Asambleas y formas de organización “desde abajo” en la rebelión. Entre la autonomía y la institucionalización

Chile tiene una larga tradición de formas de autoorganización y de intentos de “autonomía” de las mayorías trabajadoras y populares. La lucha por un “socialismo desde abajo” parte por reconocer el hilo de esas diversas formas de autoorganización de masas, de la clase obrera y los oprimidos, y acentuar una práctica para ayudar a desarrollarlas en su lucha por el poder.

Asambleas y formas de organización “desde abajo” en la rebelión. Entre la autonomía y la institucionalización

Autor: El Ciudadano

Por Pablo Torres

Cinco años. Un tiempo corto en un flashback de momento, extenso en el derrotero de desvíos, pasivización y frágil restauración de un régimen empantanado. Diferente como aparece el sentido común, la rebelión popular no fue en vano y se inscribe en una larga tradición de la lucha de clases nacional.

Ésta ha sufrido –históricamente- la demonización de las clases dominantes, delito allí es tener la osadía de las muchedumbres de “rotos de mierda” que invaden las calles y plazas y que se defienden de la represión estatal. Los escribanos de la historia buscan tallar en piedra el temor, la inutilidad y la delictualidad de salir a luchar y manifestarse. Otro sector de las clases dominantes combina la demonización de la violencia con un débil intento de integración de un malestar que busca ser encausado institucionalmente. Entre aquellos oscilan diferentes sectores de las clases capitalistas dominantes y su intelectualidad, y, en el segundo, se encuentra abiertamente el Frente Amplio y cada vez más sectores de izquierda institucional y del Partido Comunista.

Quienes nos ubicamos desde el lado de la revuelta -enterrada en los salones institucionales-, lejos de la contemplación y pasividad, podemos buscar hilos que pueden abrir las condiciones de recomposición de una perspectiva revolucionaria realista, que permita preparar el pensamiento y la acción para cambiar las relaciones de fuerza en un curso de luchas políticas abiertas. En ese sentido, debe buscar superar la propia revuelta, sus límites, a riesgo de quedar en folclore.

La crisis de hegemonía perdurable se conjugará en la propia lucha de clases y en la dinámica de la acción política, no solo nacional, sino cada vez más internacionalmente. El relato de la rebelión está abierto, y su disputa es un ejercicio partisano.

Para buscar esos hilos plantearé algunos apuntes en particular hacia los fenómenos de asambleas territoriales, comités y cabildos, uno de los temas que menos se ha estudiado en la literatura [1], y desde allí abrir algunas interrogantes y debates en torno a ello.

Asambleas, comité y cabildos en el panorama de la rebelión

Las asambleas territoriales

En el marco de un amplio levantamiento de masas [2], según la plataforma virtual Geo Constituyente [3]:

Entre el período del 22 de octubre al 30 de noviembre, se recopilaron un total de 1.047 cabildos y asambleas autoconvocadas a lo largo de todo Chile (…) En cuanto a la distribución y la cantidad de encuentros en territorio nacional, y conforme a los datos registrados por Geo Constituyente, se destaca la zona centro, la cual concentra la mayor cantidad de cabildos y asambleas autoconvocadas registradas, con un total de 444 encuentros en la Región Metropolitana y la región de Valparaíso con 200 instancias. Respecto a la zona norte se destaca la región de Antofagasta, con 46 instancias y la región de Coquimbo, alcanzando un valor de 90 encuentros. En cuanto al extremo sur del país, la región de Magallanes y Antártica chilena, específicamente en la ciudad de Punta Arenas, se destacan la cantidad de eventos organizados, siendo la ciudad de la zona sur con mayor representatividad de organización en el mapa, alcanzando un aproximado de 70 instancias registradas durante el período de análisis. (…) En la mayoría de los casos, las instancias de organización han tenido lugar en plazas, pasajes o lugares significativos para cada localidad.

Otro estudio señala que:

“las movilizaciones comienzan a adquirir nuevos rasgos de organización a través de asambleas territoriales y cabildos autoconvocados, los cuales fluctúan entre 800 y 1.000, en cuarenta ciudades de Chile” [4].

En ambos se identifica asambleas territoriales y cabildos. Es algo que ocurre en la mayoría de ensayos y estudios del tema. No obstante, hay que señalar que en estos casos se trata de asambleas y cabildos autoconvocados, vale decir, en muchos casos se trata cabildos convocados por las asambleas y diferenciados a los cabildos institucionales, fundamentalmente desde los municipios.

