Por Daniel Jadue
Alguna vez Joseph Stiglitz dijo que el sistema de las AFP eran una estafa. En esta columna, derivada de un informe desarrollado por el Centro de Estudios Nacionales para un Desarrollo Alternativo (Cenda), les daré algunas razones para estar profundamente de acuerdo con él, a pesar de su condición de partidario del neoliberalismo.
La semana recién pasada el Cenda presentó su Índice Mensual de Actividad Económica Interna –Imacei-, actualizado con las contribuciones previsionales de septiembre de este año, que constituyen un censo de las nóminas de pago de todas las empresas y personas empleadoras del país. A través de ellas, comprueban que el promedio móvil de 12 meses cayó en seis mil ocupaciones, respecto de la misma medida en el mes anterior, con lo que se completaron 20 caídas mensuales consecutivas del empleo formal, acumulando a la fecha una pérdida de 87 mil ocupaciones en los últimos 12 meses y 156 mil desde enero de 2023, que es cuando se iniciaron las caídas.
Esta caída del empleo formal es la más prolongada de las últimas décadas y se origina, según el estudio, exclusivamente en las políticas exageradamente contractivas de la autoridad monetaria y fiscal chilena [1]. Se constata también importantes pérdidas en los valores de la cuota y fondo AFP publicados diariamente por la Superintendencia de Pensiones. Durante la presente década, las pérdidas de cuota y fondo, originadas en la fuerte depreciación del peso respecto del dólar y de este, respecto del oro, sumadas a caídas de activos financieros nacionales e internacionales, han contraído el valor real de la cuota, del fondo y de sus ganancias brutas, al nivel que tenían una década y media atrás.
Así las cosas, las ganancias brutas acumuladas por el fondo AFP desde su creación y hasta septiembre de 2024, se han contraído hasta oscilar alrededor de cien mil millones de dólares. Ello significa una pérdida, en octubre de 2022 y octubre de 2023, de hasta los 80 mil millones de dólares, lo que representa cerca de un 40 por ciento de su valor máximo alcanzado en enero de 2021, siendo su orden de magnitud el doble del total de los retiros. De este modo, las ganancias brutas del fondo, descontadas las conocidas y suculentas “comisiones fantasmas” pagadas a gestores bursátiles, apenas cubren las comisiones y primas netas cobradas por el sistema AFP, reduciendo la ganancia neta del fondo AFP a una cifra cercana y en ocasiones menor que cero.
El fondo ha arrojado pérdidas netas en varias ocasiones, incluida toda la década de 1980, unos meses durante la crisis asiática de fines de los años 1990, los cuatro primeros años del presente siglo durante la crisis “puntocom”, unos meses durante las crisis “subprime” y “COVID”, y nuevamente en octubre de 2022 y 2023, recién pasados. En septiembre de 2024 las ganancias netas se habían reducido al equivalente a cerca de nueve por ciento del fondo de pensiones, que a la fecha alcanzaba a 203 mil millones de dólares.
Calculada en dólares, la tasa interna de retorno [2] de los aportes netos, tanto de afiliados como del Fisco a las AFP desde su creación, alcanzaba en ese momento a un 0,65 por ciento anual. Calculada en UF, sube a 1,95 por ciento y, si se agregan las reservas técnicas de las pensiones vitalicias adeudadas por compañías de seguros, sube alrededor de un punto porcentual. Un resultado bastante magro por decirlo de manera elegante.
El estudio constata, además, que la sostenida alza de salarios reales compensa la sucesiva caída en el empleo experimentada desde enero de 2023, resultando, a pesar de todo, en un incremento de la masa salarial imponible y de la recaudación de contribuciones previsionales en ese período, las que acumulan cerca de 291 mil millones de dólares desde 1981 hasta septiembre de 2024. Solo en los en los últimos 12 meses la suma asciende a 14 mil millones de dólares, lo que equivale a cerca de un quinto (19,4%) de la recaudación tributaria total del Fisco y a un 4,4 por ciento del PIB. Nótese que representa más que las reformas tributarias planteadas desde el fin de la dictadura hasta nuestros días.
