7 de noviembre de 2024. Detrás de las aulas, donde se supone que florece el conocimiento y la amistad, se esconde una realidad oscura y alarmante: la violencia escolar. Millones de niños, niñas y adolescentes en todo el mundo viven atemorizados, sufriendo el acoso físico y psicológico de sus compañeros. Un problema que va más allá de los golpes y las burlas, pues deja cicatrices profundas en el alma de las víctimas, afectando su salud mental, su rendimiento académico y, en los casos más extremos, arrebatándoles la vida.
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El ciberacoso, esa sombra que se extiende más allá de los muros escolares, se ha convertido en un flagelo del siglo XXI. Mensajes crueles, rumores infundados y amenazas constantes a través de las redes sociales, han transformado los patios de recreo en campos de batalla digitales, donde los más vulnerables son los principales objetivos.
Y mientras los niños y niñas sufren en silencio, los agresores, en muchos casos, quedan impunes. La legislación, en un intento por proteger a los menores, a menudo prioriza «el interés superior de la niñez», lo que ha llevado a que los acosadores se sientan invulnerables y continúen sembrando el terror.
Sin embargo, la comunidad internacional ha alzado la voz. El primer jueves de noviembre se conmemora el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, una fecha que nos recuerda la urgencia de actuar. Este año, bajo el lema «Proteger, educar, empoderar: Los y las estudiantes exigen escuelas seguras e inclusivas», la UNESCO ha puesto el foco en la voz de los estudiantes, quienes claman por un entorno educativo libre de violencia y discriminación.
La conmemoración de este año cobra especial relevancia al coincidir con la primera Conferencia Ministerial Mundial sobre la Eliminación de la Violencia contra los Niños, que se celebra en Bogotá, Colombia. Durante este encuentro, expertos, educadores, gobiernos y organizaciones de la sociedad civil se reunirán para buscar soluciones conjuntas y diseñar estrategias efectivas para erradicar la violencia en todas sus formas.
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La educación es la clave para construir un futuro más justo y equitativo. Al enseñar a los niños y niñas valores como el respeto, la empatía y la tolerancia, podemos prevenir el acoso y crear escuelas donde todos se sientan seguros y valorados. Además, es fundamental que los docentes estén capacitados para identificar y abordar situaciones de violencia, y que las escuelas cuenten con protocolos claros para prevenir y responder ante estos casos.
Pero la lucha contra la violencia escolar no es solo responsabilidad de las escuelas. Las familias, los medios de comunicación y toda la sociedad debemos unirnos para crear un entorno protector para nuestros niños. Es hora de romper el silencio, de denunciar cualquier forma de acoso y de exigir a las autoridades que tomen medidas contundentes para garantizar el bienestar de nuestros menores.
Cada niño y niña tiene derecho a crecer en un ambiente seguro y libre de violencia. Es nuestra responsabilidad protegerlos y empoderarlos para que puedan alcanzar su máximo potencial.
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