Setenta y cinco años de la Revolución China

Que China haya sido capaz de abolir la pobreza absoluta y construir una tecnología de avanzada al mismo tiempo indica que el equilibrio entre inversión y consumo ha sido bien manejado por la RPC bajo el liderazgo del PCCh. La estabilidad y la fortaleza de China le ha permitido entrar ahora en la esfera mundial y ofrecer liderazgo para resolver problemas aparentemente insolubles.

Setenta y cinco años de la Revolución China

Autor: El Ciudadano

Por Tings Chak y Vijay Prashad

El 1 de octubre de 1949, Mao Zedong (1893-1976), líder del Partido Comunista de China (PCCh), anunció la creación de la República Popular China (RPC). Trescientas mil personas se reunieron en la plaza de Tiananmén para dar la bienvenida al nuevo gobierno y saludar a los nuevos dirigentes. Tras el anuncio inicial, Mao desplegó la nueva bandera de la RPC y, a continuación, el jefe militar Zhu De pasó revista a las fuerzas del Ejército Popular de Liberación. Celebraciones similares tomaron lugar en otras partes de China. La fundación de la RPC puso fin a un siglo de humillaciones ante los imperialistas (que comenzó con la Primera Guerra del Opio británica en 1839) y la larga Segunda Guerra Mundial (que comenzó con la invasión japonesa de Manchuria en 1931). Diez días antes, en la primera sesión plenaria de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, Mao había dicho: “Todos estamos convencidos de que nuestra labor pasará a la historia de la humanidad, demostrando que el pueblo chino, que constituye una cuarta parte de la humanidad, se ha puesto en pie”.

Las palabras en el nombre del nuevo Estado, la RPC, son importantes: pueblo y república. La palabra “república” significaba la culminación de la dinastía Qing (1644-1911) y que inauguraba una forma de soberanía post monárquica. El republicanismo chino se inspiró en las opiniones reformistas de gente tan diversa como Kang Youwei (1858-1927) y Liang Qichao (1873-1929) —partidarios de la monarquía constitucional— y fue luego puesto en práctica por Sun Yat-Sen (1866-1925), que no sólo estaba en contra de las monarquías, sino —lo que es más importante— en contra de la miserable herencia cultural de los cien años de humillación y en favor de la unidad del pueblo chino en un territorio extenso. La otra palabra —pueblo— tiene una rica historia en el pensamiento chino y en la teoría marxista, donde significa que el Estado debe operar en nombre de una serie de clases que forman la mayor parte de la sociedad (campesinos, trabajadores, intelectuales y la pequeña burguesía —las cuatro estrellas de la nueva bandera de China, con la quinta y más grande representando al PCCh). Se entendió desde el principio que la RPC sería un instrumento para la transformación de la sociedad china y no la culminación de una transformación previa. No era un Estado socialista, sino una república del pueblo, que se esforzaría por construir el socialismo. Desde el principio, la dirección del PCCh comprendió que la Revolución China no era un acontecimiento que tuviera lugar en 1949, sino un proceso que comenzó mucho antes, al menos desde la formación de la República Soviética China en Ruijin en 1931 hasta la base revolucionaria de Yan’an en 1936.

Los tres movimientos de masas

La constitución de la RPC se produjo en un momento en el que todavía no se había establecido la unidad del territorio ni encontrado los medios para defenderse de las agresiones imperialistas. Dos de los principales movimientos de masas se profundizaron justo después de 1949. Uno fue la consumación de la derrota de las fuerzas del Kuomintang en el suroeste y el sur de China y, el otro, el establecimiento de aliados en el mundo (particularmente la Unión Soviética con el Tratado sino-soviético de febrero de 1950) contra el apoyo imperialista al Kuomintang (una vez que éste se había trasladado a Taiwán) y luego con la invasión estadounidense de la península coreana en junio de 1950. Estos dos movimientos de masas —la derrota de las fuerzas derechistas y la acumulación de fuerzas para defenderse de la agresión imperialista— obligaron a la RPC a aplazar el tercer movimiento de masas que, sin embargo, fue el más duradero: el plan de reforma agraria.