Aquellas asambleas territoriales daban cuenta de la búsqueda de amplios sectores populares, vecinos/as, jóvenes, mujeres, feministas y disidencias, clases medias y trabajadoras, de canales de articulación desde sus territorios y plazas, de formas de expresión desde la base que buscaba organizarse en medio de la rebelión. Surgieron en todo el territorio nacional y hasta en los pueblos más remotos. También se desarrollaron hacia zonas de sacrificio y de industrias de impacto socio-ambiental [5]. Era una combinación de participación de algunas decenas de miles de personas que por primera vez participaban de aquellas iniciativas, como de numerosas organizaciones de cada localidad y colectivos de diverso signo que habían participado en luchas previas, ya sea del movimiento estudiantil, mujeres y disidencias, o de otro tipo.

Sus miembros oscilaban, con sus momentos más fuertes de participación entre fines de octubre y fines de noviembre de 2019, con algunas de cientos de personas, aunque en su mayoría se trataba de varias decenas. Su composición era heterogénea, las agrupaba el territorio mismo, y en ese sentido tenían un carácter entre ciudadano y popular, expresando demandas muy profundas y sentidas como no más AFP, por salud, educación, vivienda, salarios y pensiones, contra el saqueo ambiental, asamblea constituyente o nueva constitución, etc. Constituyen un punto de referencia de la revuelta tanto por su surgimiento como porque tenían un potencial muy importante de desarrollarse hacia un proceso más avanzado y de existir una estrategia que busque ampliar y unificarlas con la clase obrera.

Según el historiador Mario Garcés:

“las Asambleas Territoriales fueron una de las mayores novedades del Estallido. Se trató ni más ni menos que de la emergencia de una experiencia de asociación, diálogos y debates entre los vecinos de múltiples barrios de Santiago y de provincias. En términos generales, las Asambleas fueron horizontales y en algunos casos se recurrió a metodologías de Educación Popular con el objeto de escucharse, identificar los principales problemas de la vida cotidiana, del barrio y de la sociedad: pensiones, educación, vivienda, salud. Sobre esa base se organizaron los petitorios, las demandas y los bienes comunes deseados.”

A su vez, surgieron instancias de coordinaciones que buscaron una mayor unificación como la Coordinadora de Asambleas Territoriales (CAT), realizada en un momento de reflujo de la revuelta, en enero de 2020 en la Escuela de Artes y Oficios de la Usach. Se estimó la asistencia en más de 1.000 personas con representantes de 164 asambleas (24 fuera de Santiago). Allí se plantearon en sus síntesis la necesidad de fortalecer las asambleas como formas de organización y articulación desde abajo, hubo un rechazo mayoritario en ese entonces al Acuerdo por la Paz, se plantea la necesidad de movilizarse y evaluar un plan de lucha y la tendencia política iba en el sentido de una asamblea popular constituyente (o desde los territorios), así como de formas de poder popular alternativo. Surgieron algunos pequeños “cordones” que agrupaban sindicatos como en San Miguel (alrededor del Hospital Barros Luco).

El Comité de Emergencia y Resguardo de Antofagasta [6]

En la combativa ciudad de Antofagasta, entremedio del desarrollo de asambleas territoriales y cabildos, surgió un organismo avanzado de lucha, el Comité de Emergencia y Resguardo (CER), desde una asamblea educativa donde se resolvió por los trabajadores impulsar, en la sede del Colegio de Profesores, el Comité. En él participaron y se organizaron cientos de profesoras y trabajadores de educación, de la salud (más de 100 brigadistas participaron), del comercio, industria y portuarios, pobladores, estudiantes, apoderados, profesionales y artistas, sindicatos, No más AFP, organismos de derechos humanos.

Inicialmente como un lugar de resguardo (la sede permitía la capacidad de reunir a cientos de personas en su interior en pleno centro de la ciudad) frente a la represión policial, avanzó a ser un espacio de organización y deliberación política permanente, con decisión colectiva desde las bases con las asambleas casi cotidianas que se realizaron. En él también confluyeron distintos grupos que se habían coordinado en una diversidad de luchas obreras, estudiantiles y populares de la ciudad en los años anteriores.

