Por Jean Flores Quintana
En un año Israel hizo de Gaza la mayor fosa común del siglo XXI y la cárcel a cielo abierto más grande del mundo.
Hoy, 7 de octubre, se cumple un año del inicio de una de las masacres más crueles de las que se tenga registro en la historia contemporánea.
En el pasado, cuando no había celulares ni Internet, los genocidios se podían realizar sin que nadie lo supiera. Los medios de comunicación replicaban la versión oficial de los criminales, y contra eso, ya no había posibilidad de debate. Así, Pinochet bombardeó La Moneda porque “los chilenos lo pedían” y Galtieri mandó a morir a muchachos contra los ingleses “por el bien de la Nación”. Ahora, en nuestro tiempo, tenemos las redes sociales y con ellas la posibilidad de contrastar información.
La magnitud de esta guerra no tiene precedentes en toda la historia del conflicto israelí-palestino que ya lleva 76 años, ni comparación con otros enfrentamientos armados contemporáneos. A diferencia de otros conflictos activos, como el de Ucrania y Siria, que significaron el desplazamiento de millones de refugiados, de Gaza no ha podido salir nadie. Entre las bombas y el bloqueo de Israel se encuentran casi 2,5 millones de personas.
Según cifras oficiales, el saldo de la masacre, este año exacto, es de 42 mil palestinos asesinados, entre ellos 17 mil menores de edad y 10 mil mujeres. Por su parte, los heridos y mutilados superan las 100 mil personas, de los cuales ocho mil son infantes y 19 mil son mujeres. Se estima que aún permanecen bajo los escombros más de 10 mil civiles muertos.
No obstante lo anterior, estudios especializados en medicina plantean que las víctimas fatales podrían ser mucho más si se consideran las muertes derivadas del hacinamiento, desnutrición, pésimas condiciones de salubridad y escasez de agua potable, producto del cerco impuesto por el ejército criminal de Netanyahu. Todos los hospitales fueron bombardeados y nueve de cada 10 escuelas han sido destruidas. Según la revista Lancet, las víctimas totales de la guerra superarían las 186 mil personas.
El objetivo político del sionismo es la limpieza étnica, exterminio palestino y ocupación de la región histórica palentina. Para Netanyahu, el único camino, así lo demuestran los hechos, es bombardear Gaza hasta que no quede muralla alguna en pie o que se vayan todos los “terroristas” a vagar por el desierto del Sinaí, tal y como hizo Moisés.
Ante esto, cabe la reflexión de que el problema no es sólo Israel, que no dejará de ser un Estado terrorista de la noche a la mañana. El problema de fondo son los objetivos geopolíticos y estratégicos de la Unión Europea y de Estados Unidos, quienes respaldan y permiten al gobierno israelí perpetrar el genocidio indiscriminado en Gaza, la invasión del Líbano, los bombardeos sobre Yemen y la eliminación de dirigentes iraníes y libaneses.
A un año del recrudecimiento de este conflicto, que lleva más de siete décadas, se ve cada vez más lejana la opción de los dos Estados, fundamentalmente por la inviabilidad al momento de trazar fronteras terrestres y aéreas y el insuficiente apoyo que concita dentro de la población civil.
La solución alternativa es la de un solo Estado democrático para todos los habitantes de la Palestina histórica; esto implica poner el fin al apartheid, bajar los muros de Gaza y Cisjordania, establecer el derecho a voto para todos los palestinos e igualdad jurídica de todos los habitantes, sean judíos, musulmanes, cristianos o ninguna de las anteriores.
Si la población occidental no se moviliza por la paz y el entendimiento, esto puede resultar no solo en otra guerra regional de Oriente Medio, sino en una guerra mundial.
Por Jean Flores Quintana
Politólogo
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