Cosas que pasan: Cuentos de amor y política, de Michel Bonnefoy

Desde un estrecho cubículo en el noveno piso del Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información, en el centro de Caracas, Michel Bonnefoy (Santiago, 1956) trabaja todos los días narrando el proceso revolucionario bolivariano. Allí redacta ensayos, folletos, adaptaciones históricas para niñas y niños, síntesis informativas, proyectos e informes sobre la revolución que ha sacudido a América Latina y el mundo en los últimos 15 años, y que sigue en el centro de los antagonismos.

Cosas que pasan: Cuentos de amor y política, de Michel Bonnefoy

Autor: Leonel Retamal


Michel-Bonnefoy
Cuando no está en eso, escribe ficción: novelas y cuentos. Un oficio que adoptó siendo un exiliado casi adolescente en París, tras un breve período de conspiraciones, arrestos y torturas a inicios de la dictadura. Todo en el contexto del MIR. De eso nació su primera novela, «Relato en el Frente Chileno», de 1976, al que siguieron siete más, entre ellos la obra que lo trajo brevemente a Chile, y que publica la editorial Ceibo.

Los ocho libros de Bonnefoy siguen, y acarrean, el periplo de su vida: Chile, Estados Unidos, México, Francia, Portugal y Venezuela.

Esas «cosas que pasan», dice Bonnefoy, tienen que ver con la política y el amor. Porque en el agitado mundo del MIR en el exilio de los años 70 y 80, sobre la base de esos dos factores se tomaron decisiones que determinaron muchas vidas, para siempre.

A algunos, esas cosas que pasaron los llevaron a la tragedia o el heroísmo. Como los guerrilleros de Neltume, por ejemplo. Otros terminaron apoltronados, adaptados al sistema que combatirían hasta la inmolación. En el caso de Bonnefoy, lo condujeron al trópico y al sorpresivo fenómeno del chavismo, que le permite, según él, «el inmenso privilegio de participar a mis 50 años de un proceso de cambios profundos, cambios revolucionarios».

Pero Venezuela está en sólo dos de los cuentos de Bonnefoy: «La mayoría están relacionados con Chile, con el primer tiempo de la dictadura y el exilio en París. Son cuentos de juventud, de gente entre 20 y 30 años de edad».

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«La mayoría son autobiográficos o de gente muy cercana, pero son basados en cosas que sí sucedieron. Ficcionadas, desde luego».

«Cuando el amor se combina con la militancia, el compromiso, es cuando pasan cosas. Si el compromiso es verdadero, como en mi caso lo fue, lo es, siempre ha sido, no se acomoda a las situaciones. Está basado en grandes valores, ideas, principios. Y cuando el amor también es verdadero, tampoco se transa. Ahí se complica la situación».

Pero, aclara el autor, no hay detrás de «Las cosas que pasan» intento alguno de extraer lecciones políticas, ni de orientar a nadie, ni de explicar, sino apenas ejercitar el arte de contar historias, entremezclar pasiones y anécdotas, razones e instintos, siempre dentro, eso sí, de aquellos dos compromisos: el de la lucha y el del amor.

Invitacio_nCosasQuePasan-2«Ahí es cuando pasan cosas. Cuando la política y el amor no son compromisos verdaderos, no pasan cosas, no pasa nada», agrega. Tipo Silvo Rodríguez, agrego yo: los amores cobardes no llegan a amores. Se quedan así.

Y si Michel Bonnefoy aterrizó en Venezuela por el amor de una maracucha (los nativos de Maracaibo), y con ella dos hijos, y se le enredan en la historia sus días parisinos y las escaleras de Lisboa, siempre regresa a Chile, donde hay quienes lo conocen con el envidiable apodo de «Pantera».

Es fácil, dice, ser bolivariano. Porque con todos los defectos habidos y por haber, en Venezuela se está haciendo precisamente lo que hay que hacer, con el pueblo. Más difícil, sin duda, era ser mirista en los 80, cuando la mística -y el mito- revolucionarios exigían un compromiso más allá del instinto. Y más difícil aun le resulta entender por qué entre quienes con tanta pasión lo arriesgaron todo, hay personas ajenas a la efervescencia que se levanta en Chile desde la revuelta estudiantil de 2011.

«No entiendo muy bien por qué no estan en una posición más rebelde, insurrecta,  porque hay que destruir este modelo. Habrá quien me encuentre inmaduro. Quizá las circunstancias me permitieron seguir participando en la política de esa manera, considerando que el sistema capitalista no es el sistema en el cual vamos a construir ese mundo nuevo».

Ya en Chile hay quienes sienten nostalgia de Piñera, porque cuando él estaba éramos todos estudiantes rebeldes. Facilísimo entonces imaginarse la nostalgia de Bonnefoy, cuando la vida parecía como la vivieron el Ché y Chávez: vencer o morir. Posiblemente no haga falta una dicotomía tan radical, pero cuando se vive el compromiso, hay un cuento que contar. Un cuento de las cosas que pasan.


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