El 9 de noviembre, en un encuentro con 600 participantes, buscaron ampliar la lucha a portuarios, mineros y poblaciones, formando un comité de huelga para impulsar la unidad de los trabajadores y coordinar acciones del paro nacional del 12 y 13 de noviembre en la zona, que se transformó en la primera jornada de unidad con sectores mineros que culminó en un acto con más de 25.000 personas en la Plaza de la Revolución encabezado por el Comité de Emergencia, con una agenda clara: Fuera Piñera y todo el régimen y por una asamblea constituyente libre y soberana, exigiendo a la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y US [ Unidad Social] la preparación de una verdadera huelga general. También se amplió la unidad con poblaciones como Miramar, Playa Blanca, Bonilla, Cachimba del Agua, la toma del Área Clínica de la Universidad de Antofagasta, que también jugó un rol de espacio de organización de cientos de personas.

Los cabildos de Mesa de Unidad Social (US)

En un estudio de sistematización de los cabildos convocados por la Mesa de Unidad Social (MUS) se señala:

«1.233 cabildos, cuya información ha sido sistematizada y analizada, fueron realizados a lo largo del territorio nacional entre octubre 2019 a marzo 2020. Es importante recordar que estos no representan la totalidad de los cabildos realizados en el país, sino aquellos cabildos que decidieron enviar su información a Unidad Social. Estos se concentraron en las Regiones Metropolitana (502), Valparaíso (136) y Bío Bío (132), con una participación registrada que va desde localidades muy pequeñas y rurales hasta grandes ciudades. Los cabildos se distribuyeron en 211 comunas, existiendo participación informada en todas las regiones del país y en cada uno de los distritos electorales.”

El rol del Acuerdo por la Paz

Según el informe anteriormente citado de GEO Constituyente:

“Los meses de octubre y noviembre fueron fechas peak de los espacios de reunión y conversación para la etapa de diagnóstico. Diciembre, en tanto, ha tenido un giro respecto de la forma de la movilización, lo que se comprueba en la disminución de aportes para el registro, considerando también que, a la fecha, la atención está focalizada en la discusión parlamentaria respecto al proceso de la reforma constitucional del país y la educación cívica por parte de la ciudadanía.”

Para Nicolás Orellana:

“En un principio, buena parte de las organizaciones populares y territoriales rechazaron el Acuerdo, alegando que intentaba frenar la movilización, o que era una argucia de la sociedad política para mantenerse en el poder impidiendo transformaciones importantes. (…) El Acuerdo implicó también un giro significativo en la discusión al interior de la Asamblea. (…) las posturas más institucionalizadas ganaron fuerza, y la legitimación del proceso constituyente, votando Apruebo más Convención Constituyente, adquirieron predominancia. También, comenzaron a tener injerencia en los debates diversos movimientos políticos y sociales externos a la Asamblea que antes eran rechazados”.

Según la revista Cal y Canto N° 8, que está dedicada a numerosas asambleas territoriales autoconvocadas:

“Este acuerdo ‘en las alturas’, sin pueblo, igual que la transición, provocó malestar en los sectores populares y ciudadanos más organizados. Ya no sería Asamblea Constituyente, sino una Convención acordada por el Congreso.”

Según Buono-Core, el Acuerdo:

“provocó que los cabildos que operaban en todo el país a un ritmo vertiginoso y que funcionaban de la mano con la protesta y la marcha, decayeran en cuanto a su ímpetu y cantidad, en atención a que muchos ciudadanos leyeron que el sistema de partidos se estaba haciendo cargo de las demandas y, como ocurre siempre, confiaron en que el pacto por la paz era un receptáculo de las conclusiones de los debates diarios que se daban en las asambleas, lo que, como sabemos, no fue así. Por lo tanto, podemos concluir que, a medida que se hacía efectivo el camino institucional propuesto por la clase política, legitimando la represión con motivo del pacto por la paz, los cabildos poco a poco perdieron fuerzas hasta desaparecer como órgano de democracia deliberativa».

Es claro que el Acuerdo por la paz constituyó el punto nodal en desactivar la rebelión e impedir que ésta se transformara en un proceso de características revolucionarias. Uno de sus indicadores es lo que sucedió en estos organismos. De allí en adelante la discusión sería la nueva constitución, el plebiscito, los comandos y candidaturas de movimientos sociales, independientes y Lista del Pueblo. De conjunto, fue el proceso de pasivización hacia la ilusión de una nueva constitución, el abandono a la denuncia del acuerdo (al cual muchos empezaron a llamar un “triunfo”), la adaptación a las reglas del régimen, algo que incluso funcionó hasta la elección de Boric. Aunque muchas asambleas se posicionaron contra el Acuerdo, no bastó para constituir una fuerza que pudiera ser un polo alternativo al camino que había tomado el reformismo de legitimar el Acuerdo por la paz y al rol de desvío que cumplió Unidad Social.

