Por Leopoldo Lavín Mujica
El tipo delinque, se va de lengua; y lo hace sin complejos de abogado. Aboga por el paso al acto ilegal. Desparrama y produce porquería. Salpica a connotados miembros de la casta política y judicial. Se remece la jaula, pero aun así … no se oye padre… El abogado Luis Hermosilla cuenta con la amistad de Andrés Chadwick, es sabido. “El consigliere de la estructura criminal” Hermosilla, según lo caracteriza un diario digital capitalino (1), con la ayuda de un actual ministro de la Suprema, le consiguió un experto abogado de origen alemán para su defensa, cuando el ex ministro de Piñera fue acusado constitucionalmente.
El ministro de la Suprema en cuestión, Jean Pierre Matus, está en actividad, aunque se consiguió licencia médica justo ahora que Hermosilla está bajo los proyectores. El supremo negó haber tenido contacto por chat con Hermosilla. Pero mintió porque las pruebas están. Estos personajes de la farándula judicial ni se arrugan cuando mienten y siguen campantes en sus cargos traficando influencias y ganando millones. Las comisiones de éticas ni los tocan. Total, la ética sirve de protector para cualquier causa indigna. En una República –es lo menos– deben dejar el cargo. O expulsados o renunciados.
Hace poco un peronista mediático citaba a Juan Domingo Perón en el contexto de los escándalos del expresidente argentino Alberto Fernández: “Los pescados al igual que las instituciones se pudren por la cabeza”. No hay gobierno posdictadura pinochetista que no haya sido sacudido por un escándalo de corrupción. Hermosilla, un individuo sediento de dinero a toda costa, es una expresión de esta corrupción sistémica e institucional al estado puro. El abogado de la elite se permite la apología del terrorismo y promueve el paso al acto, pero nadie se inmuta. El Colegio de Abogados brilla por su silencio y así reconoce el carácter ambiguo de la profesión: el Derecho al servicio del crimen. Un oxímoron. Una máxima que resume la norma mafiosa. Lo mismo las facultades de Derecho; mutis por el foro.
El “consigliere”, según El Mostrador asesoraba a los Jalaff y era miméticamente parte de ellos se escribe hoy en los diarios. De la otra familia, los Sauer, recibía cuantiosos fondos. Negociaba con los Gonzalo Vial Concha, y movía platas con el mismo Chadwick. Con sentimientos y consejos estratégicos ayudaba a ambos clanes y personajes políticos. Hasta el punto de incitar con frases performativas a la quema de oficinas.
Por suerte y para recordar lo sofisticado del personaje, el fiscal Sepúlveda leyó en pleno juicio las imprecaciones de Hermosilla: “Compadre (un funcionario de SII), yo quiero que me dis lo máximo que me puedas dar. Ahora quiero que me diga lo máximo: cuatro ucranianas, tres polacas, dos argentinas y todas en pelota. Y todas haciendo no sé qué. La raja. Pero, además, me ponís un yate, me ponís langosta”.
Hermosilla se permite decirle a Daniel Sauer que exige el paso al acto terrorista de los funcionarios a los que soborna: “Yo quiero apretarlo (exigir que el funcionario sea un soldado de la mafia – el comentario es nuestro). Lo quiero exigir en la eficiencia de más. Quiero que, hueón, si me puede bloquear los computadores, si me puede quemar una oficina de Impuestos Internos… Quiero lo más. Lo quiero tentar, lo quiero, huevón, puta… ¿Me cachai o no? Porque la huevá es suficientemente grande para que nuestro riesgo, para que quede la cagada más allá de los problemas que tenemos”.
Cuando las instituciones se pudren y asoman sin complejos personajes destructivos de la vida y la moralidad pública, vuelve al imaginario social la posibilidad de practicar una sana reacción popular. Eso que llaman Octubrismo, y que no es otra cosa que el paso al acto colectivo de la dignidad y la decencia de los ciudadanos comunes.
Por Leopoldo Lavín Mujica
- https://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2024/08/22/el-minuto-a-minuto-de-la-formalizacion-hermosilla-el-consigliere-de-la-estructura-criminal/ ↩︎
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