Reforma educacional: Un proyecto pensado poco y mal

Tengo nietos y sobrinos nietos en la educación pública y en la subvencionada. En la pública mal llamada ‘de excelencia’ y en la que es un desastre. En la subvencionada con y en la sin fines de lucro. Pensando en ellos, y en los niños de las familias que conozco por mis actividades con organizaciones solidarias, he llegado a la conclusión de que hay que parar la reforma educacional que está impulsando el gobierno. Y voy a explicar por qué.

Reforma educacional: Un proyecto pensado poco y mal

Autor: Sebastian Saá

Escuela libre

Pero antes quiero agregar que temo que los únicos que pueden lograr parar esta reforma son los movimientos estudiantiles. Y digo que lo temo, porque conocí lo que significa para las familias tener durante meses a sus niños sin poder ir al colegio por las tomas y movilizaciones. De manera que quiero creer que es posible convencer a las autoridades con argumentos y mediante una campaña ciudadana de opinión que se exprese en los medios y en las redes sociales.

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Antes de referirme al proyecto de reforma educacional presentado por el gobierno dejo constancia de mi convicción de que la educación chilena requiere una transformación radical. Pienso –como tantos- que el sistema escolar vigente en Chile es profundamente desigual e inequitativo, y para la gran mayoría de la población, de muy deficiente calidad. Se requiere, en consecuencia, un nuevo modelo educacional, que es necesario pensar a fondo, con la más amplia participación de todos los sectores que tienen algo que opinar sobre ello.

Comparto la aspiración, convertida actualmente en necesidad social ineludible, de una ‘educación de calidad, igual para todos’. La desigualdad existente en el sistema educacional es inadmisible, como lo es la muy deficiente calidad de la educación que se imparte a los sectores populares del país. Es necesario avanzar en la dirección de la igualdad sin impactar negativamente la calidad de la educación que reciban los niños, porque una educación de calidad es un requisito indispensable para lograr una mejor calidad de vida y un mayor bienestar social, en una época en que el conocimiento y la innovación se han constituido en pilares fundamentales del desarrollo humano, social y económico.

Ahora bien, la reforma de la educación subvencionada que ha propuesto el gobierno tiene un alto costo para el Estado, implicando un gran traspaso de recursos públicos a dicho sector educacional, limitando en consecuencia el dinero que estará disponible para mejorar la calidad y la cobertura de la educación pública.

Su impacto sobre la igualdad educacional será muy acotado, e incluso discutible, porque la verdadera desigualdad no es la que existe entre la educación subvencionada y la educación pública, sino la brecha que hay entre éstas y la educación particular pagada que atiende al 7-8 % de la población que tiene elevados ingresos.

Además, la reforma de la educación particular subvencionada presentada al parlamento por el gobierno, si se aplica, tendrá como efecto un deterioro de la calidad de la educación que impartan esos 3.000 y tantos colegios particulares subvencionados. Para entender por qué ocurrirá esto, hay que ponerse en la mente de los sostenedores y analizar cómo reaccionarán, con su lógica economicista, a las modificaciones que plantea la reforma. Así:

1. Los sostenedores de esos colegios disminuirán las inversiones en infraestructura y en equipamiento, e incluso tenderán a pagar menos a los profesores. Ello debido a que tendrán que hacer un gran esfuerzo económico para comprar los establecimientos, o bien, porque los dueños de esas infraestructuras que prefieran que se las compre el Estado, no tendrán incentivos para invertir en ellos. (Y téngase en cuenta que si el Estado compra un establecimiento y lo traspasa a la fundación sostenedora, ésta tendrá inmediatamente un alto aumento de su patrimonio, lo que si no es lucro, se le parece mucho, y a costa del Estado).

2. Como tendrán que congelar el monto del ‘copago’ (aportes de las familias), contarán con igual o con menos dinero para desarrollar su actividad educacional, dado que el Estado sólo reemplazará (progresivamente) ese ‘copago’ de las familias. Entre otras cosas, tenderán a congelar los sueldos a los docentes, y no tendrán recursos adicionales para mejorar equipamientos, tecnologías y metodologías.

3. Los sostenedores y directivos de los colegios tendrán que dedicar mucho tiempo a realizar los cambios institucionales que se les exigirá, restando por lo tanto atención a los asuntos propiamente educativos.

4. Se eliminan los incentivos económicos para que los colegios tiendan a mejorar la educación que imparten.

5. Al eliminarse o reducirse el ‘copago’, las familias tendrán menos fuerza para exigir que los colegios impartan buena educación a sus niños.
En resumen, una vez aplicada la reforma, esos 3.000 colegios impartirán educación de menor calidad que actualmente, lo que implica, obviamente, que afectándose la educación del 30 y tantos % de niños chilenos que estudian en ellos, la desigualdad en la educación se agravará en el país, en vez de disminuir.

Y todo ello, significando un alto costo económico para el Estado, que podría destinar esos recursos a mejorar consistentemente la educación pública.

Si, en cambio, se pusiera todo el esfuerzo estatal en mejorar la educación pública, las familias tenderían a preferirla respecto a la particular subvencionada (revirtiendo la tendencia actual), y la educación particular subvencionada tendría que esforzarse mucho en mejorar la educación que imparten para no perder alumnos.

En síntesis, un muy mal proyecto, porque se están haciendo las cosas ¡al revés!

¡Pienso que hay que parar esta reforma, y ponerle más cabeza a todo este asunto! Hay que pensar en otra muy distinta reforma de la educación, pensando en sus efectos en los niños y en su futuro. Antes de intervenir sobre la educación subvencionada hay que fortalecer la calidad de la educación pública. Y sin perder tiempo, pues hay que tener en cuenta que todo el tiempo que pase antes de que se legisle y aplique la ley, será un tiempo de incertidumbre, durante el cual tenderán a detenerse las iniciativas, los proyectos y los riesgos que pudieran estar dispuestos a asumir los responsables de los colegios.

Debemos tomar conciencia de que son muchos los niños que resultarán impactados por la Reforma Educacional que se realice en el país. Sus años de vida escolar, sus aprendizajes de conocimientos y de valores, sus desarrollos social y de personalidad, y su futuro bienestar y felicidad, dependerán en gran medida de las decisiones que sobre la educación escolar tomen en los próximos días y meses el Gobierno, los parlamentarios y los partidos políticos.

Por lo que se lee y escucha en el debate público sobre la educación, pareciera que no hay suficiente conciencia de todo lo que está en juego en la reforma educacional que viene.

Por ello, propongo una gran campaña ciudadana para hacer que la ‘clase política’ tome conciencia de su gran responsabilidad cuando se aboca a legislar sobre la educación. Una iniciativa en esa dirección es la página de facebook que hemos abierto con el nombre: Campaña Ciudadana por una Reforma Educacional Pensando en los Niños.


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