Entre la autonomía y la institucionalidad. Cuestiones de estrategia

GEO Constituyente señala correctamente que:

“los cabildos y asambleas surgen de forma espontánea por parte de la comunidad y, en algunos casos, son dirigidos por organizaciones o instituciones, que orientan el trabajo según el interés de las temáticas de quien convoca.”

Una primera cuestión es dilucidar la hibridez de estos organismos, asambleas, comités o cabildos, en algunos rasgos de diferenciación importantes para pensar una estrategia política.

Por una parte, las asambleas territoriales y el caso del Comité de Emergencia y Resguardo de Antofagasta eran organismos más o menos permanentes, funcionaban con comisiones de diverso tipo: articulación, agitación y propaganda, derechos humanos y jurídica, salud (en muchos casos junto a las Brigadas de Salud que emergieron en el proceso), de vinculación, de comunicaciones, etc.; había poder de decisión en asambleas y se enfocaban en el proceso de la lucha misma. En este marco, las asambleas territoriales tuvieron un desarrollo más masivo y común, y el Comité de Emergencia y Resguardo fue más una “excepción”.

Sin embargo, tenía un potencial en un sentido más fuerte y orgánico que las asambleas que funcionaban en cada territorio o en plazas. Esto es: que fue de confluencia de unidad obrera, juvenil y popular, con organizaciones sindicales de peso, como profesores, local donde funcionó el CER (abierto todo el día a cientos de activistas), salud y brigadas, sindicatos de industria y puerto, organismos estudiantiles y que tuvieron un vínculo con varias asambleas y primera línea que participaron en su interior. Así, tenía más rasgos de un comité de lucha o de acción donde se planificaba democráticamente la defensa y ampliación, el programa de lucha y las estrategias, y cumplió un rol clave en la ciudad de Antofagasta. En el caso de las asambleas territoriales, fue débil o casi nula la presencia de sindicatos y organizaciones de trabajadores, y su vinculación a los lugares de trabajo para buscar más potencia a la lucha estaba desligada a los territorios.

A diferencia de ambos, los cabildos (genéricamente), aunque en la mayoría de los casos involucraron más personas, fueron instancias únicas, no permanentes, de participación consultiva, sin decisión de la base en cuanto al programa de acción y las medidas de lucha y no buscaban coordinar sectores. En ese marco, también hay que hacer algunas diferenciaciones. Por un lado, los cabildos convocados por asambleas y otras organizaciones [7]; y los cabildos “institucionales” realizados por municipalidades. Nos enfocaremos en los primeros.

En este caso, muchas asambleas territoriales convocaron cabildos en sus territorios. Sin embargo, otras organizaciones más constituidas, como la Mesa de Unidad Social (MUS), con mucho peso de las burocracias sindicales (como la CUT) y de otros movimientos, no organizaron nunca asambleas (las reuniones de MUS eran instancias de dirigentes desde arriba) y buscaron una estrategia de cabildos meramente consultivos [8], correspondiendo a su objetivo de conseguir un “diálogo sin exclusiones” opuesto a preparar una lucha para la caída del Gobierno.

US y en particular el Bloque Sindical incluso conformó un “Comité de Huelga”. Dicha idea podría haberse desarrollado conformando comités de huelga en los lugares de trabajo donde se unificara a los trabajadores, sin importar si eran de planta o contratistas, si pertenecían o no al sindicato, empezando allí donde fueran más fuertes los sindicatos y ampliándolo incluso con comités abiertos (como el CER de Antofagasta) usando los locales sindicales para unirse con una gran mayoría de sectores no organizados en sindicatos. Tampoco buscó ligarse con las asambleas territoriales para expandirlas uniéndose con los sindicatos desde las bases.

La convocatoria de US al paro nacional para el 12 y 13 de noviembre venía impulsada por la presión de la rebelión y se transformó, pese a la estrategia de “descomprimir” que buscaba la burocracia, en una acción histórica independiente de masas, cuya continuación podría haber abierto un proceso revolucionario de características más profundas. No casualmente la lucidez de la burguesía en considerar aquellos días los claves.

