Por Germán Gorraiz
El llamado “Acuerdo del siglo” escenificó el reconocimiento de facto de la soberanía israelí sobre gran parte de las colonias judías en Cisjordania (incluido el valle del Jordán, los altos del Golán y la práctica totalidad de la ciudad santa de Jerusalén) y pretende que la comunidad palestina renuncie por completo a sus reivindicaciones históricas y al derecho que le asiste reconocido por la legalidad internacional a cambio de la promesa de una inyección de 50.000 millones $ en el plazo de 10 años, lo que en la práctica imposibilitará la existencia de un Estado palestino.
Los colonos como punta de lanza del Gran Israel
Según el censo elaborado por el Ministerio de Interior israelí, cuando se suscribieron los Acuerdos de Oslo (1993), unos 250.000 colonos poblaban los territorios ocupados, mientras que en la actualidad serían más de 800.000 colonos que extenderían sus tentáculos por Cisjordania (160 asentamientos, entre los que descollarían Hebrón y en especial el valle del Jordán, que domina la mitad fértil de río y sería una verdadera avanzadilla para controlar la frontera de Jordania) además de Jerusalén Este y los Altos del Golán, aunado con la prevista culminación del Muro de Cisjordania, que incluiría aproximadamente el 20% del territorio de Cisjordania, incluida Jerusalén Este, donde unas 60.000 casas palestinas podrían ser demolidas al carecer de permisos oficiales.
Dado que el 80% de los colonos son ultra ortodoxos (más de 800.000), en los últimos años se habría desarrollado en los territorios ocupados de Palestina una peligrosa simbiosis entre los líderes políticos de los colonos y los rabinos que han predicado durante décadas su oposición a cualquier compromiso territorial con los palestinos y han tratado de dar una justificación religiosa a la ilegal ocupación israelí de los territorios palestinos. Así, rabinos extremistas israelíes entrenarían a los colonos en escuelas ubicadas en los asentamientos construidos ilegalmente en Cisjordania y la ciudad de Al-Quds (Jerusalén) para que cometan actos terroristas contra los palestinos de la ocupada Cisjordania (Ataques de Odio y Venganza), según ha informado los servicios de seguridad general de inteligencia judío (Shabak) en un informe publicado en la página Web ‘Israelí Central Issues’.
El Acuerdo del siglo
El llamado “Acuerdo del siglo” escenificó el reconocimiento de facto de la soberanía israelí sobre gran parte de las colonias judías en Cisjordania (incluido el valle del Jordán, los altos del Golán y la práctica totalidad de la ciudad santa de Jerusalén), con la excepción de dos distritos periféricos del Este y pretende que la comunidad palestina renuncie por completo a sus reivindicaciones históricas y al derecho que le asiste reconocida por la legalidad internacional a cambio de la promesa de una inyección de 50.000 millones $ en el plazo de 10 años, lo que en la práctica imposibilitará la existencia de un Estado Palestino.
Dicha Doctrina chocaría con la visión de Theodor Herzl, considerado el padre del actual Estado de Israel y fundador del sionismo al promover la creación de la OSM (Organización Sionista Mundial), quien en su libro “El Estado judío: ensayo de una solución moderna de la cuestión judía”, propuso la creación de un Estado judío independiente y soberano para todos los judíos del mundo. Asimismo, en su obra “La vieja Nueva Tierra”(1902), sienta las bases del actual Estado judío como una utopía de nación moderna, democrática y próspera, en la que se proyectaba al pueblo judío dentro del contexto de la búsqueda de derechos para las minorías nacionales de la época que carecían de estado, como los armenios y los árabes. Posteriormente, en 1938, el visionario Einstein avisó de los peligros de un sionismo excluyente al afirmar: “Desearía que se llegase a un acuerdo razonable con los árabes sobre la base de una vida pacífica en común pues me parece que esto sería preferible a la creación de un Estado judío”.
