Es inapropiado dar al lucro un alcance valórico: malo o bueno. El lucro es como la temperatura, la presión o la velocidad, es una variable real, que se puede medir. Por supuesto, las personas y la sociedad pueden juzgar sus valores desde un punto de vista: político, religioso, práctico, emotivo o de política económica, pero eso no elimina el lucro en la mayoría de esas actividades.
El lucro es: la diferencia entre los costos y los ingresos; dos factores: por un lado los ingresos y por el otro el costo para producirlos, si la diferencia es positiva, eso es lucro. Así de simple. Para que no exista lucro la división: ingresos/costos debiera ser igual a 1.
Muchas empresas tienen lucro y, en un mercado competitivo, trabajan para alcanzarlo. Las empresas no tienen sentimientos y el lucro es el resultado de un período y se muestra y mide en los balances. Son las personas las que subjetivamente juzgan el lucro de las empresas y organizaciones como bueno, malo o inocuo.
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El lucro como indicador -ingresos menos costos para producir un bien o servicio- está de cuerpo entero en la propuesta reforma electoral, cuando se señala que se mantendrán los costos a pesar del aumento de los parlamentarios. Si se cumpliera este objetivo, se produciría una disminución de los ingresos individuales, o sea, la disminución de un factor del lucro: los ingresos. ¿Estarán conscientes que este cambio significa que la productividad personal aumenta cerca del inverso en el que disminuyen sus ingresos?
¿Y qué pasa con el otro factor: los costos, es decir, con los costos en que se debe incurrir, por parte de cada una de esas personas, para producir su servicio en igual calidad y cantidad? Si se conociera el costo real en que deben incurrir esas personas para producir el importante servicio público que prestan a la comunidad recién se podría decir si es que obtienen o no lucro.
En la administración se trabaja con costos históricos, predeterminados y, muchas veces, con costos estándares necesarios para producir un producto o un servicio. Por lo tanto, el gran avance para saber si se lucra por parte de estas personas sería considerar si habrá diferencia entre los nuevos ingresos individuales y los costos estándares para producir sus importantes servicios públicos a la comunidad de: representar, legislar y fiscalizar actos de gobierno. En ese caso se dispondría de la información necesaria para eliminar el lucro de estas posiciones.
Hay preguntas con respecto al lucro y su compleja medición ¿Sería posible, de seguir el camino propuesto, eliminar el lucro en muchas más actividades -empresariales y no empresariales sin fines de lucro- y en muchos cargos personales? ¿Sería legítimo que una persona gastara, para producir la función, costos superiores a los estándares? ¿Sería ético que esa persona obtuviera ingresos de otras fuentes y las dirigiera a la función pública?¿Es correcto que se destinen los diferenciales excedentes entre costos e ingresos a otros fines: donaciones, caridad, inversiones, etc.? Es posible hacerse muchas más preguntas, que están por venir y mas.
Los cambios y reformas son oportunidades para un trabajo profesional de alta complejidad y exigencia ética como es medir, estudiar, auditar y «certificar» que no lucran las organizaciones, instituciones y personas que lo tienen prohibido por la ley. Si alguien tiene duda: «Confieso Señor, he lucrado”.
Por Omar Villanueva Olmedo