Ese es el destino que un grupo de paleontólogos sugiere para los 46 ictiosaurios cuyos restos descubrieron en el Parque Nacional Torres del Paine, en el sur de Chile.
Allí, cerca del glaciar Tyndall y rodeados de un paisaje impresionante, los investigadores desenterraron los fósiles de estas criaturas prehistóricas similares a delfines.
Algunos de los ejemplares están tan bien preservados que incluyen tejidos blandos y hasta embriones.
Entre los numerosos restos de ictiosaurios encontrados hay esqueletos articulados y casi completos de adultos, hembras preñadas y ejemplares jóvenes.
«Este gran cementerio de ictiosaurios, en la forma en que se encuentran hoy depositados (los restos) es único», dijo Chistian Salazar, investigador del Museo Nacional de Historia Natural.
Tesoro
En el verano de 2004, un grupo de expertos en glaciares que exploraba la zona en Torres del Paine prácticamente tropezó con los esqueletos de ictiosaurios, o lagartos marinos, que probablemente habían quedado expuestos unos años antes al retroceder el glaciar patagónico que los cubría.
A partir de entonces, tres expediciones permitieron desenterrar la gran cantidad de fósiles que el equipo liderado por Patricio Zambrano Lobos, de la Universidad de Heidelberg, Alemania, ahora describe en el Boletín de la Sociedad Geológica de Estados Unidos.
«Esta concentración es única en Chile y América del Sur, lo que da a este yacimiento de fósiles importancia internacionalmente», explicó Wolfgang Stinnesbeck, uno de los investigadores que encontraron el abundante cementerio de ictiosaurios.
Pero los científicos resaltan que este tesoro paleontológico aún tiene mucho por mostrar.
«En tan solo 90 días hemos identificado 46, entonces ahí viene la gran pregunta, cuántos más hay», cuenta Salazar, tal como reporta la agencia de noticias Reuters.
«Geológicamente y paleontológicamente sabemos que debe haber más explorando en esa misma formación geológica».
Avalancha submarina
Según los expertos, estos reptiles prehistóricos vivían y cazaban a lo largo del borde nororiental del mar profundo que separaba en el Cretácico inferior el continente antártico de la Patagonia.
Como animales gregarios, los ictiosaurios adultos y jóvenes solían cazar en grupo en un cañón submarino en busca de calamares y pequeños peces.
Pero a medida que el continente gradualmente se fue separando, es posible que terremotos o avalanchas en los acantilados sumergidos arrastraran todo lo que econtraban a su paso, incluyendo a los ictiosaurios.
«Los lagartos marinos que respiraban aire se desorientaron en las corrientes turbias. Fueron succionados cientos de metros más abajo hacia el océano profundo», sugiere Stinnesbeck.
«Los finos sedimentos que fueron arrastrados con ellos inmediatamente sepultaron a los animales muertos o agonizantes».
Allí preservado durante millones de años, el cementerio descubierto es una gran oportunidad de saber más sobre estas criaturas.
«Es el último gran registro de ictiosaurios en la historia de ellos. Entonces eso, continuando con las investigaciones, nos va a responder muchas preguntas de cómo se extinguieron, por dónde migraban, qué hábitos tenían», explicó Christian Salazar.