La vida no vale nada

El presidente Andrés Manuel López Obrador sabía que la vida no valía nada si no se transformaba la realidad de millones de mexicanos en desgracia...

La vida no vale nada

Autor: Eduardo Gandur

Bajo la explotación asalariada del capitalismo, la vida adulta deja muy poco tiempo libre. Por eso la decisión de en qué invertir nuestro tiempo es muy importante, primero porque es limitado y su fin es indeterminable, y luego porque esa decisión impedirá que hagamos otras cosas. Por eso elegir familia, cambiar de código postal y dedicar constancia y disciplina a un trabajo, actividad o relaciones es importante: constituye un acto privativo de los demás, donde el tiempo que le dedicamos a una cosa es proporcional al tiempo que no le podemos dedicar a otra.

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En la muerte siempre confluyen los sentimientos de nostalgia por la pérdida y se vuelve inevitable la reflexión sobre nuestra propia existencia y la culpa por no aprovechar nuestro tiempo aquí. Desde hace tiempo tengo la mala costumbre de voltear a ver el reloj de arena constantemente, haciéndome preguntas que no puedo responder; a veces recreando escenarios y conversaciones en donde, a destiempo, imagino respuestas y acciones que me agradan más que las que sí realicé.

A Pancho Villa no le alcanzó la vida para ver los frutos de la revolución, y a Eduardo del Río -Rius- no le alcanzó la vida para ver derrotado al PRIAN. A la primera diputada de México, Elvia Carrillo, no le alcanzó la vida para ver el derecho femenino al sufragio; y a doña Rosario Ibarra no le alcanzó la vida para ver a la primera mujer Presidenta de México. Ellas y ellos son ejemplo de que, quien siembra árboles, lo hace sabiendo que no los verá crecer, pero que estarán ahí para otros. Es el principio de la unidireccionalidad del amor del que habla Erich Fromm en -El arte de amar-.

Personalmente, no creo que la vida tenga un significado, sino el que cada quien le quiera dar. Se puede usar el tiempo en la búsqueda del dinero y el poder, en el odio y el rencor, en la superficialidad de las apariencias y en la frivolidad de las tendencias, en la amargura de lo irrelevante y en andar por la vida poniendo cara de culo hasta en la más feliz de las ocasiones; y también se puede invertir en reír y convivir, en ayudar y disfrutar lo cotidiano, en encantarse con la vida y atacar con sonrisas a la menor provocación, en amar y en transformar el mundo de los más necesitados. La vida alcanza, muchas veces y si uno quiere, para dar todo de sí durante una temporada, y para nunca dejar de dar, hasta el último día.. Vale la vida entregar nuestro tiempo, conocimientos y recursos a la lucha por un mundo más justo que el que tenemos.

A mis 36 años, con evidentes signos de adultez, tengo la sensación de no haber disfrutado mis años de juventud, aunque sí de haberlos invertido bien, en una causa justa. Si veo el camino recorrido hacia esta Cuarta Transformación, me doy cuenta que, como mucha banda entregada, dejé muchas cosas por ella: sobre todo el tiempo con mi familia.

Y sé bien que valió la pena todo el esfuerzo colectivo realizado (https://elsoberano.mx/plumas-patrioticas/que-cambio-amlo-y-la-4t/). Hoy México ha resurgido como una nación independiente y ejemplar, que se preocupa por el medio ambiente y el bienestar popular. Hoy podemos ver a un Presidente que defiende la soberanía nacional ante la injerencia extranjera, exigiendo respeto absoluto a los asuntos exclusivos de las y los mexicanos. Vivimos tiempos donde el presupuesto alcanza para grandes obras de infraestructura, desarrollo económico y bienestar social, como hospitales, caminos, carreteras, puertos, aeropuertos, refinerías y hasta un corredor interoceánico, pero más importante, que el presupuesto dejó de ser botín de una cúpula de miserables e insensibles y ahora se reparte a la gente, especialmente entre los más pobres.

Hoy el Pueblo está politizado y es vigilante de los asuntos públicos, que cada vez son más públicos. El tiempo que dedicaron mis compañeras y compañeros de lucha a la construcción del movimiento obradorista que rescató a México de la ruta de colisión, es invaluable. Y por ello estoy muy agradecido.

Así, nos encontramos a un mes de que el Presidente se vaya a un indiscutible y merecidísimo retiro de la política. Y no podría ser de otra manera para quien recorrió el país entero, municipio por municipio, llenando plazas enteras en la última década, y platicando con un par de transeúntes despistados en los tiempos más oscuros del movimiento. Él sabía que la vida no valía nada si no se transformaba la realidad de millones de mexicanos en desgracia. Si no fuera por la necedad de la razón y la tenacidad del corazón, no habría esa chispa que encendió la pradera y seguiríamos viviendo en las tinieblas.

La vida me alcanzó para ver el triunfo de la revolución y sus frutos, y para asombrarme con el camino de un gigante que nos enseñó que, aún en los momentos más difíciles, no debemos claudicar, porque no tenemos derecho a fallar. El Presidente Andrés Manuel López Obrador dejó un legado político muy grande en un periodo de tiempo muy corto, y se concentra en una premisa fundamental: se puede ser feliz buscando la felicidad de los demás.

Ya lo dijo Pablo Milanés:

La vida no vale nada
si no es para perecer
porque otros puedan tener
lo que uno disfruta y ama.

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