Falacia Pinochetista de MEO

Cuando algunos empiezan a afirmar —entre ellos Ricardo Lagos— que no hay que votar por la derecha en segunda vuelta, lo que equivale a decir que habría que hacerlo por el neo concertacionista Enríquez Ominami, éste se declara “pinochetista” en el contexto de una entrevista en La Tercera


Autor: Director


Cuando algunos empiezan a afirmar —entre ellos Ricardo Lagos— que no hay que votar por la derecha en segunda vuelta, lo que equivale a decir que habría que hacerlo por el neo concertacionista Enríquez Ominami, éste se declara “pinochetista” en el contexto de una entrevista en La Tercera.

De los 5 candidatos, 2 (Frei y Piñera) fueron allegados o simpatizantes pinochetistas en su debido momento. Ahora les sigue otro. Ni Piñera ni Frei lo han dicho en el presente, que son “pinochetistas”. Enriquez Ominami, acaba de afirmarlo sin ambages.

Con tal declaración, que reivindica con palabras al Dictador y peor criminal de la historia de Chile, Enríquez-Ominami rompe con un tabú y, no sólo transgrede la cultura de izquierda, sino que además la democrática, al legitimar puntualmente la figura de Pinochet con el fin de sostener una posición que podría haber argumentado razonablemente, sin invocar, con un dejo de respeto, la supuesta “lucidez” y “audacia” del dictador.

No olvidemos que Ottone y Riveros en su libro, Después de la Quimera, salieron a defender el modelo neoliberal y el opus dictatorial como un aporte que permitió el crecimiento económico del país (1).

Enríquez-Ominami va más allá. Dio un paso al frente con una voltereta que lo ubica en el revisionismo histórico al reivindicar la figura de Pinochet y borrar las fronteras netas entre una tradición democrática y una autoritaria.

El trabajo histórico que consiste en reconstruir los contextos y la memoria para que no se repita algo parecido; para que nunca más se instale un régimen que acalle la libre deliberación en el campo de las políticas públicas y la libre expresión de la voluntad popular, parece no ser una preocupación de Enríquez-Ominami. El candidato está más interesado en desarrollar una táctica persuasiva para ganar votos que, en términos pragmáticos, consiste en otorgarle credibilidad a una parcela del pinochetismo.

Con la demagogia, la ética en política acusa el golpe. El relativismo ético y político avala el relato de los dominantes. En nombre de un pragmatismo político mal comprendido se puede mentir por omisión para agradar a un electorado nostálgico del pinochetismo. El mismo Enríquez-Ominami pretende “mirar al futuro”, pero permanece atado en su insconciente a una simbología de la “lucidez”, la “audacia” y la autoridad de un estadista del pasado, que fue un enemigo de todo lo que olía a demócrata y a revolucionario. Pinochetismo puro, postmoderno, light, simplón, del tipo de los de la UDI y del ala dura de RN.

Estamos frente a una falacia (2), ya que por definición una dictadura aplasta la razón política e impide que ella se exprese a través de canales democráticos. La falacia, utilizada por Enríaquez-Ominami, es un razonamiento trunco, engañador, utilizado en la comunicación política, cuyo argumento formal apela a la autoridad, a la emoción o a los prejuicios, y que puede y debe ser condenado éticamente. En este caso, estamos frente una falacia de tipo ad populum, es decir, de un llamado a la popularidad y a la ignorancia (3).

Como Pinochet es popular en una franja importante del electorado de derecha, que el candidato busca captar, se lo usa en una entrevista con un medio favorable al pinochetismo, en vez de argumentar racionalmente acerca de lo justo que es dar una salida al mar a Bolivia.

Citemos la frase completa de la entrevista que La Tercera le concede a Enríquez-Ominami en versión impresa e Internet: “Pinochet ha sido el que más ha avanzado en eso (se refiere a la demanda marítima boliviana) al ofrecerle a Bolivia un enclave sin soberanía. Me duele decirlo, pero en esto él ha sido el más lúcido y audaz, por eso me declaro pinochetista frente a la demanda boliviana. Estoy de acuerdo con entregar un enclave sin soberanía”.

