En la frontera sur de México, la crisis migratoria se ha convertido en una bomba de tiempo. Con el arribo diario de cerca de mil migrantes, principalmente de Centroamérica y Sudamérica, la falta de políticas migratorias efectivas ha dejado a alrededor de 45,000 personas varadas en el estado de Chiapas, particularmente en ciudades como Tapachula y Tuxtla Gutiérrez.
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Los migrantes, en su mayoría en tránsito hacia Estados Unidos, se encuentran atrapados por la burocracia, la saturación de las rutas migratorias y la ausencia de albergues adecuados. Muchos de ellos han optado por instalar campamentos improvisados en parques, aceras y otros espacios públicos de Tuxtla Gutiérrez, lo que ha generado tensiones con los residentes locales. Estas comunidades han comenzado a manifestarse exigiendo la reubicación de los migrantes, citando problemas de salud pública y seguridad.
El pasado 8 de noviembre, habitantes de al menos 10 colonias del sur de Tuxtla bloquearon una de las principales vialidades, el Libramiento Sur, demandando la atención de las autoridades ante lo que describen como condiciones insalubres e inseguras generadas por los campamentos migrantes.
Las autoridades, en respuesta a las manifestaciones, se comprometieron a censar los campamentos y reubicar a los migrantes en espacios seguros, además de implementar operativos de seguridad en las zonas afectadas. Sin embargo, la situación sigue tensa, ya que el problema del flujo migratorio no ha disminuido.
El reciente desalojo de cerca de 300 migrantes de parques en Tuxtla Gutiérrez es un reflejo de la saturación de las rutas migratorias en la región. A pesar de estas acciones, la desesperación entre los migrantes aumenta.
Además, la incertidumbre por el futuro migratorio en Estados Unidos, especialmente con el regreso de Donald Trump a la presidencia, ha generado nerviosismo entre los migrantes que ven la posibilidad de perder su oportunidad de ingresar al país.
Las caravanas de migrantes que partieron recientemente de Tapachula y Tuxtla Gutiérrez son de las más numerosas registradas en el actual gobierno mexicano. Sin embargo, con la victoria de Trump, los migrantes sienten que están corriendo contra el tiempo para cumplir su sueño de llegar a Estados Unidos.
La situación en la frontera sur sigue sin resolverse, mientras el flujo migratorio aumenta y las soluciones parecen más lejanas. Las autoridades mexicanas y estadounidenses se enfrentan al reto de gestionar una crisis humanitaria que afecta tanto a los migrantes como a las comunidades locales.
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