Las decisiones del PCCh, en el invierno de 1950, iniciaron un proceso de reforma agraria en las zonas recién liberadas que se completó sustancialmente para la primavera de 1953. El primer principio general de la Ley de Reforma Agraria notaba: “La abolición de la propiedad de la tierra de la clase feudal explotadora y la introducción de la propiedad de la tierra campesina para liberar las fuerzas productivas rurales, desarrollar la producción agrícola y allanar el camino para la industrialización de la Nueva China”. Esa era la meta. El proceso consistía en que el Estado fomentara el poder político de base, formado y dirigido por el PCCh, para llevar a cabo las reformas agrarias de forma guiada, planificada y ordenada. La RPC no iba a dar tierra a los campesinos, sino que iba a asegurar que los campesinos pudieran construir poder regional y local para lograr la tarea de redistribuir los recursos en sus zonas. La confiscación forzosa no era tanto la política como la educación política en las zonas rurales para transformar las relaciones agrarias de la opresión feudal a una base más justa. Para 1956, el 90% de los campesinos del país tenían tierras que cultivar, 100 millones de campesinos estaban organizados en cooperativas agrícolas y la industria privada había sido abolida de hecho.

La reforma agraria tuvo varios resultados productivos: significó que el campesinado sin tierra y los trabajadores agrícolas tuvieran ahora acceso a tierras y recursos que les permitían vivir con dignidad; significó que toda la población de las zonas rurales trabajara con una participación en la tierra y con un interés en realizar mejoras materiales en la tierra, lo que aumentaba la productividad; significó que se erradicara la antigua cultura terrateniente de jerarquía y sus desdichadas consecuencias en términos de relaciones patriarcales, por ejemplo. Estos resultados positivos mejoraron las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría del pueblo chino y crearon un sentimiento casi inmediato de sentido de lealtad a la Revolución China.

Superar las penalidades del pasado

En 1949, la tasa oficial de alfabetización en China era del 20%, aunque todo indica que se trataba de una cifra excesiva. Era simplemente una muestra de las miserables condiciones de vida para la mayoría de la población china. Otra era que la tasa de mortalidad de la población subió al 40%, con una sorprendente tasa de mortalidad infantil de 250 por cada 1000 nacidos vivos. La esperanza de vida promedio de los ciudadanos chinos no superaba los 35 años. Tras un año del Siglo de la Humillación a manos de las potencias imperialistas, el PIB de China cayó de alrededor de un tercio de la economía mundial a principios del siglo XIX a sólo el 5% en el momento de la fundación de la RPC. En aquel momento, en términos de PIB per cápita, China era la undécima nación más pobre del mundo, por detrás de ocho países africanos y dos asiáticos. Los grandes disturbios en las zonas rurales de China a partir del siglo XIX —reflejados en las guerras contra los británicos y los levantamientos campesinos, como las rebeliones de Taiping (1850-1864), Nian (1851-1868) y Du Wenxiu (1856-1872)— y el robo por parte de una pequeña clase de terratenientes feudales forzaron tanto al campesinado como a los trabajadores a una serie de circunstancias irreconciliables. Lucharon porque tenían que luchar y pudieron imponerse gracias al contexto de la guerra contra los japoneses y a las brillantes decisiones estratégicas tomadas por el PCCh durante y después de la culminación de la Larga Marcha.

Superar las penas del pasado no es una opción fácil. La RPC simplemente no disponía de los recursos necesarios para redistribuir la riqueza mediante la creación de una infraestructura educativa y sanitaria adecuada de inmediato. Durante el proceso de reforma agraria, la RPC desarrolló un Primer Plan Quinquenal (1953-1957) bajo la dirección de Zhou Enlai (1898-1976) y Chen Yun (1905-1995). Este Plan se elaboró a lo largo de dos años y hacía hincapié en cuatro puntos teóricos:

  1. Construir una base industrial, que en realidad nunca se había construido, para satisfacer las necesidades del pueblo chino tanto en las ciudades como en las zonas rurales. De todo el capital destinado a la construcción, el 58,2% se destinó a la creación de capacidad industrial.
  2. Construir una Nueva China basada en sus realidades y no en expectativas utópicas. Esto significaba que los valiosos recursos de que disponía la RPC debían utilizarse de forma prudente y que la RPC precisaba de formar un enorme ejército de burócratas para gestionar la expansión del Estado y utilizar el poder del Estado para contribuir a la democratización de la economía.
  3. Utilizar todos los medios que los chinos pudieran reunir sin depender demasiado de la ayuda exterior, aunque la URSS proporcionó ayuda en los primeros años, en particular para la industrialización. Durante el período del primer Plan, la URSS envió tres mil expertos técnicos a China y acogió a doce mil estudiantes chinos para capacitarse en áreas técnicas en la URSS. Los préstamos extranjeros necesarios para el desarrollo sólo representaron el 2,7% de los ingresos financieros totales del Estado chino en el primer Plan.
  4. Manejar correctamente el equilibrio entre la acumulación de capital en un país pobre y las necesidades de consumo de la población empobrecida. El Plan articulaba la necesidad de considerar cuidadosamente los intereses inmediatos de la población y sus intereses a más largo plazo: destinar demasiados recursos a la construcción de capital fijo podría desalentar el entusiasmo por el socialismo, mientras que gastar los recursos en los problemas inmediatos sólo serviría para aplazar los problemas hasta más adelante.

