El difícil arte de comenzar

Esta primera semana de la presidencia de la Doctora Sheinbaum nos ha proporcionado algunos elementos interesantes. El primero de ellos, es que encontramos un encono todavía mayor por parte de algunos de los habituales odiantes de siempre

El difícil arte de comenzar

Autor: Sergio Tapia

No resulta raro observar que, dentro de nuestras culturas, solemos colocar una visión mucho más profunda en los finales que en los principios. Considero que es relativamente normal, en la medida en que el final nos proporciona una justa medida de los resultados, mientras que los inicios simplemente se dirigen hacia las intenciones. Después de todo, si bien las intenciones importan, no estamos habituados a juzgar a partir de ellas, o mejor dicho, de juzgar solamente a partir de ellas.

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A pesar de ello, los principios también importan. No, como algunos de los catastrofistas de siempre intentan verlo, porque el inicio sea una suerte de destino manifestado, sino porque a partir de él, se construyen al menos momentáneamente, los cimientos del hoy y del mañana. Que pueden cambiar, que definitivamente van a cambiar, pero que sólo cuando cambien, serán importantes para analizar.

Esta primera semana de la presidencia de la Doctora Sheinbaum nos ha proporcionado algunos elementos interesantes. El primero de ellos, es que encontramos un encono todavía mayor por parte de algunos de los habituales odiantes de siempre, que ven en ella, a alguien contra quien no pueden utilizar el común depósito de improperios que utilizaban con el ahora expresidente.

Ella es una mujer, que además ha demostrado un profundo conocimiento de los problemas cotidianos que enfrentan normalmente, como pudo verse en el hecho de que una de sus primeras acciones haya sido una propuesta de reforma para construir un sistema de cuidados, nombrar y combatir la brecha salarial de género y generar condiciones de empleabilidad; es también alguien académicamente relevante, con una carrera en este sentido, que les resulta a la gran mayoría de sus críticos refutar o combatir mediante los insultos clasistas que utilizaron durante estos seis años. Quizá más importante aún, no se trata de una política de confrontación, sino de alguien que busca generar narrativas de consenso, por lo que, en gran medida, las razones de sus enojos cotidianos, no existen de forma inmediata. Y eso, como resulta obvio, les molesta todavía más con quienes les rodean.

Dicho esto, también queda claro que esta presidencia enfrentará enormes retos y problemas. El primero, por potencia tanto como por nuestra incapacidad de resolverlo con miras exclusivamente nacionales, es el climático. Mientras escribo esto, se forma en el Golfo de México el mayor huracán que se tenga registrado, algo que sucedió en tan sólo unas cuantas horas y que tomó por sorpresa a la mayoría de los expertos. Alimentado por las aguas cada vez más cálidas de nuestro país, nació cerca de Yucatán, que se vio nuevamente golpeado -tan sólo a unos días de su último encuentro con la naturaleza de este tipo- y parece dirigirse hacia Estados Unidos y Cuba.

El año pasado, tuvimos a nivel mundial el año más seco en treinta años a nivel mundial, lo que generó un enorme problema de recursos hídricos en todos los países, pero que resultó devastador para nosotros. Las fotografías del gran Lago de Chapala totalmente desecado, nos impresionaron quizá como hace unos años lo hicieron las primeras vistas de nuestros volcanes sin su manto de nieve, o la visita, cada vez más recurrente, de animales considerados salvajes a los núcleos urbanos.

¿Cómo podemos sin embargo, combatir lo que es claramente un problema mundial donde nosotros no tenemos un impacto significativo? La solución diseñada como forma de control, se dirige siempre hacia los más precarios. Obligando al ciudadano de a pie a disminuir su calidad de vida, las grandes empresas generan mecanismos de culpa que impiden la disminución real de nuestro consumo, pero hacen que el martirio cotidiano se vuelva parte de nuestra vida.

Un segundo gran, enorme problema, es la seguridad pública. Coincido totalmente con el diagnóstico del gobierno actual -y de la pasada administración- sobre que la delincuencia no debe ni puede ser tratada como una forma de patología social donde algunas personas son señaladas como “locas”, “enfermas” y “culpables” sin observar las condiciones estructurales. Me gustaría que ese discurso tuviera una aplicación efectiva, real, en el combate a la delincuencia, algo que no pasa, como puede verse en el hecho de que escasos siete días del nuevo gobierno, hablamos ya de un primer ataque a civiles por parte de la Guardia Nacional (con los siempre conocidos argumentos sobre “disparos” y “enfrentamiento”). Igualmente, considero que el camino para lograr disminuir la delincuencia en un país que está asolado como el nuestro sólo puede hacerse a través de un proceso de inteligencia financiera, que encuentre a los grandes capitalistas que se benefician de ello y les haga responsables de lo que sus empresas, sus pactos y sus patrocinios, han generado.

Estas dos cosas, que de acuerdo con algunos analistas de la derecha son “elementos abstractos” que no “dicen nada” y que “solo hablan de sueños” reflejan muy bien las diferencias entre ambos proyectos. La derecha no quiere inteligencia, primero, porque ellos siempre preferirán la fuerza bruta, y segundo, porque hacer verdaderamente esto implicaría encontrar entre “gente de bien”, que son sus amigos, sus familiares o sus jefes, a algunos de los principales responsables del estado de la seguridad pública de nuestro país. Ellos prefieren que sigamos culpando al pobre que se volvió “rico” al entrar a un cártel, antes que a todos le impulsaron para ganar más dinero.

A pesar de ello, el brutal asesinato de Alejandro Arcos, Presidente Municipal de Chilpancingo, nos demuestra claramente que algo más debe ser hecho. Si no hay, acompañando a la atención a las causas estructurales y la detección por medio de inteligencia financiera, de un combate efectivo y planeado, entonces estaremos simplemente dejando en el olvido el hoy con la esperanza de un mejor mañana. Si esto fuera una estrategia adecuada, considero que incluso podría aceptarla, pero el problema se encuentra en que el “mañana” no es más que un hoy diferido. Y pensar que mañana se resolverán las cosas, hace que las soluciones nunca lleguen.

Estos dos retos se acompañan, como es obvio, de muchos otros. El machismo estructural de nuestra sociedad, las presiones por las reformas estructurales -la inmediata, la judicial, es sin duda un problema a corto plazo- y muchos otros que se avecinan, algunos de los cuales no están bajo nuestro control, como la elección de Estados Unidos. Cada uno de ellos y más, están en nuestro horizonte. Considero, es momento de empezar a enfrentarlos todos juntos. Por mí, por ti, y por los nuestros.

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