpiadas nacieron en Grecia, cuando no existían los sistemas electrónicos. Muchas de sus tradiciones se han conservado. Y, ¿por qué no conservar la del ojo humano? Un ojo que no ve los cinco milésimos de segundo, como no los vimos ninguno de los que estábamos mirando la carrera. Ambos corredores habrían empatado. En realidad, empataron.
Por Margarita Labarca Goddard
Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.