Hacia el Gran Israel
Aprovechando los presuntos agujeros de seguridad en la Defensa Israelí provocados por el cisma entre los reservistas y Netanyahu, el brazo armado del grupo islamista Hamas, lanzó la mayor ofensiva militar desde 2007 con la infiltración de decenas de sus miembros en localidades israelíes y el lanzamiento de miles de proyectiles contra amplias zonas, incluyendo Tel Aviv y Jerusalén, con el resultado de cerca de 1.500 víctimas israelíes y el secuestro de más de 200 rehenes israelíes.
Dicho ataque fue aprovechado por Netanyahu para declarar el Estado de Guerra (defensa de la seguridad de Israel) y desencadenar una demoledora ofensiva en la Franja de Gaza con la esperanza de lograr un incremento de la popularidad perdida por su fracasada reforma legal y obviar el proceso judicial en el que está acusado de soborno, fraude y abuso de confianza.
La masacre de Gaza y la posterior invasión del sur del Líbano por Israel serían el inicio de la implementación del endemismo del ‘Gran Israel’, ente que intentaría aunar los conceptos antitéticos del atavismo del Eretz Israel y que tendría como principal adalid a Isaac Shamir al defender que “Judea y Samaria (términos bíblicos de la actual Cisjordania) son parte integral de la tierra de Israel. No han sido capturadas ni van a ser devueltas a nadie”, doctrina en la que se basarían los postulados actuales del partido Likud liderado por Netanyahu, quien aspira a convertir a Jerusalén en la “capital indivisible del nuevo Israel” tras la invasión de su parte oriental tras la Guerra de los Seis Días (1967).
Dicha doctrina tuvo como principal adalid a Isaac Shamir al defender que “Judea y Samaria (términos bíblicos de la actual Cisjordania) son parte integral de la tierra de Israel. No han sido capturadas ni van a ser devueltas a nadie” y en ella se basan los postulados del partido Likud liderado por Netanyahu quien aspira a convertir a Jerusalén en la “capital indivisible del nuevo Israel”, tras la invasión de su parte oriental tras la Guerra de los Seis Días (1967) y que tuvo su espaldarazo internacional al trasladar la Administración Trump la embajada estadounidense a Jerusalén, lo que se tradujo en una nueva masacre en Gaza (más de 100 muertos en la celebración del 70º Aniversario de la Nakba) y el repudio hipócrita de la comunidad internacional.
Así, el Gobierno de Netanyahu estaría acelerando los plazos para implementar el endemismo del ‘Gran Israel’, ente que intentaría aunar los conceptos antitéticos del atavismo del Eretz Israel, que bebería de las fuentes de Génesis 15:18, que señala que “hace 4.000 años, el título de propiedad de toda la tierra existente entre el río Nilo de Egipto y el río Éufrates fue legado al patriarca hebreo Abraham y transferida posteriormente a sus descendientes”. Ello supondría la restauración de la Declaración Balfour (1917), que dibujaba un Estado de Israel dotado de una vasta extensión cercana a las 46.000 millas cuadradas y que se extendía desde el Mediterráneo al este del Éufrates abarcando Siria, Líbano, parte nororiental de Irak, parte norte de Arabia Saudí, la franja costera del Mar Rojo y la Península del Sinaí en Egipto, así como Jordania, que pasaría a denominarse Palesjordán tras ser obligado a acoger a toda la población palestina de las actuales Cisjordania y Gaza forzada a una diáspora masiva (nueva nakba).
En consecuencia, la única esperanza reside en la concienciación por la población de Israel de la necesidad de hacer realidad el lema “Dos naciones una esperanza: en contra de 50 años de ocupación”, para rechazar medio siglo de ocupación de los territorios palestinos. Dicho movimiento estaría liderado por la ONG pacifista israelí Shalom Ajshav (Paz Ahora), que reivindica que “cincuenta años es suficiente” y “judíos y árabes se niegan a ser enemigos” y por el diputado árabe Ayman Odeh quien afirma que “es importante que el pueblo salga a las calles y ponga al gobierno contra la pared. Y que la lucha aquí, hoy, sea de ciudadanos judíos y árabes juntos, da esperanza, tenemos que construir esa unidad para acabar con la ocupación horrorosa que nos daña a todos”.
Por Germán Gorraiz López
Analista
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