Todo juicio es una escenificación del poder. Lo que se ve en estrados son apenas las sombras de los conflictos sociales presentados rústicamente como conflictos normativos. La maratónica formalización del abogado Luis Hermosilla, un emblema y símbolo del poder político, un agente del régimen en el foro y quizá junto a Enrique Correa, un hombre en el que concurren todas las trenzas que articulan el gobierno del capital, debe considerarse como la mayor crisis sistémica de los últimos treinta años.
Presurosos los medios, los partidos de representación parlamentaria y hasta el propio Presidente Boric, han salido a calificar el encarcelamiento de Hermosilla como una muestra de salud de nuestras instituciones y la corroboración de que no hay privilegios para los poderosos. Mienten. El encarcelamiento de Hermosilla es en realidad una pequeña muestra de la putrefacción institucional, una señal de metástasis política y la clarísima demostración del carácter de clase del Estado, los partidos, la policía y los tribunales. Son todos expresión de un único poder de clase.
En efecto, el caso Hermosilla demuestra la profunda raigambre de la corrupción en nuestro sistema político, la que llega hasta las más altas esferas. Con Hermosilla hemos confirmado que la Corte Suprema se ha construido con las gestiones de la maquinaria de este operador, que el círculo de hierro de Piñera y el pinochetismo se construyó en torno a la corrupción, que el capital financiero está íntimamente ligado a montajes represivos y a la preservación de la impunidad para los violadores de los DDHH. Hermosilla es un cortesano de esa dictadura del capital.
Lo realmente importante tras el encarcelamiento de Hermosilla, es la pugna de poder que subyace a este hecho. Hermosilla lleva décadas haciendo lo mismo por lo que se la he encarcelado y es precisamente este momento en que ha caído. Debió morir Piñera, su poderoso protector y socio, para que Hermosilla quedase al descampado, merced de las fuerzas del régimen. No estamos diciendo acá que Hermosilla sea inocente de las imputaciones que los llevan tras las rejas, al contrario, Hermosilla ha sido responsable e instigador de crímenes de Estado de mucha mayor gravedad que el cohecho o el lavado de activos. Lo que decimos es que su encarcelamiento es una manifestación particular de un profundo movimiento político dentro del régimen.
Concordante con esta cuestión política —puesta en evidencia por la propia celebración del Presidente Boric— la defensa de Hermosilla ha desafiado a las instituciones, planteando que hará públicas todas las comunicaciones que constan en el teléfono celular de Luis Hermosilla. Esto pondrá en evidencia que las más altas autoridades del Poder Judicial, Ministerio Público, empresariado y del propio Gobierno, se encuentran trenzadas en tráfico de influencias, manejo de medios de comunicación y corrupción. Se trata de una «bomba racimo» de insospechados efectos.
Finalmente, es necesario destacar que el encarcelamiento de Hermosilla es un golpe mortal no solo a la imagen política de Andrés Chadwick —que financió su defensa de una acusación constitucional con dinero proveniente de estafas— sino que, al conjunto de la UDI, que aún no se repone de haber tenido que bajar a su Presidente como resultado del caso Macaya. Por intermedio de este escándalo, la alicaída candidatura presidencial de Matthei recibe un golpe severo que incidirá a su turno en las perspectivas electorales de la Derecha como alternativa presidencial.
Si consideramos que la candidatura de Daniel Jadue, que se insinuaba como un ala izquierda dentro del régimen, está igualmente sepultada como resultado del caso «Farmacias Populares», los únicos beneficiados en este escenario son las fuerzas políticas de La Moneda, que ven cómo —despejada la competencia— la candidatura de Tohá aparece como clara continuidad de un gobierno que ha hecho de la represión, la mantención del orden público y la impunidad para los represores su bandera de «estabilización».
Tal programa, proclamado explícitamente esta semana por Tohá, cuenta por supuesto con el respaldo del gran capital y los dueños del país, que han logrado estabilizar el régimen con este Gobierno que consideran propio y con el cual han logrado blindar sus intereses, como lo revelan el acuerdo con SQM, el TPP11, la subvención a las Isapres, a las AFP y la protección del modelo de privatización. En hípica hay un dicho que los poderosos parecen aplicar hoy en día: «caballo que gana, repite».
Por Gustavo Burgos
30/08/2024
Conducción: Gustavo Burgos Velásquez
Dirección y edición: Sergio Rizenverg Cohen
Asistente de edición: Juan García Brun
Columna publicada originalmente el 30 de agosto de 2024 en El Porteño.
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