La sofisticación de la teoría del primer Plan permitió algunos avances importantes, pero no fueron suficientes para atender las necesidades imperantes. Mientras los factores objetivos de mejora de las condiciones materiales de vida avanzaban progresivamente, los grandes problemas sociales debían afrontarse con técnicas más subjetivas. El PCCh organizó campañas masivas para combatir el analfabetismo (1950-1956), incluyendo impartir clases en los campos para el campesinado. Atrapadas en el torbellino de los años 40, muchas zonas rurales de China desarrollaron una tradición de ayuda mutua que se convirtió en el Régimen de Seguro Médico Cooperativo Rural de la RPC. Con esta forma de seguro médico, la RPC empezó a distribuir sus recursos para construir la sanidad pública, ayudada por los soviéticos, entre otras cosas construyendo hospitales generales en las provincias rurales y policlínicas en las aldeas. Tanto la alfabetización como la salud médica mejoraron radicalmente gracias a los cuadros altamente motivados de la RPC, que aprovecharon con éxito su experiencia de la guerra de sacrificio y estrategia.

Uno de los inconvenientes de la necesidad de basarse en el subjetivismo para construir el socialismo es que ese marco es propenso a la exageración y el error humanos, como en el llamamiento a la Revolución Cultural (1966-1976). Pero incluso en este caso, los antecedentes no son del todo negativos. Durante este periodo, la RPC formalizó el plan del “médico descalzo”, que permitía a las facultades de medicina ofrecer formación básica a los médicos para que fueran a atender a la población de las zonas rurales y, de este modo, permitía al campesinado acceder a atención médica primaria donde antes no la había. Este tipo de subjetivismo era necesario para luchar contra las tentaciones de la corrupción y el deterioro de la disciplina de cuadros, que se habían convertido en graves problemas en la RPC; éstos se formularon a través de la campaña de 1951 contra los “tres males” del sector estatal (corrupción, despilfarro y burocracia) y la lucha de 1952 contra los “cinco males” del sector privado (soborno, evasión fiscal, robo de bienes del Estado, fraude en los contratos públicos y robo de información económica).

En los veintinueve años anteriores a la reforma (1949-1978), la esperanza de vida en China aumentó treinta y dos años. En otras palabras, por cada año transcurrido después de la Revolución, se añadió más de un año a la vida de un ciudadano chino promedio. En 1949, el 80% de la población del país era analfabeta, porcentaje que en menos de tres décadas se redujo al 16,4% en las zonas urbanas y al 34,7% en las rurales; la matriculación de niños en edad escolar pasó del 20% al 90%; y el número de hospitales se triplicó. De 1952 a 1977, la tasa media de crecimiento anual de la producción industrial fue del 11,3%. En términos de capacidad productiva y desarrollo tecnológico, China pasó de no ser capaz de fabricar un auto en 1949 a lanzar su primer satélite al espacio en 1970. El satélite Dongfanghong (que significa “El Este es Rojo”) tocó la canción revolucionaria homónima en bucle mientras estuvo en órbita durante veintiocho días. Los avances industriales, económicos y sociales de la transición al socialismo bajo Mao constituyeron la base del período posterior a 1978.

Los avances industriales, económicos y sociales de la transición al socialismo bajo Mao constituyeron la base del período posterior a 1978.