Sin embargo, con un comité de huelga desde arriba y burocrático, sin buscar involucrar activamente a los sectores estratégicos de la economía chilena (como eran los mineros, forestales, aeropuertos, transporte público, etc.), sin poder de las bases ni coordinación real, la iniciativa fue entregada al régimen, y desde el Acuerdo por la Paz en adelante las burocracias jugaron el lamentable rol de legitimarlo. Así, estos cabildos se enmarcaron en una estrategia ciudadana de presión a las instituciones, y lejos de ser organismos de lucha fueron una vía mediante la cual, usando el anhelo de participación de miles, preparaban desde las burocracias el desvío institucional.

El ejemplo del CER en Antofagasta mostró en pequeño como aquel comité de acción y coordinación pudo, con una política activa, buscar involucrar a la mayor cantidad de trabajadores y sindicatos en unidad con estudiantes, pobladores, mujeres, profesionales, asambleas, brigadas de salud, etc. Las asambleas territoriales, siendo importantes para el desarrollo del proceso y que se destacaron por desarrollarse en numerosos territorios, tuvo una forma más “localizada” y hubo pocos casos de unidad con el movimiento de trabajadores, constituyendo aquello una debilidad más que una virtud. De unirse a la clase trabajadora y de desarrollarse la coordinación nacionalmente hubiera tomado un potencial mucho mayor desde donde hacer una lucha frente a las burocracias que buscaban contener el proceso, e impulsar una amplia coordinación desde las bases ayudando a construir comités en los lugares de trabajo unidos a las asambleas, de organismos de autoorganización de masas para unificar y ampliar la lucha para que se fuera Piñera.

De la ilusión de lo social a la ilusión de lo político

En la mayoría de lo estudiado en torno a las asambleas territoriales y cabildos autoconvocados, podríamos destacar dos lecturas. Una de ellas es lo que podríamos llamar una “Ilusión de lo social” en el sentido que aquellas asambleas, sin una estrategia política, pueden llevar a la emancipación en sentido de construir un buen vivir alternativo dentro del capitalismo y sin confrontar al Estado.

Gabriel Salazar es un referente en estos casos. Ha planteado en numerosas ocasiones la importancia de las asambleas y cabildos autoconvocados, e incluso ha planteado que deberían ser permanentes y autónomos a la institucionalidad. Según su análisis, el pueblo chileno jamás ha ejercido su soberanía como pueblo, y las formas de “poder popular constituyente” han sido en la historia, o violentamente aplastadas o absorbidas en los marcos del Estado (Salazar, 2020). No podríamos estar más de acuerdo con todo ello. Hay que combatir la estadolatría reformista que lleva a los procesos de lucha de clases y formas embrionarias de autoorganización a la institucionalidad burguesa.

Sin embargo, eso no elude el problema que existe el Estado capitalista, que este actúa no solo para aplastar, sino buscando absorber dichas formas desde abajo, como se intentaba y se hizo finalmente con el desvío constitucional. El problema del “poder popular constituyente” para que pueda conquistar su “soberanía” no tiene resolución sin una lucha para que aquellas formas desde abajo que emergen desde las clases y grupos subalternos conquisten «autonomía”. El estado capitalista busca absorber la «autonomía”, y de allí que sea clave una perspectiva independiente y en confrontación con el poder estatal capitalista, y se busquen desarrollar mediante una acción hegemónica desde las clases trabajadoras junto a las grandes mayorías.

De allí que sin una estrategia que unifique a los trabajadores [9] y el pueblo que se proponga construir formas de autoorganización de masas que se opongan al Estado capitalista, y construir un nuevo orden (un nuevo Estado), quedan atrapados en la misma institucionalidad que se intenta rehuir. Algo de ello ocurre en Salazar en su estrategia “municipalista”, donde asambleas y cabildos se desarrollan al nivel municipal. Sin embargo, como bien señala un estudio reciente:

“la municipalización es una pieza clave para entender el carácter político del régimen y el despliegue territorial del consenso neoliberal a escala local-nacional. (…) La esfera municipal se volvió el principal mecanismo de integración, despolitización y validación social del régimen (…) Estas políticas neoliberales-corporativistas decantaron en un importante núcleo de desigualdades y conflictos en ascenso en los sectores populares. A la vez fueron el mecanismo para integrar y validar al régimen autoritario entre los más pobres y sectores medios, pues así se fortalecieron redes y organizaciones con participación de baja intensidad y alta dependencia de la estructura municipal.”

