Las montañas de la locura

La burguesía no logra calibrar sus equipos gobernantes y parecen muy lejanos los días de la generación dorada de la Concertación. Una nueva dictadura se forja a martillazos y su épica «democrática» parece sacada de una narración infernal de H.P. Lovecraft.

Las montañas de la locura

Autor: Gustavo Burgos

Las Montañas de la Locura, es una novela de Lovecraft, quizá su mayor trabajo. Buena parte de la literatura fantástica contemporánea tributa a esta monumental e injustamente ignorada obra. Tal olvido no es casual, cuesta mirarse a los ojos en el espejo. La clave del pensamiento burgués, desde el Renacimiento, ha sido esa pretensión totalizadora de raíz científica que se encuentra presente en las máquinas de Da Vinci, en los coros de Beethoven, en los personajes secundarios de Julio Verne o en la luz de las pinturas de Vermeer. Esta clave era revolucionaria, laica y cosmopolita. Pero ante todo descarnada.

Uno de sus rasgos primordiales era su carácter oblicuo. Veamos. Si somos capaces de concentrarnos en los elementos accidentales del cine —por ejemplo— como el vestuario o los extras, habremos desarrollado una capacidad de crítica igualmente totalizadora, apartándonos de aquello que se nos quiere mostrar, liberándonos del relato propuesto por el autor. En efecto, el pensamiento revolucionario (aún el burgués) ha perseguido históricamente tal tarea, develando la lógica que subyace a la ritualidad y al lenguaje del poder. La Crítica de la Economía Política puede reducirse a fin de cuentas a tal ejercicio, desnudando el papel de la mercancía en la sociedad capitalista y por su intermedio la teoría del valor y la plusvalía característicos de la particular explotación capitalista.

El Manifiesto Comunista, es un programa político precisamente por su capacidad metódica develadora. Un temprano error de traducción atribuye a su primera frase la expresión “fantasma”, algo muerto, al referirse al comunismo, cuando en realidad lo que dice es “espíritu” (Ein Gespenst geht) lo que recorre Europa. El espíritu de la revolución. Sin embargo, este oportuno error de traducción nos permite comprender la esencia de lo que está en juego en el debate político.

El análisis jurídico a su turno, una forma menor de pensamiento contable, discurre entre la norma y el hecho social en tanto prótesis del pensamiento político burgués. Valorar que “una institución funcione” cualquiera sea la forma en que lo haga, importa no solo una renuncia a la transformación social, sino que además es una explícita reivindicación del papel contrarrevolucionario de las mismas. Hemos de señalar que toda vez que el discurso político se apoya en los axiomas jurídicos estamos en presencia de un discurso contrarrevolucionario. Al contrario, cuando el discurso político es capaz de subordinar a lo normativo, estamos en presencia de —un intento al menos— rebelión en el plano político.

El día de hoy la audiencia de formalización de Manuel Monsalve concentró el problema descrito. El Gobierno aplaudió la escena en tanto revelaría que “las instituciones funcionan”, demostrando a su turno “que nadie está sobre la ley”. Tal declaración no puede ser más intrascendente y pusilánime. Valorar el procedimiento judicial sobre Monsalve equivale a observar el incendio de una escuela repleta de niños felicitándose por tanto el hecho “demostraría la validez de las leyes de la combustión”.

La imputación que pesa sobre Monsalve es de la mayor abyección en la sociedad contemporánea. Violar una mujer sigue siendo uno de los crímenes más aberrantes del catálogo criminal, superado solo por la pedofilia. Las circunstancias de ser el imputado el hombre que tiene en su mano el aparato represivo del Estado —Subsecretario de Interior— no pueden ser sacadas del análisis del hecho porque tales le dan todo su contenido político.

Si quienes omiten tales circunstancias son los que en primer momento lo ampararon (Boric y Tohá), luego de hecha pública la denuncia en su contra le permitieron renunciar en el Palacio de Gobierno proclamando su inocencia. Si quienes omiten estas circunstancias y contra toda evidencia salen —como hizo Boric el 18 de octubre pasado— a proclamar su presunción de inocencia, para luego —una vez sumido el Gobierno en el más completo descrédito— defenestrar a Monsalve por haber traicionado al Presidente de la República, resulta evidente que quienes niegan el carácter político del delito imputado a Monsalve son responsables —también en el plano político— de su comisión.

Monsalve no fue puesto en su cargo por un platillo volador. Militante socialista de última hora, ingresa a los 27 años al PS [Partido Socialista de Chile], dos años después de terminada la Dictadura. Luego hace una carrera, no meteórica pero ordenada y racional, para llegar a la cúspide del Estado de la mano de un Presidente al que no apoyó electoralmente más que con el voto en segunda vuelta. No olvidemos que Monsalve votó por Provoste en noviembre de 2021 y que, al igual que los PPD, ingresaron por la ventana a La Moneda.

Monsalve, durante su cargo fue el responsable operativo de los permanentes Estados de Excepción de la Araucanía, zona castigada militarmente por las FFAA desde el 11 de marzo de 2022 hasta el día de hoy. Fue responsable del endurecimiento penal persecutorio que ha llevado tras las rejas a activistas políticos en mayor número y con mayores penas desde 1990. A Monsalve hemos de atribuirle la criminalización de toda forma de protesta social y especialmente el masivo encarcelamiento de mapuches y militantes de la revuelta. Montajes policiales como el de Villa Francia, desalojos masivos de pobladores en tomas de terreno fueron llevados adelante con la implacable mano represiva del Sheriff como cariñosamente lo motejaba la prensa del régimen.

Que un advenedizo médico de provincia haya llegado a tal cumbre de poder, solo puede explicarse por la completa impunidad con que operó desde el primer momento. La impunidad que ofreció al general director de Carabineros, Ricardo Yáñez, responsable de masivas violaciones a los DDHH durante el Estallido y aquella que ofrendó al propio Sebastián Piñera. Así construyó su poder. Monsalve resume el transfuguismo político del Gobierno y cae en desgracia peleando por el establecimiento de una nueva Dictadura en nuestro país. Dilecto agente del poder, aún esposado y humillado como lo vimos ayer, sigue siendo referido como «Subsecretario«, porque todos entienden que es en tal calidad que llegó tras las rejas y que por tal prepotencia llegó a verse envuelto en los hechos que lo condenaron, como está condenado políticamente por el juicio popular. Lo que resta es lo que diga a su respecto los tribunales del régimen. Punta Peuco está repleto de esta escoria del poder.

El encarcelamiento de Monsalve, finalmente, lejos de aplacar la guerra palaciega que azota al régimen, no logrará sino radicalizarla. Anteayer encarcelaron a Cathy Barriga, nuera de uno de los coroneles de la UDI y máxima figura del pinochetismo tardío, Joaquín Lavín. ¿Mañana será la diputada Catalina Pérez o se destituirá a otro ministro de Estado o de la Suprema? No lo sabemos. La burguesía no logra calibrar sus equipos gobernantes y parecen muy lejanos los días de la generación dorada de la Concertación. Una nueva dictadura se forja a martillazos y su épica «democrática» parece sacada de una narración infernal de H.P. Lovecraft. No hay más épica que la represión, no hay más problema social que su sintomatología delictiva. No podemos perdernos en esos monstruosos laberintos palaciegos, no esta vez. Que esta crisis contribuya al alzamiento del pueblo en contra del conjunto de este régimen, aquél parido por el Acuerdo por la Paz una lejana noche porteña, el 15 de noviembre de 2019, entre gallos y medianoche.

Por Gustavo Burgos

Columna publicada originalmente el 15 de noviembre de 2024 en El Porteño.


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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