Enojados por la desigualdad, por la violencia del sistema y su avaricia, por la injusticia y la falta de empatía de la institucionalidad para reaccionar frente a las legítimas demandas de los pueblos en materias económicas, de educación, y medio ambiente, a cinco años de la revuelta social que incendió el país de Arica a Punta Arenas, sin ataques a personas por parte del pueblo movilizado, pero sí a los símbolos del capital: Reflexionamos.
La protesta que lanzó por los aires la tapa de la olla a presión, se desbordó, y la acción coordinada del pueblo trajo cruda represión policial y militar, la que gracias a Dios, no hizo caso a Piñera para mantenerse en las calles y se guardó a sus cuarteles no sin cobrar compatriotas, paisanos, muertos.
Nunca más queremos ver en Chile milicos en la calle apuntando contra el pueblo, torturando, secuestrando a alguien por el hecho de pensar distinto, por defender una legítima causa del pueblo, de la gente.
Lo mismo corre para las policías cuyo actuar debe estar dirigido al combate del crimen y no a detener la manifestación pública sobre todo si es pacífica.
Miles son las víctimas de las violaciones sistemáticas a los derechos humanos que ocurrieron en nuestro país catastradas por relatores de derechos humanos nacionales e internacionales, pues el entrenamiento de nuestra policía era en extremo violento repitiendo prácticas militares de Israel como disparar perdigones directamente a los ojos una instrucción militar de un país genocida.
Hoy nos preguntamos por qué tener que pedir permiso para una marcha de acción social, de cuándo se necesita permiso para marchar.
Por qué un permiso parar protestar. La protesta se organiza y no pide permiso al sistema.
Recordemos que la protesta de los pueblos, su enojo, su rabia, su hastío hizo temer a los amos del capital quienes observantes de la partidocracia que recogió el deseo constituyente originario, lo institucionalizó bloqueándole recursos inicialmente para luego llenarla de burla y crítica amplificada por la mediática chilena parte del viejo entramado.
La propuesta de Nueva Constitución de los pueblos reflejados en el órgano constituyente fue rechazada con una dura campaña de desinformación de la población.
El órgano constituyente donde los independientes superaban por primera vez a los partidos hizo que los partidos reaccionaran y se reordenaran para cerrar en el segundo proceso la opción de participación solo a los partidos.
La derecha económica corporativa y su clase política ejecutaron una campaña de mentiras haciendo uso de bases de datos que les permitieron distinguir la población que nunca antes había votado y que se veía obligada hacerlo tras modificarse el padrón electoral con voto obligatorio a todo mayor de 18 años.
Los jóvenes incautos vieron la publicidad que se extendía en redes sin conocer del texto y contaron a sus padres y abuelos lo que veían en los videos que circularon por redes sociales y sistemas de mensajería, muchos pensaron que el proyecto de constitución más a la izquierda que ha tenido Chile, te iba a quitar tu casa.
El sistema de dominación trabajó arduamente para que naufragara un proyecto hermoso y el gobierno entrante, no supo estar a la altura para la defensa de la propuesta de Nueva Constitución. Se arrodilló a la derecha que boicoteó la posibilidad de la debida información de la población sobre el texto. Amenazas de acusaciones Constitucionales, contra el funcionario lograrían el efecto inhibidor deseado por la derecha.
Un símbolo de que todo iba mal era que la impresión del texto se le entregaba sin licitación a El Mercurio de Chile.
Un millón de ejemplares que estuvieron impresos tarde e insuficientes para una población en edad de votar mayor a las 10 millones de personas.
10 millones de copias y más tiempo para recibir las recomendaciones de los pueblos al texto jamás existió.
Hoy a 5 años del Estallido Social, tomar las debidas lecciones y resguardos para reorganizarnos, para reencontrar el camino que nos lleve a dar solución a las profundas demandas de los pueblos de Chile aún insatisfechas por una institucionalidad profundamente corrompida.
Vientos de indignación elevarán nuevamente el sentir social.
El Ciudadano