Las municipalidades como articuladores de cierta hegemonía (relativamente corporativa) donde reina el “peticionismo” (tan criticado por Salazar hacia los “partidos”) de recursos focalizados, son una vía mucho más de refundación de la institucionalidad burguesa “desde arriba” buscando absorber “lo de abajo”, tal como los cabildos municipales que se desarrollaron, e incluso el plebiscito de la Asociación Chilena de Municipalidades en las 226 comunas de todo el país, con más de dos millones de personas que votaron de forma voluntaria, que fue una correa de transmisión al desvío mediante “cabildos” también. “Este hito marcó la pauta y urgencia del proceso constituyente” dice el estudio anterior, algo parcialmente cierto. La estructura del Estado chileno, no permite en los municipios más que ciertas medidas populares (el caso conocido de Recoleta) sin que toquen la estructura fundamental de relaciones sociales, y la estrategia de “municipios populares” (aunque desde abajo, sin romper con el régimen) lleva directamente de la “ilusión de lo social” a la “ilusión de lo político”, pero de una política (de partidos diríamos) de reformar el Estado cuya “soberanía “prevalece.

Otra visión interesante es la que planeta Juan Pablo Buono-Core, para quien:

“El pueblo deliberó sin poder de decisión sobre política en plazas, barrios, juntas de vecinos, universidades y también en lugares tradicionalmente no destinados a la contingencia política, como teatros y estadios de fútbol.”

Como él señala, no tenían ningún “poder de decisión”, quizá el único límite que marca pero que en verdad embellece, haciendo de la debilidad una virtud. Se trata de una idealización en el marco de una perspectiva ciudadana. Para él:

“son el reflejo de una búsqueda del espacio público que la institucionalidad política no estaba otorgando, ya que nunca se consideraron las demandas ciudadanas. Esto significó que los cabildos representaran una respuesta desde abajo en contra del sistema de partidos institucionalizados, que no estaban en sintonía con las exigencias de la ciudadanía. (…) Los cabildos surgen, así, como un espacio de discusión política alternativa y antagonista al sistema de partidos políticos.”

Según el mismo autor, desde una posición crítica al Acuerdo por la Paz, los cabildos murieron por el sistema institucional de partidos. Ya señalamos la idealización de la forma cabildo, que incluso por su propia naturaleza “ciudadana” pueden ser rápidamente absorbidos por el régimen institucional, que incluso hasta las impulsa en determinadas ocasiones (como el caso de las municipalidades). El autor busca un “tesoro perdido de las revoluciones” (Hannah Arendt) no solo donde no se encuentra (estaría más bien en las asambleas territoriales, cordones y comités como el CER de Antofagasta, tomando sus debilidades y limitaciones), sino que idealiza dicha forma “consultiva” sin ninguna forma que aquella pudiera desplegarse y derrotar al “sistema de partidos” del poder constituido. De allí que su propuesta sea una reforma del Estado (capitalista) vía una asamblea constituyente donde los cabildos sean la base de una nueva institucionalidad, sin tocar al capitalismo.

Todo esto se corresponde con su lectura de la revuelta desde el modelo de revoluciones de Hannah Arendt. La relación entre lo social y lo político es una de las cuestiones más polémicas en Arendt. A lo que nos interesa, respecto a las revoluciones una de las cosas que señala es:

“toda la historia de las revoluciones del pasado demuestra sin lugar a dudas que todos los intentos realizados para resolver la cuestión social con medios políticos conducen al terror y que es el terror el que envía las revoluciones al cadalso.” (Arendt, 2006, p. 148).

Si las revoluciones tienen por objetivo resolver la cuestión social, están condenadas al fracaso.

Su modelo es la revolución americana en oposición a la revolución francesa. Para Arendt, esta última sucumbió al tener por objetivo la solución de la cuestión social, mientras que en América fue exitosa al buscar, en ningún caso resolver la cuestión social, sino fundar un nuevo cuerpo político republicano, que para ella significaba la fundación de la “libertad”. Lo político (público), esfera de la libertad, en Arendt está en oposición a la esfera de lo social (privado, que es el terreno de la necesidad), pero puede existir allí sólo donde está resuelta la necesidad, es decir, el momento en que se ha liberado de la labor y del trabajo.

