Por Álvaro Bustos Barrera
Tras una reunión de trabajo en el sector del metro Estación Baquedano y muy cercano a la hora de almuerzo, decidí darme una vuelta por el hotel recién estrenado y conocer la propuesta de cocina local del chef nacional José Oróstica, visitar las instalaciones y experimentar en terreno la calidad del servicio, pero, sobre todo, probar la comida.
Ingresé caminando por la Alameda y pude ver que aún existen adoquines en la entrada principal. Luego de traspasar la puerta de acceso y recibir un cordial saludo de bienvenida, pregunté por el restaurant, y de manera automática me indicaron que se encontraba en el segundo piso a mano izquierda.
Recibí las instrucciones con obediencia y llegué al comedor por las imponentes escaleras. El salón principal del restaurant es completamente alfombrado, amplio, cálido, bien iluminado, con mesas redondas montadas de manera impecable para dos, cuatro, seis y hasta ocho personas.
Tomé asiento en una de ellas y acto seguido vi acercarse a un garzón impecablemente vestido, que me ofreció un código QR para ver las opciones del menú o platos a la carta. Tuvimos un pequeño intercambio de palabras y luego de algunas recomendaciones, decidí pedir el menú ejecutivo del día, que en esta oportunidad constaba de tres tiempos y un costo de $18.000 pesos.
De entrada, me incliné por un Potaje de Zapallo con un Crocante de Pollo, una opción que viene muy bien en cualquier estación del año, pero sobre todo en temporada invernal. La preparación llegó en un impecable plato blanco y su contenido tan sabroso como contundente. La ejecución más que correcta, en sedosidad y textura, sumado a la temperatura del enlosado que mantuvo el calor de la crema.
Las alternativas de fondo en esta ocasión eran dos: Corte de Atún Rosado al Ajillo con Papas Nativas Asadas o Lomo Vetado a la Mantequilla con Pastelera de Choclo y Zapallitos Grillados. A decir verdad, ambas opciones eran de mi gusto, sin embargo, opté por la primera, además de una copa de Malbec.
El trajín en el restaurant se veía tranquilo, todo en orden y bajo control. Cada garzón preocupado de una plaza y pendientes de los requerimientos de los comensales que nos encontrábamos a esa hora.
La copa de vino de uva Malbec proveniente de Francia y luego desplegada en territorio argentino fue servida con generosidad por uno de los garzones y antes de alejarse me comentó que mi plato estaba próximo a llegar a mi mesa.
Mientras aguardaba por mi pedido, aproveché de mirar la carta y, a decir verdad, la oferta es más bien acotada, pero no menos atractiva. En cuanto a los aperitivos, se pueden encontrar los clásicos Piscos Sour (nacional y peruano), Ramazzotti, Aperol, Negroni, Mojitos y Caipiriñas, entre otros brebajes. Pero también están las opciones de beber una buena botella de vino chileno tinto o blanco en formato 750 cc o por copa, si así lo prefieren. ¿Viñas? Urbano 136, trabaja con etiquetas de alto nivel como Casa Donoso o Casa Silva, por lo que podrán acceder a variadas cepas.
Los sándwiches y pizzas también están presentes en la carta y las opciones van desde los clásicos Chacareros, Barros Luco o la Hamburguesa Urbana, la Pizza Margarita, Jamón Serrano o BBQ.
En los fondos destaco el Lomo Vetado a la Parrilla acompañado con un estofado de champiñones y anillos de cebolla o la Trilogía de Setas en risotto cremoso con champiñones portobello, parís, porcini y morilla.
Tras unos 20 minutos de espera -tiempo suficiente- llegó a mi mesa lo que había ordenado. El corte de atún rosado fresco, crocante y en su punto de cocción. Sabroso gracias a la sal de mar y el ajillo, sobre unas papas nativas con cáscara y aderezadas con orégano que aportaron a una ejecución bien lograda.
Para cambiar un poco el sabor marino que dejó el platillo principal, me dejé seducir por una de las dos opciones que tenían como postre: el volcán de chocolate y una bola de helado artesanal de frambuesa fue lo que probé. Destaco el emplatado elegante y el balance en el dulzor.
El Restaurant Urbano 136, con vasta trayectoria mientras existía el Crowne Plaza, hoy bajo la tutela de Le Meridien, tiene un sello claro y un norte preciso: cocina chilena de alta calidad y con algunos guiños internacionales, más la utilización de productos locales, hacen de esta experiencia una opción válida para un exigente público que recorre los hoteles de la capital.
La mano del chef ejecutivo José Oróstica, con estudios en el instituto Inacap y vasta experiencia y conocimiento en el extinto Hotel Crowne Plaza, hoy Le Meridien, reflejan el cuidado y sabor de calidad en cada elaboración que sale hacia el salón principal.
Una carta bien pensada y un menú diario que va cambiando constantemente, hacen que comensales y pasajeros tengan la alternativa de probar platillos sabrosos en un ambiente elegante y un edificio con vasta historia hotelera.
Cruzo miradas con el garzón que atendió mi mesa y antes de despedirme y estrechar su mano en signo de gratitud, le pido transmitir al chef mis felicitaciones por la propuesta y los sabores. Tomo un respiro y camino hacia la salida pensando en recomendar el Urbano 136 a unos amigos que vienen de visita por la capital.
Evaluación: Muy bueno.
Por Álvaro Bustos Barrera