Lo anterior no es menor, ya que si en vez de entregarle estos dineros a las AFP, se destinaran directamente a pagar pensiones sobre la marcha [3], como hacen muchos países desarrollados, las contribuciones previsionales actuales permitirían financiar más de dos veces el costo total de las pensiones que paga el sistema AFP en la actualidad, sin subsidio fiscal alguno y sin subir la tasa actual de ahorro forzoso, que es lo que se está discutiendo hoy en nuestro país. Como el objetivo central -aunque no declarado- del sistema es utilizar los fondos de la clase trabajadora para financiar el mercado de capitales de la clase dominante, el 84 % de sus cotizaciones es desviado a pagar comisiones y primas cobradas por sus gestores y al mercado de capitales, que financia con los dineros de la clase trabajadora los estupendos negocios de grandes empresarios nacionales y extranjeros. Especialmente los de cuatro reconocidos grupos nacionales que controlan el mismo sistema AFP, a partir de las compañías de seguros relacionadas con el negocio. Simplemente notable.
Tras pagar las onerosas comisiones de administración cobradas por AFP y traspasar a compañías de seguros las primas de invalidez y sobrevivencia, la mayor parte de las contribuciones previsionales van al fondo AFP, desde donde cerca de la mitad se traspasa a las compañías de seguros como “primas únicas” y comisiones de nuevas rentas vitalicias. De este modo, cerca de la mitad de la recaudación total es traspasada de inmediato y en propiedad plena a las compañías de seguros, y la mitad de estas primas brutas, son a su vez embolsadas por las aseguradoras que pertenecen a los cuatro grupos referidos. Dos aseguradoras extranjeras reciben asimismo parte significativa de estas transferencias.
Es decir, con menos de la mitad del enorme flujo de primas brutas que reciben cada mes, las compañías de seguros pagan las que corresponden a ese mes, de estas y de todas las contratadas con anterioridad. Como si esto fuera poco, parte del saldo de primas brutas del mes es registrado en sus balances como activos denominados “reservas técnicas” de las pensiones que adeudan hacia el futuro y, junto con el fondo AFP, constituyen un aporte directo de la clase trabajadora y del Estado, en la forma de subsidios, al mercado de capitales de la clase dominante, aporte que, según el Banco Central, financia la mayor parte del crédito de las empresas que operan en el país y parte significativa del que prestan los bancos, así como del patrimonio bursátil de las que se transan en la bolsa chilena.
Por cierto, otras empresas pertenecientes a los dueños de estas compañías de seguros figuran entre las mayores receptoras de inversiones de las “reservas técnicas” de las mismas, y también de las inversiones del fondo AFP en el país. ¿Qué escenario podría ser mejor para la clase dominante? Mientras pagan salarios y pensiones de hambre, financian, con el dinero de la clase trabajadora que ellos mismos explotan, a sus empresas y tienen, en ambos lados, ganancias multimillonarias [4], y, cuando hay turbulencias, los que pierden son las y los trabajadores. Esto explica que la mitad de las y los trabajadores y trabajadoras, que cotizaron entre 35 y 40 años y se pensionaron en septiembre de 2024, recibiera una pensión autofinanciada de vejez menor a $288.499, como lo indica el estudio de la Fundación Sol y esto explica, de manera simple, por qué resulta urgente reemplazar el actual sistema de capitalización individual por un sistema de seguridad social que financie pensiones suficientes.
En síntesis, menos de un sexto de las contribuciones previsionales recaudadas fue destinado a financiar el modesto aporte del sistema AFP a las pensiones miserables de sus afiliados, ya que dos tercios de las mismas fueron financiados por parte del Estado, con subsidios monetarios directos, bonos de reconocimiento y PGU, aportes que, dicho sea de paso, nuevamente crecieron cerca de 10 %, hasta alcanzar 4,2 mil millones de dólares en los últimos 12 meses.
