Por Javier Molina Johannes [1]
Estas elecciones en Brasil marcaron una evidente victoria del centrão y, con ello, cierto reacomodo de las derechas brasileras. A pesar de que el PT [Partido dos Trabalhadores] haya aumentado el número de vereadores/as [concejales en nuestros términos], con 460 más que la elección de 2020, ello no implica un avance de las izquierdas. De hecho, aquel aumento esclarece, precisamente, una centralización de las políticas petistas. Una tendencia al transformismo, apaciguando las posturas más de izquierdas dentro del Partido del presidente Lula, lo que permite aliarse con una parte de esta derecha. Es más, el PT no logra acercarse a los resultados de 2012, previo a las movilizaciones y al impeachment que sufrió la presidenta Dilma Rousseff, donde consiguieron 5.181 puestos en las Cámaras municipales.
La situación de la centro-izquierda es variada, aunque con una tendencia generalizada a la baja. Así, a pesar de que el PSB [Partido Socialista Brasileiro] aumentó de 3.010 a 3.583 vereadores electos, el PDT [Partido Democrático Trabalhista] disminuyó de 3.430 a 2.503 y Rede [Partido Rede Sustentabilidade] tuvo un leve crecimiento pasando de 149 a 172, lo que, no obstante, no alcanza el número obtenido en 2016 cuando obtuvo 179 vereadores electos. Ello nos puede exhibir una deriva de la política brasilera desde entonces, momento previo a esa potencia reaccionaria que traería el surgimiento del bolsolavismo [2].
Tal vez por lo mismo, tanto el PCdoB [Partido Comunista do Brasil] como el PSOL [Partido Socialismo e Liberdade] hayan tenido una fuerte disminución en estas elecciones. El primero logró elegir sólo la mitad de vereadores/as que la vez anterior, es decir, de 704 (2020) pasó a 354 (2024) y, el segundo, eligió apenas 80 de los 93 puestos que había logrado en las elecciones precedentes. Lo anterior, se profundizó en las alcaldías, donde el PCdoB pasó de 46 a 19 municipios y el PSOL de cinco a ninguno, aun cuando esté todavía compitiendo a través de Guilherme Boulos (PSOL) por la prefeitura en São Paulo.
Esta descripción no es para desalentar las políticas de izquierdas, sino precisamente para exponer que la des-radicalización de las políticas progresistas, no ha traído réditos electorales. Además, para repensar en qué medida la radicalización de las derechas viene a ocupar un espacio de movilización de masas que ha sido dejado de lado muchas veces por las izquierdas progresistas.
En definitiva, gana aquel centrão que, en realidad, es una vertiente de las derechas e, incluso, una fórmula del bolsonarismo. Este segmento se consolida como la principal fuerza política del país, donde encontramos al MDB [Movimento Democrático Brasileiro], PP [Partido Progressista] y PSD [Partido Social Democrático] como los principales ganadores en términos de vereadores. Por su lado, en términos de prefeituras [alcaldías], el PSD logró elegirse en 882 municipios, desbancando al MDB del primer puesto. Asimismo, el PL [Partido Liberal] que tiene a Jair Bolsonaro entre sus principales militantes conquistó 512 municipios, en tanto el PT obtuvo la mitad: 248 específicamente. Aun faltando el segundo turno en 51 municipios (que será el domingo 27 de octubre), no en todas las ciudades encontramos candidaturas de sectores de izquierda y centro-izquierda; en muchas de ellas, disputarán la alcaldía entre diferentes líneas de las derechas.
A pesar de no estar entre los primeros lugares, el segundo Partido que más creció, pasando de 213 a 436 municipios, fue Republicanos, donde Tarcísio de Freitas, gobernador del Estado de São Paulo y principal apoyador de Ricardo Nunes para la reelección como alcalde de la capital paulista, se presenta entre sus principales figuras. De la misma manera, encontramos un fuerte aumento de prefeituras que estarán en manos del PL, enclave bolsonarista que pasará a administrar 512 municipios a nivel nacional, es decir, obtuvo 168 alcaldías más que en la elección de 2020. Entre otros puntos, se puede responsabilizar esa crecida al joven Diputado Federal por el Estado de Minas Gerais, Nikolas Ferreira [en la fotografía principal junto a Bolsonaro], el principal influencer del Partido Liberal y, a su vez, el diputado más votado en las últimas elecciones nacionales. De esta manera, en cuanto las derechas demuestran un proyecto para continuar hegemonizando la política brasilera, las izquierdas exponen su decadencia. No por casualidad, el vereador más votado en São Paulo promueve una férrea agenda reaccionaria transfóbica, apoyada por el propio Ferreira.