Romper la cadena de dependencia

En 1954, Mao se dirigió al Consejo Central del Gobierno Popular y formuló una pregunta que rondaba la mente de muchos de los delegados:

Nuestro objetivo general es esforzarnos por construir un gran país socialista. El nuestro es un gran país de 600 millones de habitantes. ¿Cuánto tiempo tardará realmente llevar a cabo la industrialización socialista y la transformación y mecanización socialista de la agricultura y hacer de China un gran país socialista? No vamos a fijar ahora un plazo rígido. Probablemente se necesitará un período de tres planes quinquenales, o quince años, para sentar las bases. ¿Se convertirá entonces China en un gran país? No necesariamente. Creo que para construir un gran país socialista, probablemente bastarán unos cincuenta años, o diez planes quinquenales. Para entonces China estará en buena forma y será muy diferente de lo que es ahora. ¿Qué podemos hacer ahora? Podemos fabricar mesas y sillas, tazas de té y teteras, podemos cultivar cereales y molerlos para hacer harina, y podemos fabricar papel. Pero no podemos fabricar ni un solo automóvil, avión, tanque o tractor. Por tanto, no debemos presumir ni ser engreídos. Por supuesto, no quiero decir que nos volvamos arrogantes cuando fabriquemos nuestro primer auto, más arrogantes cuando fabriquemos diez autos, y aún más arrogantes cuando fabriquemos más y más autos. Eso no servirá. Incluso después de cincuenta años, cuando nuestro país esté en buena forma, debemos seguir siendo tan modestos como ahora. Si para entonces nos volvemos engreídos y menospreciamos a los demás, sería malo. No debemos ser engreídos ni siquiera dentro de cien años. Nunca debemos ser engreídos.

De este discurso se desprenden tres puntos importantes. Primero, que llevaría tiempo construir el socialismo, ya que la revolución en un país pobre como China requiere que el Estado, el partido y el pueblo construyan la base material del socialismo. La paciencia es un valor central del marxismo de liberación nacional. En segundo lugar, que China necesitaba ciencia, tecnología y capacidad industrial para romper la cadena de dependencia y producir bienes modernos de alto valor. Para ello, China tuvo que recurrir tanto a la importación de ciencia y tecnología como a la formación de su propio personal científico y tecnológico. En tercer lugar, la humildad es un valor tan central como la paciencia, porque China no pretende avanzar por chovinismo nacional, sino por los fines del socialismo internacional.

Se intentó acabar con el intratable problema de la dependencia (y se fracasó sustancialmente) durante el Gran Salto Adelante (1958-1962) y la Revolución Cultural (1966-1976). Se aprendieron muchas lecciones entonces, así como durante el periodo de dos años posterior a la muerte de Mao (1976-1978). En mayo de 1976, Hu Fuming (1935-2023), miembro del PCCh y profesor de la Universidad de Nanjing, publicó un artículo con un título interesante: “La práctica es el único criterio para juzgar la verdad”. Deng Xiaoping (1904-1997) adoptó esta postura filosófica, que resultaba atractiva para muchas personas del PCCh, en su discurso de 1978 ante la 3ª Sesión Plenaria del 11º Comité Central del PCCh, titulado “Emancipar la mente. Buscar la verdad en los hechos. Unirnos para mirar al futuro”. Lo que podría parecer pragmatismo era en realidad una adhesión al materialismo, que fijaba el curso del socialismo chino sobre las huellas de la realidad en lugar de intentar acelerar las cosas mediante un exceso de subjetivismo. La era de la reforma, iniciada en 1978, se construyó sobre esta base filosófica.

En enero de 1963, Zhou Enlai había establecido un programa para que China se enfocara en las Cuatro Modernizaciones, a saber, modernizar la agricultura, la industria, la defensa, así como la ciencia y la tecnología. En su discurso de 1978, Deng volvió sobre estas Cuatro Modernizaciones y dijo que no podrían llevarse a cabo “si no se acababa con el pensamiento osificado”. Al año siguiente, Deng afirmó que China debía esforzarse por convertirse en una “sociedad moderadamente próspera” (xiaokang), lo que sólo podría conseguirse con el avance de la base industrial. Al centrarse en la apertura y la política china para atraer al país a la industria tecnológicamente avanzada, se ha hecho una valoración desigual de la era de la Reforma iniciada en 1978. Se descuidan varios aspectos, pero cabe destacar dos: la productividad agrícola debía incrementarse mediante un sistema de responsabilidad familiar (que debilitaba las explotaciones colectivas en pos de una mayor socialización del trabajo y una forma más elevada de colectividad); había que reforzar el papel del PCCh sobre la RPC y sobre la sociedad con una mejor educación política y disciplina para los cuadros (en 1980, Deng pronunció un discurso en el que destacó las principales malas prácticas de “burocracia, concentración excesiva de poder, comportamiento patriarcal y cuadros dirigentes que disfrutan de cargos vitalicios y privilegios de todo tipo”). El país nunca podrá afrontar el reto de las Cuatro Modernizaciones y avanzar hacia el socialismo si ignora los problemas creados por el lugar dependiente que ocupa China en el orden mundial neocolonial, así como la podredumbre que se instala con frecuencia cuando el poder se convierte en un fin en sí mismo.