Ahora, si hacemos un poco de historia, el total acumulado de subsidios directos a las pensiones AFP desde la creación del sistema en 1981 suma casi 74 mil millones de dólares en moneda de hoy, los que, increíblemente, el Fisco ha financiado contrayendo una deuda de monto similar con el mismo fondo AFP y las reservas técnicas de las compañías de seguros. Dicha deuda representa hoy cerca de dos tercios de la deuda fiscal total, que asciende al 41% del PIB. Es decir, el fisco chileno incurre en la irracionalidad de endeudarse con el sistema para suplementar las pensiones de hambre pagadas por el mismo sistema, mientras éste desvía el 84 por ciento de las cotizaciones obligatorias recaudadas.
Sumados estos subsidios al gasto fiscal en pensiones públicas, el gasto previsional del Estado absorbe más de un quinto (22,8%) del gasto fiscal total y cubre cerca del 88 por ciento del gasto nacional en pensiones, lo que a cualquiera debiera generarle no solo suspicacia sino también indignación.
A septiembre de 2024, el monto de dicho excedente corriente neto aportado por los afiliados y el Fisco al sistema AFP acumula cerca de 243 mil millones de dólares, cifra que está en el mismo orden de magnitud del PIB del año recién pasado. Dicho excedente cubre con creces el valor total del fondo AFP y la mayor parte de los demás beneficios netos retirados por los afiliados, incluidos los retiros autorizados por el Parlamento en 2020 y 2021, únicos años en que el sistema AFP restituye a las personas afiliadas más dinero del que ellas y el Fisco aportaron al sistema.
Dicho gigantesco excedente es equivalente al déficit fiscal que ha representado el desvío del grueso de las contribuciones a la seguridad social y al ahorro forzoso en el mercado de capitales, agravado, por cierto, por una gestión privada que gana siempre, aunque las y los trabajadores pierdan. En efecto, sin este desvío, el excedente acumulado sería excedente fiscal neto, si el Fisco hubiera recaudado las mismas contribuciones y hubiera pagado las mismas pensiones. Saque Ud. sus propias conclusiones.
Para acabar con este gigantesco abuso impuesto en dictadura y agravado en democracia, ha llegado el momento de terminar con esta gigantesca, regresiva y “atípica transferencia forzosa al sector privado”, como la califica el reciente informe tributario de la OCDE, solicitado por Hacienda, y una de las formas es entregando al pueblo trabajador la libertad de elegir qué hacer con sus contribuciones a la seguridad social, autorizando a cambiarse voluntariamente al Instituto de Previsión Social (IPS), trasladando sus contribuciones previsionales pasadas y futuras a dicha institución y permitiéndole retirar el saldo remanente de sus ahorros previsionales. Esto permitiría sin duda mejorar las pensiones actuales inmediatamente, bajar la deuda fiscal significativamente, aumentar la recaudación y terminar con la estafa más grande de nuestra historia.
Por Daniel Jadue
Arquitecto y Sociólogo
[1] La reciente decisión del BC [Banco Central] mantiene una política monetaria restrictiva, y el ministro de Hacienda ha sugerido recortes adicionales del gasto público.
[2] En términos simples, la tasa interna de retorno (TIR) es el porcentaje de ingresos que se obtiene periódicamente debido a una inversión. Por ejemplo, si del análisis de un proyecto en dólares se obtiene una TIR de 10% anual, significa que por cada 100 dólares invertidos se obtiene un ingreso de 10 dólares cada año.
[3] Este concepto se refiere a lo que se conoce como sistema solidario de reparto, en donde las generaciones que están trabajando hoy le pagan las pensiones a los que ya no trabajan porque son pensionados.
[4] AFP Plan Vital (Generali Group) tuvo utilidades por más de $42.522 millones entre enero y septiembre de 2024. Un aumento de 30,4% respecto a igual periodo de 2023. Esto equivale a una utilidad diaria de $155.192.270.
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