En este mes de Junio se cumplen veintisiete años de uno de esos crímenes cobardes cometidos en dictadura por oficiales del ejército, de carabineros y de Investigaciones quienes actuaban en la CNI, en este caso la matanza de Corpus Christi el 15 y 16 de Junio de 1987, al mando del Mayor de ejército Alvaro Corbalán C.
Después de casi tres décadas y gracias a la perseverancia de los familiares y abogados de derechos humanos, se ha conocido que la Operación Albania fue ordenada por el propio Pinochet y ejecutada por la CNI, cuyo director era el general Hugo Salas Wenzel.
Estos valientes soldados detuvieron, torturaron y asesinaron a doce de nuestros compañeros simulando, con ayuda de la prensa de la época, un enfrentamiento que se conoció como la “Operación Albania”.
Una política de estado ejecutada por la CNI, para crear terror y demostrar una eficiencia combativa que nunca tuvieron, en la lucha en contra de fuerzas revolucionarias militarmente preparadas para enfrentarlos.
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La verdad de lo sucedido es que Julio Guerra y Julio Silva fueron ultimados en acciones separadas en la Villa Olímpica. Esther Cabrera, Elizabeth Escobar, Patricia Quiroz, Manuel Valencia, Ricardo Silva, Ricardo Rivera y José Valenzuela Levi, fueron torturados, asesinados y luego llevados a la calle Pedro Donoso. Ignacio Valenzuela fue asesinado por la espalda en la calle Alhué, en la comuna de Las Condes. Patricio Acosta fue acribillado en la esquina del Pasaje Moscú, en la comuna de San Miguel. El único enfrentamiento se produjo en la calle Varas Mena, en San Miguel, donde la CNI atacó una casa donde se realizaba una escuela de formación política del Frente. Allí, murieron combatiendo heroicamente Juan W Henríquez Araya y Wilson Henríquez Gallegos, cubriendo la retirada de una cantidad de Rodriguistas que escaparon ilesos.
Una gesta heroica llevada a cabo por estos jóvenes chilenos, luchando por derrotar a la tiranía encabezada por Pinochet, disputándole con valentía la hegemonía de las armas a la dictadura, las que utilizaban para atemorizar, perseguir y matar a los chilenos (as).
Estos jóvenes Rodriguistas merecen nuestro eterno respeto y agradecimiento, por su formidable sacrificio, el que sumado a otros muchos, nos permiten hoy vivir en paz y en una democracia por construir.
Si nos retrocedemos en el recuerdo de esa época, nosotros sabíamos que los aparatos de seguridad nos buscaban, particularmente a nuestra dirección para aniquilarnos, el FPMR se había transformado en el blanco principal.
Sobre todo después del ingreso de armamentos por el norte del país y del atentado al tirano Pinochet, dos acciones operativas de envergadura, que señalaron el convencimiento y el compromiso en aportar a derrotar a la dictadura.
Durante años periodistas han dicho que la matanza de Corpus Cristi fue producto de la infiltración enemiga al FPMR, una información sensacionalista que aparece corroborada por supuestos militantes Rodriguistas, cuyo fin es demostrar el falso criterio de invencibilidad de los aparatos represivos.
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Nada de esto es cierto, quienes vivimos la lucha clandestina, sabemos que en esas condiciones se vive en constante peligro de ser descubierto o denunciado, pero también hay métodos seguros para mantenerse fuera del alcance de las fuerzas de la represión.
Quienes participamos en este proceso, sabemos que una férrea compartimentación, obviamente no exenta de errores humanos, fue lo que impidió conocer qué hacía el otro o los otros.
Cada uno de los combatientes del FPMR conocía lo que debía saber para realizar su trabajo.
Tampoco se pudo conocer, como lo afirman supuestos especialistas, falsos comandantes y militantes del Rodriguismo, en declaraciones a la justicia o en múltiples artículos periodísticos, quiénes eran los miembros de la Dirección Nacional y de las Direcciones intermedias, mas allá de los seudónimos que siempre protegieron nuestras identidades.