El capital privado extranjero provino primero de la diáspora china, luego de los capitalistas de Asia Oriental (Japón a la cabeza) y, por último, del capital occidental; esta inversión que entró en la RPC para aprovechar la mano de obra altamente cualificada y sana tuvo que transferir ciencia y tecnología como requisito previo, lo que constituyó una base para el crecimiento del propio sector científico y tecnológico chino. La RPC impuso importantes restricciones al capital, como que debía satisfacer las necesidades productivas de los planes chinos, que debía transferir tecnología y que no podía repatriar todo el beneficio que quisiera. La dependencia se rompió con esta insistencia, construida sobre los cimientos de las primeras décadas de la Revolución China. Como resultado de la larga trayectoria de la Revolución China, ésta fue capaz de demostrar altas tasas de crecimiento (cerca del 10% interanual) en el período transcurrido desde 1978, fue capaz de abolir la pobreza absoluta y fue capaz de aumentar el consumo familiar y total —incluido el destinado a educación— a lo largo de las décadas transcurridas desde entonces. La cadena de dependencia se debilitó, pero no se rompió, aunque el período de reformas vino acompañado de sus propios problemas, como el aumento de la desigualdad y el debilitamiento del tejido social.

Los zigzags de la Revolución China

En 2012, treinta y cuatro años después de que comenzara el período de apertura, el líder del PCCh Hu Jintao (nacido en 1942) le dijo al XVIII Congreso Nacional que la corrupción se había convertido en un problema clave. “Si no gestionamos bien este asunto”, advirtió, “puede resultar fatal para el Partido e incluso causar el colapso del Partido y la caída del Estado”. En ese Congreso, Hu fue sucedido por Xi Jinping (nacido en 1953) cuya primera medida fue abordar este asunto y reavivar la cultura socialista en China. En su discurso de investidura como jefe del Partido, Xi se comprometió a “cazar a tigres y moscas al mismo tiempo”, en referencia a la corrupción que se había extendido desde las altas esferas hasta las bases. El Partido lanzó las medidas de los “ocho puntos” para sus miembros, con el fin de limitar prácticas como reuniones intrascendentes y las recepciones extravagantes y abogó por la diligencia y el ahorro. En el plazo de un año, se canceló el 25% de las reuniones oficiales, se eliminó de la nómina del gobierno a 160.000 “empleados fantasmas” y se paralizaron 2.580 proyectos oficiales de edificios innecesarios. Para mayo de 2021, más de cuatro millones de cuadros y funcionarios habían sido investigados y 3,7 millones de ellos habían sido castigados por la Comisión Central de Inspección Disciplinaria. Al menos cuarenta y tres miembros del Comité Central y seis del Buró Político fueron castigados por corrupción, entre ellos ex ministros, gobernadores provinciales y presidentes de los mayores bancos estatales.

Los comentarios de Hu y las acciones de Xi reflejaban la preocupación de que, durante el período de alto crecimiento después de 1978, los miembros del PCCh se distanciaron cada vez más del pueblo. Durante los primeros meses de su presidencia, Xi lanzó la “campaña de la línea de masas” para acercar el Partido a las bases. En el contexto de la campaña de Alivio Focalizado de la Pobreza lanzada en 2014, tres millones de cuadros del Partido fueron enviados a vivir en 128.000 aldeas como parte de este proyecto. En 2020, a pesar de la pandemia de Covid-19, China erradicó de forma exitosa la pobreza extrema, lo que contribuyó al 76% de la reducción mundial de la pobreza en las últimas cuatro décadas. El XIX Congreso Nacional del PCCh en 2017 marcó un cambio en la principal contradicción a la que se enfrenta la sociedad china, que pasó de desarrollar rápidamente las fuerzas productivas a abordar el desequilibrio y el desarrollo inadecuado. En otras palabras, el período de reforma y apertura se vio como una condición previa para construir una sociedad socialista moderna, pero su labor aún está incompleta.