De hecho, Nikolas Ferreira, candidato proyectado del bolsonarismo para las próximas elecciones presidenciales, consiguió elegir varios vereadores en distintas regiones del país, su objetivo: “quiero asesorar y formar personas. Confieso que nunca vi a alguien hacer un grupo tan cohesionado”, el cual funcionará, como dijo, porque todos ingresarán el mismo proyecto al mismo tiempo en las diferentes cámaras municipales del país. En breve, la pauta reaccionaria ligada continúa ganando terreno y tiene una agenda clarísima.
Evidentemente, disputará el voto bolsonarista con Pablo Marçal, aunque el mineiro lleva las de ganar, dado que forma parte del tronco matriz del bolsonarismo. Como hemos visto, Marçal renueva y radicaliza al bolsonarismo, permitiendo que Nikolas Ferreira aparezca, inclusive, como alguien moderado [sic]. Algo como sabemos totalmente fuera de la realidad; es más, Ferreira ha llegado a llamar al centrão como un comunismo encubierto [sic]. Sin embargo, dentro de la distorsión cognitiva que causan estas narrativas radicalizadas en la población, es hasta comprensible. A pesar de que el centrão es, realmente, una derecha o, en el mejor de los casos, una centro-derecha que sostiene la máquina de financiamiento del capital. En cualquier caso, algo alejadísimo de una propuesta de comunismo, y ni progresista –como alucina Ferreira–.
Por consiguiente, vemos que el consenso que ha pretendido el petismo, a través del propio Lula durante los últimos años, no ha conseguido frenar el proceso de fascistización, al contrario, le ha dejado abierta la puerta. De esta forma, crecen las diferentes vertientes de las derechas, tanto la extrema, esa antidemocrática y militarizada, como la derecha radical, esa que juega dentro de los parámetros democráticos en función de su destrucción. En cuanto esta derecha centrista crece, el bolsonarismo, que al comienzo se veía como una ruptura con el status quo, se exhibe como una continuación de las prácticas tradicionales de las élites brasileras, anclándose definitivamente a la institucionalidad política, a través de los principales partidos del Centrão.
De esta manera, es posible señalar que la ascensión del PL [Partido Liberal] es una consecuencia del desgaste de la izquierda institucional, representada por el PT especialmente. Además, la narrativa del reformismo no consigue movilizar a los sectores populares, quedando a merced de los relatos de las derechas radicalizadas. Y, así, los distintos partidos del Centrão, se pueden presentar como moderados, precisamente, por la fuerte radicalización de las derechas en su conjunto, por ejemplo, con personajes como Ferreira, Marçal y/o Malafaia, etc. Sin embargo, al ser aliados del proyecto hegemónico, terminan incluyendo retóricas que promueven un conservadurismo moral y una profundización del neoliberalismo económico. Entonces, en cuanto este discurso de las derechas radicalizadas permite una movilización afectiva de las masas, la derecha mainstream conquista nuevamente la administración.
No por nada, tanto Ferreira como Marçal pueden ser el próximo presidente del país. Entonces, y a pesar de que este supuesto centro, encubra su cercanía al bolsonarismo, la mayoría de sus posturas lo acercan, logrando normalizar pautas que en otro contexto serían de derechas radicales o extremas. De este modo, respecto a la pregunta sobre quién ha ganado en las elecciones brasileras, es posible aseverar que la polarización de las elecciones presidenciales parece haber decaído mínimamente. Más bien, porque el bolsonarismo ha logrado consolidarse, se ha normalizado como parte de la institucionalidad política, por lo que seguiremos viendo el surgimiento de nuevos monstruos reaccionarios, en cuanto el bolsonarismo –antes disruptivo– se va convirtiendo en la derecha mainstream de Brasil.
Por Javier Molina Johannes
[1] Sociólogo. Latinoamericanista e investigador de las derechas.
[2] Concepto usado para demostrar una conjunción entre la ideología de Olavo de Carvalho y la pragmática de Jair Bolsonaro, que logró un importante movimiento de masas durante los últimos años.
Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.