Sin embargo, en la modernidad capitalista las grandes mayorías no solo en muchos casos son excluidas del cuerpo político, sino que están explotadas por el poder del capital. ¿Cómo podrán crear las grandes mayorías un nuevo orden político sin buscar modificar sus condiciones de explotación y opresión? Aquel cuerpo político, diríamos, sería la fundación de la libertad para aquel sector o clase social que estuviera liberada del trabajo y la labor, vale decir, las clases capitalistas fundamentalmente. Ellas podrán acceder a la nueva polis. Los asuntos de las grandes masas estarían reducidos a deliberar sobre una carta fundamental y nuevos cuerpos políticos, pero no podría decidir sobre transformaciones sociales profundas. De allí que una de las grandes omisiones de su interpretación de la revolución americana sea el pequeñito problema de la esclavitud e incluso de la lucha de amplios sectores de las clases bajas que participaron en la fundación de una “libertad” que en ningún caso fue para ellas. Los “padres fundadores” eran ricos, esclavistas y terratenientes (como Washington o Jefferson). O sea, aquellos propietarios podían acceder a la libertad donde se dirimen los asuntos públicos, no las clases bajas ni muchísimo menos los esclavos.

En nuestro caso, si una revolución tuviera como objetivos la lucha por resolver las amplias demandas sociales insatisfechas, sería una revolución que no tendría ningún sentido. ¿A qué debería atenerse entonces este modelo de revolución? A deliberar, sin decisión, como los cabildos, sobre qué sistema político o constitución, pero en ningún modo decidir en la lucha por la conquista de pensiones, salud, educación, etc. La lucha directa por el control de la economía por parte de la clase trabajadora y los sectores populares para ponerla en función del conjunto de las necesidades sociales y no de la ganancia de unos pocos, sería una revolución que habría que abortar en la lógica arendtiana.

La enorme riqueza de Arendt en encontrar un hilo, que ella llama el “tesoro oculto de las revoluciones” identificando el “sistema de consejos” es uno de los puntos más altos de su pensamiento, y que en la izquierda habría que tener más en cuenta. Sin embargo, para que un “sistema de consejos” llegue a realizarse –objetivo el cual nos planteamos quienes reivindicamos un “socialismo desde abajo”- debe atacar tanto la propiedad capitalista para permitir que el uso de la tecnología y los medios productivos se desarrollen en un sentido creciente de liberación de las necesidades como el propio Estado capitalista. No es en general el “sistema de partidos” que mató a las instituciones nacidas en la revuelta, sino que faltó la fuerza de una política y una estrategia, o sea un partido que se propusiera impulsar ampliamente la autoorganización de las mayorías trabajadoras “desde abajo” (un “sistema de consejos” obreros y populares) con el objetivo de hacer caer al gobierno y al régimen y se propusiera la resolución del conjunto de las necesidades sociales, para lo cual hay que terminar con el capitalismo. La fundación de “nuevo orden”, una república de las mayorías trabajadoras basada en consejos obreros y populares, debe relacionar la cuestión social y política.

Chile tiene una larga tradición de formas de autoorganización y de intentos de “autonomía” de las mayorías trabajadoras y populares. La lucha por un “socialismo desde abajo” parte por reconocer el hilo de esas diversas formas de autoorganización de masas, de la clase obrera y los oprimidos, y acentuar una práctica para ayudar a desarrollarlas en su lucha por el poder. La conclusión es “soviets y partido” diríamos con Lenin.

