por Arturo LedeZma @arturoledezma
Luis Rivano escribió un texto notable y Carlos Huaico lo puso en escena de una manera perfecta. Luego de decir eso podemos saber de inmediato que estamos frente a una excelente obra que, como suele ocurrir en la sala Antonio Varas del Teatro Nacional Chileno, se suma a una cartelera que siempre funciona en un espacio que tiene una línea súper clara, bien pensada y eso se nota a la vez que se agradece.
Por sospecha es un montaje que a mí me gustó mucho. Primero porque vuelve a contar una historia política desde un escenario situado en los años 80’s pero no directamente desde un clima dictatorial (cosa que yo agradezco mucho); y segundo porque para las nuevas generaciones la detención por sospecha es algo que podemos explicar sencillamente en una sobremesa pero siempre, al contarlo, se le resta el matiz de vértigo y de azar que tenía en esos años en los que los pacos te llevaban preso porque usabas jeans con zapatillas blancas, por ejemplo.
Lo de las zapatillas blancas lo digo porque me acuerdo de que hace muchos años frente a mi casa había un tipo parado en la esquina. Yo tengo que haber tenido unos ocho años, es decir, este recuerdo viene del año 87 u 88. El asunto es que el tipo estaba parado, nada más, y mi mamá dijo “llama a los pacos, ese weón no es de por aquí”. Si, es cierto, la actitud de mi madre no fue algo para enorgullecerse y, dicho sea de paso, aclaro que no estoy de acuerdo con ese tipo de procedimientos (digo esto por si el tipo lee esta crónica), pero el punto central es que lo que más me quedó como idea fija en la cabeza fue el hecho de que el tipo llevaba pantalón de jeans y zapatillas blancas, cosa que llamó la atención de mi madre y por supuesto también del par de pacos que vinieron en seguida y lo subieron al furgón (en ese tiempo eran negros con blanco). Al tipo se lo llevaron. Así de simple. Como quien dice agua va. Y es que aunque parezca ridículo, en ese tiempo la detención por sospecha no fue un argumento para tomar preso a tipos vestidos de negro con antifaz, gorro de lana negro y que cargaban bolsas de dinero con el signo dólar, no señor, porque también permitía a que cualquier hijo de vecino fuera puesto en una celda con la única justificación de estar parado en el lugar que un carabinero consideraba poco coherente con su forma de vestir o hablar. (se entiende que era que te llevaban en cana por tener cara de roto, cierto?) {destacado-1}
Gabriel Urzúa (Yayo) fue el actor que me llamó más la atención porque logra diseñar e interpretar un personaje que es entrañable y poco visitado por el registro de memoria chilensis y que corresponde al Choro de los años 80. No el flayte, no el punga, sino el choro… el lanza que se jugaba la vida en la carrera y no perdía nunca la sonrisa pep de su conquista. El Yayo es ese tipo que sabía unir el encanto personal con la maldad gatuna y que, siempre, ganaba en el manotazo y te sacaba ventaja con la carrera por Ahumada. Mario Bustos por su parte consigue aportar con la ternura rústica del asalariado/peón para una historia que, sin él, hubiera sido una fotografía típica, pero que en el personaje del Maestro Jimenez adquiere un tono de injusticia transversal y azarosa, como era por lo general la mala suerte de los años de dictadura. Rodrigo Jimenez aporta con el personaje de El Rucio el drama personal de los que cayeron en cana por querer pertenecer a algo parecido a una vida o a una militancia y que, de puro pavos, fueron debut y despedida de cualquier cosa que pudiera haber sido resistencia. Sin embargo en él se cierra el círculo maravilloso de la obra. Los tres personajes son como una versión meada de perro del bueno el malo y el feo; una consigna apagada por el bototo policial de la década más blanco y negro de la dictadura.
Por sospecha es una obra bien pensada, bien dirigida, bien escrita, bien actuada. Una radiografía que no muestra la fractura pero que evidencia la lesión de nuestro tiempo. Mirar adentro de la celda es mirar un escenario que nunca le importó a nadie, porque no tiene balaceras ni montajes, sino únicamente un delito menor que se convertía en vértigo, en encierro y en pateadura durante un tiempo en el que pensar distinto era lo mismo que ser distinto.
Vuelvo a decirlo: se agradecen este tipo de historias. Precisamente porque ya estamos en condiciones de mirar la dictadura no desde Pinochet sino desde cada uno de los fragmentos que, individualmente, muestran que en cada parte, en cada trozo, hay un espectáculo gris que puso marcas del rigor de un régimen fatal y autoritario. El Teatro Nacional Chileno (TNCH) nuevamente acierta con una obra que le da categoría y régimen (como diría De Rokha) a la cartelera teatral de nuestro tiempo.
Vayan a verla por interesante, entretenida, inteligente e imprescindible. ¿Qué más se puede pedir de una obra?
FUNCIONES
Jueves, viernes y sábado 20.00 horas (del 8 de Mayo al 28 de Junio)
ENTRADA
$ 6.000 general $ 3.000 Estudiantes, convenios y tercera edad
Atención Boletería
Lunes a Sábado, 15.00 a 20.00 horas
Fonos 2977 1701 / 2977 1700
fotos de Diego Artigas San Carlos
FICHA ARTISTICA
POR SOSPECHA
AUTOR
Luis Rivano
DIRECCION
Carlos Huaico
REPARTO
Mario Bustos
Gabriel Urzúa
Rodrigo Jiménez
DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA E ILUMINACIÓN
Guillermo Ganga
DISEÑO DE VESTUARIO
Kathy Ramos
TEATRO POPULAR CHILENO