En diciembre de 1986 y enero del año siguiente, apareció en la revista Apsi un reportaje sobre la historia del anarquismo en Chile, del periodista Marcelo Mendoza. Ese hito marcó el renacimiento en nuestro país de las acciones y orgánicas libertarias, una historia de más de 20 años que El Ciudadano pretende revivir.
Para tal efecto, desde hace quince días comenzamos la publicación de relatos de quienes protagonizaron ese proceso; iniciamos con un exponente de Concepción y continuamos –la semana pasada- con el texto de un colectivo santiaguino. Hoy es el turno de un comentarista de la austral Punta Arenas, a través de una ponencia del 2004. De esta manera, cada martes iremos entregando fragmentos de una memoria que, colectivamente, estamos empezando a escribir.
«En memoria de la gloriosa ‘Comuna de Puerto Natales’ y de los mártires del cobarde incendio a la Federación Obrera de Magallanes (F.O.M.)»
GENERALIDADES
A fines de la década del 80, los partidos que hoy forman la Concertación tranzaron el fin de la dictadura política. Así, la salida de Pinochet debía ser compensada:
a) Por la continuidad de la Constitución de 1980 y del modelo económico neoliberal que ésta consagra.
b) La desarticulación del tejido social forjado al calor de las luchas antidictatoriales.
c) El aniquilamiento de los grupos políticos que continuaran en armas (Frente Patriótico Manuel Rodríguez –FPMR-, Movimiento de Izquierda Revolucionaria –MIR-, Mapu-Lautaro), y que pudieran desestabilizar la futura «democracia».
d) Impunidad para el dictador y demás violadores de DDHH.
Luego del triunfo del NO en el Plebiscito de 1988, la Concertación asumió el poder y comenzó a cumplir al pie de la letra sus «compromisos» políticos.
El Movimiento Popular en los 90 fue desarticulado por los gobiernos de la Concertación a través de:
a) La intervención gubernamental y de ONGs financiadas por la social-democracia europea, operando con un marcado carácter asistencialista, consiguiendo de esta manera evitar la movilización popular en busca de mayores conquistas sociales.
b) La corrupción, por parte del Gobierno, de dirigentes sociales, e invasión con drogas -especialmente pasta base- en barrios, de manera de neutralizar a la juventud.
c) Transformación del sujeto popular (de cambio social) en un mero consumidor individualista, a través del modelo educacional dirigido en las escuelas, en concurso con los medios de comunicación de masas.
d) Creación de la Oficina Nacional de Inteligencia, dependiente del Ministerio del Interior -a cargo de ex militantes del MIR, Mapu y socialistas- sucesora de la Central Nacional de Inteligencia (CNI), destinada a infiltrar y desarticular a las organizaciones políticas revolucionarias aún en pié.
La aplicación de estas políticas en la década de los noventa, trajo como resultado:
-La desarticulación del movimiento social (sindicatos, juntas de vecinos, etc.)
-La desarticulación de organizaciones políticas revolucionarias, como el FPMR, MIR y el Mapu-Lautaro, con el consecutivo desbande de los militantes de estas organizaciones.
Estos antecedentes, sumado a la caída del la URSS (con ello, la derrota de la matriz ideológica que la sustentaba y la crisis de los partidos de la izquierda tradicional), trajo consigo la aparición del fenómeno de los «colectivos» políticos; éstos son organizaciones de afinidad sin línea ideológica ni programática clara, que buscan nuevas formas de relación política y tratan de dar respuesta a la caída del movimiento popular en los espacios específicos en que se desarrollan.
En este escenario reapareció el anarquismo como alternativa y con ello los primeros colectivos de este carácter, y, que, en conjunto con otras organizaciones, asumieron la tarea de reconstruir el tejido social, pieza fundamental para cualquier cambio profundo en la sociedad.
EL ANARCO-COMUNISMO Y LA RECONSTRUCCIÓN DEL TEJIDO SOCIAL
La crisis de los colectivos anarquistas hacia fines de los 90 se manifestó en:
a) La práctica contradictoria entre los diversos colectivos anarquistas.
b) La nula capacidad de intervenir con propuestas concretas, dado por la falta de inserción real en los espacios sociales y en las luchas.
c) La falta de perspectivas de futuro.
Lo anterior llevó a un conjunto de compañeros a cuestionarse las causas de tal problema, llegando a conclusiones innovadoras para la realidad del anarquismo criollo; la traducción de algunos documentos de la corriente Plataformista o Anarco Comunista, ayudaron a sistematizar dichos planteamientos y así irrumpió en Chile el año 1999 el Congreso de Unificación Anarco Comunista, que sirvió de referente para muchos compañeros que en el territorio nacional padecían de las mismas interrogantes.