Por Pablo Torres

NOTAS

  1. Las brigadas de salud, los colectivos de primera línea, así como numerosas otras formas de colectivos, comités, etc., constituyeron organismos de mucha importancia que se formaron desde abajo al calor de las luchas. En este artículo nos enfocaremos en las asambleas territoriales y el caso del Comité de Emergencia y Resguardo de Antofagasta. Para las brigadas de salud, ver: López, A. y Verdejo, M. Brigadas de salud. Memorias de Resistencia y Solidaridad. 2024. ↩︎
  2. “La policía estimó que en las cinco primeras semanas de movilizaciones habían participado unos 4,2 millones de chilenos. Y claro, solo a la Plaza Italia, el 25 de octubre de 2019, se estima que concurrieron 1,2 millones de santiaguinos.” ↩︎
  3. El estudio fue realizado en base a información que la población envió de forma voluntaria. Según GEOConstituyente “no se globaliza el total de asambleas y cabildos autoconvocadas”. ↩︎
  4. Rebelión social en la ciudad. Notas sobre significaciones políticas del octubre chileno. Varios autores. En: Universitas. Revista de ciencias sociales y humanas de la universidad politécnica salesiana. ↩︎
  5. Sobre asambleas en algunas localidades como valle Huasco (asamblea del agua de Huasco Alto, asamblea constituyente de Alto del Carmen, asamblea constituyente de Atacama) y otros territorios del país (Asamblea plurinacional de Panguipulli, Huechuraba, etc.) ver Rebelión social en la ciudad. Notas sobre significaciones políticas del octubre chileno. Varios autores. En: Universitas. Revista de ciencias sociales y humanas de la universidad politécnica salesiana. ↩︎
  6. Para un análisis un poco más detallado, revisar «Notas sobre el Comité de Emergencia y Resguardo en Antofagasta: una experiencia de coordinación y auto organización en el Chile de la rebelión». En: Rebelión en el Oasis (2021). ↩︎
  7. Desde Modatima se convocó cabildos por el agua “en diez de las dieciséis regiones del país, mayoritariamente en la zona central, logrando realizar una totalidad de cincuenta y cinco cabildos a nivel nacional (…) Además del MAT, cuarenta organizaciones convocaron a cabildos: treinta y dos del zonal centro (de las cuales dieciocho son de la Región Metropolitana), cinco del zonal norte y tres del zonal sur.” “Los cabildos se concentraron en regiones donde la problemática del agua es aguda y en comunas con alta conflictividad socioambiental.” En: Los cabildos por el agua del Movimiento por el Agua y los Territorios (octubre 2019-marzo 2020): un caso de experimento participativo y estratégico. ↩︎
  8. Según la sistematización de las universidades a estos cabildos de US, la dinámica fue orientar “tres preguntas gatilladoras, a saber: ¿Cuáles son las causas? ¿Existen demandas prioritarias para la ciudadanía? ¿Cómo es posible avanzar en mayor justicia social?” En ningún caso se planteaba la discusión del programa de acción frente a Piñera y el régimen y qué estrategia y tácticas a adoptar. ↩︎
  9. El otro punto ciego de Salazar ligado a esto es la pérdida de relevancia de los lugares de trabajo y el movimiento obrero desapareció del mapa con transformaciones del capital y del trabajo, cuestión que no atiende a la importancia creciente de las posiciones estratégicas del capital, condiciones contemporáneas que tendrá que emprender una revolución. El “bajo pueblo” es también una forma de representar al pueblo. ↩︎

Bibliografía

 Arendt, H. (2006) Sobre la revolución, Madrid, Alianza Editorial.

 Buono-Core, J. (2024). Los Cabildos Populares del Estallido Social Chileno: una lectura desde Hannah Arendt.

 Garcés, M. (2021). Asambleas territoriales. La nueva acción política. Revista Cal y Canto N° 8, julio de 2021. Orellana Águila, Nicolás. Asambleas territoriales y proceso constituyente en Chile. Entre afirmar autonomías y revitalizar la acción política.

 Salazar, Gabriel (2020). Acción constituyente. Un Texto Ciudadano y dos Ensayos Históricos. Tajamar ediciones.

 Salazar, Gabriel. (2019). Historia del Municipio y la Soberanía Comunal en Chile (1820-2016). Editorial Universitaria.

 Torres, Pablo y Tótoro, Dauno. (2021). Rebelión en el Oasis. Editorial ideas socialistas, 2021.

 Valenzuela, Katia. Asambleas territoriales. Reinventando lo político en las ciudades chilenas post revuelta. En: El despertar chileno. Revuelta y subjetividad política. CLACSO. (2022)

 Geo Constituyente: Cabildos y Asambleas Autoconvocadas. La recuperación de espacio público por parte de la organización popular. Revista Planeo Nº 42 Ciudades Rebeldes, enero 2020.

 Informe de síntesis encuentro metropolitano de asambleas territoriales, de la Coordinadora de Asambleas Territoriales (CAT).

 Los cabildos por el agua del Movimiento por el Agua y los Territorios (octubre 2019-marzo 2020): un caso de experimento participativo y estratégico. Varios autores. En: Experiencias participativas en el Chile actual. Riel editores, 2021.

 Participación popular y territorio durante el proceso constituyente chileno. Experiencias territoriales y acción colectica en Chile.

 Rebelión social en la ciudad. Notas sobre significaciones políticas del octubre chileno. Varios autores. En: Universitas. Revista de ciencias sociales y humanas de la universidad politécnica salesiana.

Diarios: Radio U. de Chile / El Desconcierto / CiperChile / Revista de Frente / La Izquierda Diario / Resumen

Análisis publicado originalmente el 18 de octubre de 2024 en La Izquierda Diario.


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