Aquí estamos en plena utilización de la falacia (4) ya que el razonamiento está construido sobre una premisa de una falsedad absoluta. Enríquez-Ominami omite decir que por definición en una dictadura son sólo los dictados y pareceres del tirano los que se publican y quedan escritos como siendo la posición del Estado. Mal podían sus opositores expresarse y los que daban prueba de lucidez eran reprimidos y censurados por los medios dominantes (los mismos de hoy). Y a los audaces se los eliminaba físicamente.

Un somero análisis del pensamiento de las corrientes políticas de la época demostraría que la demanda boliviana de acceso al mar era y ha sido siempre defendida por militantes populares, intelectuales, dirigentes de izquierda y por diplomáticos demócratas.

¿Lo ignoraba el candidato?

¿Ignora que en 1975 Pinochet no le hizo una propuesta a la democracia boliviana, sino a Hugo Banzer, un dictador como él, en el contexto de las relaciones entre dictaduras del Cono Sur y del Plan Cóndor?

Que se trataba de alianzas coyunturales y oportunistas de dictaduras cuyo objetivo era destruir las resistencias populares y democráticas. Juego de dictadores corruptos y violentos, por lo mismo demagogos.

El que le “duela” decirlo a Enríquez-Ominami no aminora el impacto de su aseveración de que “él (Pinochet) ha sido el más lúcido en esto” puesto que bien lo sabe Enríque-Ominami, en una dictadura no pueden expresarse las opiniones de dirigentes de partidos políticos opositores que en ese momento estaban en la clandestinidad y corrían riesgo de muerte.

¿Puede la izquierda votar por políticos que están dispuestos a reivindicar la figura de estadista de un dictador para fundamentar sus posiciones en política exterior y relaciones limítrofes (para cuya defensa existe una serie de argumentos democráticos de peso y calidad) con el objetivo de atraer la votación de la derecha? Muy difícil, porque dimensionar el pasado con sabiduría y prudencia sirve para comprender el presente y proyectarse al futuro.

Por Leopoldo Lavín Mujica

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(1) Éstos aceptan en sus análisis al golpe militar como un mal necesario para la sociedad y bueno para el crecimiento económico. Por supuesto que no se explayan sobre el que haya sido “manu militari”. Y el que no más de media docena de grupos económicos chilenos hayan concentrado y privatizado la riqueza colectiva gracias a la explotación capitalista feroz del trabajo asalariado chileno. Y que la brecha de la desigualdad se haya instalado para quedarse con la administración concertacionista.

(2) Sobre el tema ver: Anne-Marie Gingras, Les fallacies dans le discours politique, in La Communication politique, CNRS Éditions, Paris, 2008, 161, páginas.

(3) Con el advenimiento de la Democracia en Grecia en V antes de J.C., aparece un tipo de institutores, los sofistas, que enseñan la retórica y los sofismas, es decir, un tipo de discurso plagado de falacias. Pero el objetivo de muchos sofistas no era enseñar la manipulación sino el arte de bien argumentar. Las falacias en los sofismas eran enseñados para demostrar lo que perjudica a la democracia y al buen uso de la argumentación. Si todos los ciudadanos conocen el arte de la retórica, podrán desconfiar de aquellos políticos que usa los sofismas como táctica para persuadir y manipular, puesto que para convencer hay que utilizar argumentos dirigidos a la razón y no a la ignorancia.

(4) Tal tipo de ejercicios de demagogia han sido parte del estilo de Nicolas Sarkozy. Aún así, éste, que ha buscado borrar las fronteras entre izquierda y derecha haciendo prueba de un populismo étnico, utilizó la simbología de izquierda para atraer votos (declaraciones del líder socialista histórico Jean Jaurès y la carta de un joven resistente comunista, Guy Môquet, asesinado por los nazis) pero no se le ocurrió apelar al Mariscal Pétain ni al régimen colaboracionista de Vichy, aliado de Hitler. A Barak Obama no se le hubiera ocurrido haber ido a buscar una propuesta de un “lúcido” dirigente del Ku Klux Klan para atraer electores republicanos de extrema derecha.

http://www.leopoldolavin.com


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