Studio Ghibli: una historia de ideales y crítica social en el cine animado

Studio Ghibli ha mantenido una profunda aversión hacia la guerra y al imperialismo. Una de sus películas más emblemáticas contra la guerra es “La tumba de las luciérnagas”

Studio Ghibli: una historia de ideales y crítica social en el cine animado

Autor: El Ciudadano México

Studio Ghibli, uno de los estudios de animación más emblemáticos del mundo, es considerado como una alternativa al modelo de entretenimiento masivo de Disney. Detrás de sus películas, que abordan temas como la solidaridad humana, la justicia social y la protección del medio ambiente, se encuentra la influencia del movimiento comunista japonés. Los fundadores del estudio, Hayao Miyazaki e Isao Takahata, desarrollaron sus ideas políticas durante su tiempo como animadores en Toei Doga, una de las mayores corporaciones cinematográficas de Japón, donde participaron activamente en el sindicato de trabajadores.

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A mediados de los años 60, las condiciones laborales en la industria de animación eran extremas. En medio de estas condiciones, Miyazaki y Takahata se convirtieron en destacados líderes sindicales, luchando por los derechos de los trabajadores en un entorno controlado en gran medida por el Partido Comunista Japonés. Aunque Miyazaki nunca fue miembro del partido, su afinidad con las ideas marxistas influyó en su trabajo posterior.

Studio Ghibli, fundado en 1985 por Miyazaki y Takahata, nació con la intención de desafiar las prácticas de la industria. Sus películas, a menudo con una fuerte crítica al capitalismo, la guerra y la destrucción medioambiental, lograron navegar bajo el radar político y nunca ocultaron su postura. En sus obras, el trabajo manual y la solidaridad comunitaria son presentados como elementos esenciales de la vida, lo que refleja una clara influencia del ecosocialismo y del pensamiento marxista.

Películas como “Porco Rosso” (1992) y “El castillo en el cielo” (1986), muestran personajes que rechazan el fascismo y luchan por la justicia social, inspirados en experiencias reales de Miyazaki y Takahata. En “Porco Rosso”, el protagonista prefiere ser un «cerdo» antes que un fascista, mientras que “El castillo en el cielo” está influenciado por la huelga de mineros en Gales en 1984-85, un evento que dejó una profunda impresión en Miyazaki.

Ghibli tiene su sede en Tokio, la metrópolis más grande del mundo, y tal vez sea la falta de un entorno campestre cercano lo que convierte a la ciudad en el foco central de sus obras. En “Mi vecino Totoro” (1988), las mágicas criaturas de un bosque transformado brindan consuelo a dos niñas de la ciudad que enfrentan la enfermedad crónica de su madre.

Las películas del estudio Ghibli a menudo pueden ser vistas como antitecnológicas, especialmente por la cantidad de destrucción ecológica que reflejan, como en “Ponyo” (2008), que aborda de manera explícita el cambio climático. Sin embargo, Ghibli se alinea más con una distinción inspirada en William Morris entre «trabajo útil» y «trabajo inútil», siendo este último representado en “El viaje de Chihiro” (2001).

Aunque Miyazaki se distanció del marxismo en la década de 1990, sus películas siguen reflejando una crítica al materialismo y una profunda conexión con la naturaleza. Ghibli ha sabido combinar su éxito comercial con una visión crítica del capitalismo, creando mundos donde el trabajo humano, la solidaridad y la belleza natural son protagonistas.

Studio Ghibli ha mantenido una profunda aversión hacia la guerra y al imperialismo. Una de sus películas más emblemáticas contra la guerra es “La tumba de las luciérnagas” (1988), de Takahata. Mientras que la representación del fascismo japonés y alemán en “Se levanta el viento”, suscitó la ira de los nacionalistas japoneses. Por su parte, “El increíble castillo vagabundo” (2004), refleja su indignación ante la guerra de Irak.

En esta película, el castillo, una máquina orgánica que cambia de forma y responde a su entorno, se erige como una de las imágenes más poderosas de Miyazaki sobre una tecnología no alienada. Además, el director ha mantenido una postura filosófica crítica hacia el capitalismo.

Este enfoque se evidencia en películas como “El viaje de Chihiro” (2001), donde la explotación laboral y la opresión de clase se muestran en un contexto fantástico, y “Recuerdos del ayer” (1991), donde la protagonista descubre el valor del trabajo comunitario en el campo, una visión profundamente influenciada por el pensamiento socialista.

La visión de Ghibli sobre el desarrollo urbano se manifiesta en dos películas de los años 90, “Pompoko” (1994) y “Susurros del corazón” (1995), ambientadas en Tama New Town, una urbanización estatal que arrasó campos en las afueras de Tokio en los 70. “Pompoko” actúa como una crítica ecológica, donde los tanuki, o perros mapache, luchan contra la construcción de la nueva ciudad. Mientras que, en “Susurros del corazón”, una chica que vive en las viviendas sociales de Tama, se enamora de un chico de una zona más acomodada en la colina. La película aborda el antagonismo de clase y su atracción de manera amable, con la ayuda de un gato fantasma antropomórfico. El paisaje urbano refleja la modernidad japonesa humanizada.

Pero, la película más dialéctica de Ghibli es “Recuerdos del ayer” (1991), dirigida por Takahata. En ella, Taeko, una mujer insatisfecha con su vida en Tokio, viaja a un pueblo para ayudar en la cosecha. Mientras ella solo admira la naturaleza, un joven agricultor le hace ver que todo es resultado del trabajo humano. Esta película retrata los mundos de Ghibli como paisajes de producción y solidaridad, ofreciendo la visión de una verdadera utopía.

En definitiva, Studio Ghibli no solo ha dejado una huella indeleble en el cine de animación, sino que también ha transmitido una visión del mundo donde la justicia social, la lucha contra la explotación y la belleza de la solidaridad humana prevalecen.

Nota especial: Fernando Cabrera para El Ciudadano México

Ilustración: El Ciudadano

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