A días de cumplirse 51 años del golpe de Estado en Chile, aún le duele el alma a este país, aún tenemos justicia en la medida de lo posible, aún tenemos familiares de las víctimas exigiendo por una verdad total, por reparación y por garantías de no repetición, aún tenemos un pueblo que hace cinco años salió a las calles con la esperanza de grandes y necesarios cambios, una nueva Constitución que nos permitiera construir un país más justo y solidario para todos y todas. Y sí que nos duele el alma al mirar dónde estamos, al mirar el rostro de Fabiola Campillai, de Gustavo Gatica y de los más de 400 lesionados oculares.
Estamos en medio de una realidad que nos avergüenza, en medio del avance de un negacionismo impulsado por una derecha corrupta que se jacta de su poder, estamos en una realidad en que los responsables de los crímenes de la dictadura de Pinochet han ido muriendo en silencio y sin condena, sin el mínimo de humanidad para decirnos dónde están los cerca de 1.100 detenidos desaparecidos que aún claman ser encontrados.
Y aun así muchos se atrevieron a soñar nuevamente, luego del estallido social de 2019 volvieron a creer en el gobierno que llegó a dirigir nuestros destinos el año 2022, con promesas de cambio y compromiso con los derechos humanos; pero no ha sido lo que se esperaba y el ciudadano común se siente traicionado porque una vez más las promesas quedaron impresas sólo en los afiches y palomas de la campaña electoral.
Y en el remolino de des-informaciones, hace unos días nos enteramos por la prensa casi como si fuera una noticia de relleno, que la ministra de Defensa chilena, Maya Fernández, tuvo un encuentro con destacados generales norteamericanos, una reunión en que el Comando Sur de Estados Unidos reafirmó su “cooperación” con Chile en materias de seguridad y otros temas estratégicos para la defensa y el ataque del país. Ministra con cupo PS en el Gobierno que poco hemos visto en los grandes temas nacionales.
Historias de abuelos
Y aquí me tomaré una licencia y les contaré unas historias de abuelos, que, aunque no parezca que tiene tanto que ver con lo que sucede hoy en Chile. Hace unos días me contaban que la diputada Emilia Schneider visitó el ex Campo de Concentración de 3y4 Álamos, y que a través de sus palabras reafirmó su compromiso con la memoria, la justicia y los derechos humanos. Ella es bisnieta del valiente general y comandante en jefe del Ejército, René Schneider.
A él, ese hombre querido, respetado y recordado por su postura de neutralidad y prescindencia política de las fuerzas armadas, a él lo asesinaron. Un grupo de extrema derecha llamado Patria y Libertad, financiado y armado por la CIA, lo intentó secuestrar el 22 de octubre de 1970 en la comuna de Las Condes; él se defendió y enfrentó a los secuestradores con su revolver -que no alcanzó a percutar-, como lo haría un verdadero militar, como un militar de honor, no como un cobarde traidor, y es asesinado por este grupo compuesto principalmente por “hijitos de papás”, como les decimos en Chile a los hijos privilegiados de familias poderosas y adineradas, jóvenes que después del golpe se transformaron en empresarios y hoy pasan desapercibidos en sus fundos y empresas como buenos patrones, viviendo una vejez tranquila, esa que no tuvo el valiente soldado Schneider, el general de José Miguel Carrera.
La historia de Salvador Allende es parecida, pero él era un civil; un presidente honesto que recogió el dolor de su pueblo y quiso transformarlo en un futuro más justo, y que ante tamaña afrenta fue duramente castigado por Estados Unidos, quienes financiaron –sin escatimar gastos– atentados, desinformación, traiciones y el golpe militar que lo derrocaría y que cambió para siempre el destino de este pequeño y lejano país. Y sí, Allende – el presidente – no se sentó a negociar tratados internacionales ni acuerdos de cooperación militar con Estados Unidos, al contrario, siempre tuvo claro que Estados Unidos no tiene amistades permanentes, sino intereses permanentes y ellos también lo sabían, por eso como dato, antes de su llegada a la presidencia abandonaron rápidamente la base militar que habían instalado a mediados de los 60 en Isla de Pascua, y vieron con horror los procesos de nacionalización del cobre y el avance de la reforma agraria. Por eso nos cuesta entender que su nieta –la ministra- orgullosamente reciba estas visitas para conversar sobre cooperación en materia de defensa. Que corta es la memoria, y que largo es el olvido.
La historia de mi abuelo Manuel Leiva Riquelme es otra, un campesino que vivía de inquilino en el fundo de los patrones Bunster en la IX Región. Alguna vez les conté que a mi abuelo lo mataron en mayo de 1957; fue encontrado junto a su caballo, lo habían arrojado a una laguna para que no hallaran su cuerpo. No lo conocí, he visto fotos de él y creo que somos muy parecidos, y desde niño he sentido que pide justicia por él y por los muchos sin nombre como él. Pero a nadie le importó, ni a los patrones, ni a las policías, ni a los jueces, sólo a mi abuela, a sus hermanos y a sus hijos e hijas, entre ellas mi mamá. Mi conexión con el abuelo es única, es un hilo que nos conecta con el campo, con el cuidado de la tierra, con la siembra, lo llevo en la sangre. Pero, aunque él no haya sido conocido ni importante, jamás traicionaré su memoria, en ella guardo lo mejor de mí mismo y creo que es lo mismo para todos, por ello respeto a la diputada Schneider y me sorprendo por la ministra Fernández; claramente no es solo su responsabilidad, detrás de ella hay una línea política de un gobierno –lleno de nietos y nietas– que olvida el pasado y avanza ciegamente en dirección desconocida.
El establishment chileno quiere estar del lado del capitalismo
Qué vergüenza el gobierno “progresista” de Gabriel Boric, tal vez confundidos con la idea de alcanzar el progreso, centran su accionar en intereses económicos y prebendas, que incluyen el entreguismo y la alineación con el imperialismo y con hacha en mano siguen destruyendo el bosque, y algunos creen que por tener el mango de madera es un aliado. No es así, nos sentimos engañados, siguen desviando la atención hacia temas irrelevantes, mientras la reforma al sistema de pensión es letra muerta, la condonación del CAE no tiene financiamiento, la reforma tributaria hecha polvo y barrida bajo la alfombra; listas de espera eternas en salud, plan de búsqueda que no busca y el compromiso férreo de liberar a los presos políticos del estallido social se ha ido saliendo claramente de sus prioridades… la lista es larga.
Y aunque nos duela el alma ante tanta indiferencia y superficialidad, a nosotros nos queda seguir alzando la voz desde cada espacio, en cada foro, en cada calle, a nosotros nos queda no rendirnos, no perder la memoria, a nosotros nos queda recordar a los miles de hombres y mujeres valientes que lucharon por una sociedad más justa, a nosotros nos queda gritar sus nombres, recordar sus rostros, buscar sus restos. Lo haremos, sepan que lo haremos, nosotros, nuestras madres, nuestros padres y hermanos, nuestros hijos y nuestros nietos y nietas valientes, los que no dejan espacio al olvido.
Por Félix Madariaga Leiva
Fuentes:
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