Pero la mayor fortaleza era nuestra cercanía con el pueblo de Chile, allí radicó nuestra mayor protección para proveernos de infraestructura y resistir los embates enemigos.
Siempre entendimos nuestro papel y la lucha armada que emprendimos como un apoyo al movimiento de masas, en una etapa de ascenso en su organización, propinando golpes a las bases políticas y económicas del régimen.
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Por otra parte, organizando la autodefensa y creando milicias, las que jugaron un papel fundamental para que el pueblo perdiera el miedo, ejerciendo el justo derecho a la rebelión en contra de una tiranía y en un país en el cual no había Estado de Derecho.
Todo eso fue fundamental para que nos impusiéramos e hiciéramos frente al terror, que era la táctica dictatorial para mantener al pueblo oprimido, una lucha valiente que al final fue un aporte indiscutible a todas las otras formas de lucha que permitieron la derrota de Pinochet.
En honor a nuestros hermanos y hermanas asesinados (as) en Corpus Cristi recordamos a todos los que arriesgaron y perdieron sus vidas por la libertad de Chile, en una época marcada por el espíritu de sacrificio de luchadores y luchadoras honestos, hombres y mujeres de todos los partidos y organizaciones sociales, motivados por terminar con la tiranía.
Hoy es fácil elucubrar olvidando que estamos hablando de una época, en la que simplemente uno no se podía hacer a un lado de los horrores que vivía la mayoría de la población y que no había otra alternativa mas que luchar para sobrevivir.
La historia no contada o el olvido conveniente, permiten que los hechos se tergiversen, hacen olvidar que en los años de dictadura oponerse a sus políticas y dictámenes podía significar la tortura, la cárcel y perder la vida.
Hace olvidar que los aparatos represivos como la DINA y la CNI, tenían como objetivo único eliminar a todos los enemigos potenciales del régimen dictatorial, actuando en la mas absoluta impunidad utilizando todos los recursos del estado.
Pretenden que olvidemos que hoy caminan impunes por las calles de nuestro país, o que ocupan cargos en el estado, como diputados, empresarios, disfrutando regalías y onerosas dietas de altos oficiales jubilados.
Estos criminales no juzgados, muchos de ellos aún amparados en poderes fácticos, ordenaron ejecutar o fueron cómplices de crímenes de lesa humanidad en contra de jóvenes chilenos por ser Comunistas, Miristas, Rodriguistas, Socialistas o simplemente opositores a la dictadura.
Hoy nuestra historia reciente incomoda a muchos, particularmente a aquellos que proclaman el dar vuelta a la página, con el gastado discurso de mirar hacia adelante y minimizar lo sucedido, pretendiendo que nuestra sociedad olvide no solo a los responsables de tanto sufrimiento, sino también a aquellos que levantándose por sobre el miedo y el terror, marcaron nuestra historia de dignidad.
Por eso nos interesa hoy recordar a cada uno de nuestros hermanos y hermanas caídos en la lucha en contra de la tiranía; ellos representan la imagen bondadosa de luchadores comprometidos con el sueño largo y aun inconcluso de la revolución social en Chile.
Una lucha que han dado varias generaciones, tras la bandera de la esperanza de un país mas humano y que le brinde iguales oportunidades a sus ciudadanos.
Todas esas enseñanzas nunca fueron en vano, el ejemplo de Juan Waldemar Araya, Oficial del FPMR que dio su vida para proteger a sus hermanos quedó inscrito en la memoria de miles de jóvenes chilenos.
Está vivo en los que hoy se movilizan y luchan, en condiciones distintas, pero que retoman este ideario revolucionario, iniciando un camino en el cual para avanzar hay que luchar todos los días, para que ese sentimiento justo se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización y de avances junto al pueblo que lucha por sus derechos.
Honor y gloria a los héroes de Corpus Cristi.
Enrique Villanueva M.