El anarco-comunismo lo podemos resumir en aquella corriente que plantea la necesidad de una «Organización Política Revolucionaria, que, con una unidad teórica (consistente en el ideario anarquista organista heredado de la tradición de la Primera Internacional, así como de las experiencias históricas de lucha libertaria -con sus conclusiones teóricas-, como fueron la plataforma de los anarquistas rusos en el exilio, la experiencia ganada tras le revolución española, la lucha libertaria en Latinoamérica contra el imperialismo y sus dictaduras, etc.); la unidad táctica, disciplina o responsabilidad colectiva y federalismo orgánico, que sea capaz de intervenir en los diversos escenarios en que se desarrolla la lucha de clases; adoptando un programa revolucionario, el cual no tiene la característica de haber sido concebido en términos ideales o dentro de cuatro paredes, sino que es genuina expresión de las aspiraciones que el pueblo ha forjado tras el proceso de lucha revolucionaria, en que la organización interviene desde el seno de las estructuras de base del pueblo, siendo guía y educador, sin llegar a imponer tal o cual resolución, todo lo contrario, debiendo propender en el discurso y en la práctica la claridad ideológica de manera que sea adoptada socialmente por el peso de sus argumentos, siendo siempre el pueblo organizado a través de su manifestación potestativa, el Poder Popular, quien dirija el timón del proceso revolucionario hasta llegar al Comunismo Libertario.»
Surgieron desde ese año (1999) múltiples organizaciones plataformistas a lo largo del país, con amplia inserción social, buscando la rearticulación del movimiento popular, sobre la base de promover criterios de construcción libertarios en los espacios donde nos desarrollamos (autonomía, acción directa de los interesados en la solución de los problemas colectivos, horizontalidad, sentido de la responsabilidad colectiva, etc.), la unidad desde la base y en la lucha, la intervención en el conflicto con propuestas concretas y la perspectiva de construir Poder Popular en los espacios donde nos encontremos.
Uno de los ejes de trabajo ha sido la creación de frentes de inserción en los diferentes espacios donde se desarrolla la lucha de clases.
En este sentido se ha avanzado en la inserción poblacional, con la creación del Frente Anarquista Cordillera e intervención en el Comité de Allegados Metropolitano, en Santiago, a través de preuniversitarios populares, trabajo con niños, a lo largo del país (Valparaíso, Talcahuano, Lota, Coronel, La Serena). A nivel sindical, en el Sindicato de Oficios Varios en Valparaíso, Fetracoma, Fetrapi, etc. A nivel estudiantil secundario, a través de frentes por ciudades en las que nos encontramos (Concepción, La Serena Valparaíso, Santiago) y a nivel universitario, se formó el año 2003 el Frente de Estudiantes Libertarios, organización de carácter nacional (Arica, La Serena, Valparaíso, Santiago y Concepción), que ganó ese año la federación de estudiantes de la Universidad Católica de Concepción, y ha obtenido importantes avances en la democratización de las facultades a lo largo el país.
CONCLUSIÓN
La rearticulación del movimiento popular es fundamental para cambiar el estado de cosas, y por ello trabajamos en conjunto con todas las organizaciones hermanas en este sentido; el modelo “democrático” instaurado por la Constitución de 1980, que avanza hacia el bipartidismo al más estilo norteamericano, nos lleva a sostener que es imposible la profundización de la democracia burguesa, que las elecciones son un espejismo para engañar al pueblo, al igual que los índices económicos fraudulentos que dicen que el «jaguar» goza de buena salud, cuando a miles de niños les falta la leche diaria y se les niega el derecho a la salud y la educación, cuando el trabajador es obligado a vender su fuerza de trabajo por el mínimo -para no ser excluido-, desempeñándose en condiciones tan salvajes como las de principio del siglo XX, cuando miles de jóvenes están sumidos en la pasta base por no tener trabajo ni posibilidad de ingresar a la universidad.
Afirmamos que no existe otra posibilidad que la transformación profunda de la sociedad, para lo que se requiere cuestionar el capitalismo en sus bases y al Estado como perrito guardián de los intereses de los poderosos; es necesario crear nuevas subjetividades, generar las capacidades y confianzas para construir día a día el poder popular que nos garantizará una sociedad socialista y libertaria. Debemos ser capaces de contestar al modelo salvaje con organización y decisión para que de una vez por todas se alce el mundo libre y solidario que llevamos todos en nuestros corazones.
por Oscar Menares H.
Nota: invitamos a todas las personas que quieran contribuir a la reconstrucción de la memoria del movimiento anarquista chileno desde 1986, a enviarnos sus textos y fotos a: [email protected]
El Ciudadano