Además de la autocorrección del Partido, las firmes palabras y acciones de Xi contra “moscas y tigres” corruptos contribuyeron a que el pueblo chino confiara en el gobierno. Según un estudio realizado por la Universidad de Harvard en 2020, el índice de aprobación del Gobierno central se sitúa en 93,1%, registrándose el crecimiento más significativo en las regiones más subdesarrolladas del campo. Este aumento de la confianza en las zonas rurales es el resultado del incremento en los servicios sociales, la confianza en los funcionarios locales y la campaña contra la pobreza.

En 2016, reflexionando sobre la continuación de la dependencia en China, Xi dijo que la “dependencia de la tecnología básica es el mayor problema oculto para nosotros. Depender en gran medida de tecnología básica importada es como construir nuestra casa encima de la casa de alguien más”. La guerra comercial de Estados Unidos contra China, que comenzó en 2018, se produjo después del colapso de la confianza en países como China, India y Brasil de que Estados Unidos puede ser el último comprador (la confianza que cae después de la Tercera Gran Depresión comenzó en 2007). Estos fenómenos —la falta de confianza y la guerra comercial— situaron a China en una senda que se apartaría de Occidente, construyendo la Iniciativa de la Franja y la Ruta (2013) y desarrollando después Nuevas Fuerzas Productivas de Calidad (2023). El primer concepto muestra el interés de China por construir nuevos mercados lejos de Estados Unidos y Europa, pero también por utilizar ese proceso para contribuir con los avances en el desarrollo de los países del Sur Global. El segundo concepto, central en el Pensamiento Xi Jinping, consiste en llevar a China a “liderar el desarrollo de las industrias estratégicas emergentes y de las industrias del futuro”, como dijo Xi en septiembre de 2023. La guerra comercial estadounidense presionó a la ciencia china para que avanzara en nuevas áreas, como la inteligencia artificial, la biomedicina, la nanotecnología y la fabricación de chips informáticos. Dos ejemplos de los rápidos avances son que la economía digital de China en 2022 representaba el 41,5% de su PIB, mientras que su tasa de penetración de 5G era superior al 50% en 2023. Aunque el crecimiento de estas industrias estratégicas ha sido clave para el desarrollo de China, el gobierno ha tomado medidas decisivas en los últimos años para frenar la “expansión desordenada del capital”, apuntando específicamente a los monopolios de las grandes tecnológicas y otros sectores privados, así como a la especulación inmobiliaria. Al mismo tiempo, se ha hecho mayor hincapié en combatir las “tres montañas” a las que se enfrenta el pueblo chino, es decir, los elevados costes de la educación, la vivienda y la sanidad.

La Revolución China continúa como un proceso. Está inconclusa porque la historia avanza y quedan muchos problemas por resolver, entre ellos el carácter de la relación de China con el resto del Sur Global, mientras busca una nueva arquitectura de desarrollo tras el rotundo fracaso del enfoque de austeridad y deuda del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Que China haya sido capaz de abolir la pobreza absoluta y construir una tecnología de avanzada al mismo tiempo indica que el equilibrio entre inversión y consumo ha sido bien manejado por la RPC bajo el liderazgo del PCCh. La estabilidad y la fortaleza de China le ha permitido entrar ahora en la esfera mundial y ofrecer liderazgo para resolver problemas aparentemente insolubles, como el caso de Irán y Arabia Saudita, así como en Palestina.

Vijay Prashad

Este es un buen período, después de 75 años, para volver atrás y estudiar el discurso de Mao de 1954, en el que destacaba la necesidad de China de desarrollar ciencia y tecnologías independientes, paciencia y humildad. En 2021, con la erradicación de la pobreza extrema y en el centenario de la fundación del PCCh, China fue capaz de alcanzar su “Primer Objetivo Centenario” de construir una “sociedad moderadamente próspera en todos los aspectos” —en otras palabras, lograr el xiaokang para un país de 1,4 mil millones de personas. Ahora se encuentra en un camino inexplorado para alcanzar su Segundo Objetivo Centenario de construir “un país socialista moderno que es próspero, fuerte, democrático, culturalmente avanzado y armonioso” para 2049, el centenario de la fundación de la RPC. Estos son rasgos importantes de cualquier proceso de desarrollo, pero especialmente de uno enraizado en la tradición socialista.

Por Tings Chak y Vijay Prashad 

Tings Chak y Vijay Prashad trabajan en Tricontinental: Instituto de Investigación Social y ambos son editores de la edición internacional de Wenhua Zongheng: Revista de pensamiento chino contemporáneo.

Traducido por Felitza Nava López


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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