Por Javier Molina Johannes [1]
Durante los años sesenta surgía en Chile una revista llamada Fiducia, cuya experiencia ideológico-política tendrá consecuencias hasta hoy. En 1961, llegaban dos brasileros a Santiago, quienes venían a dar unas charlas: una de ellas en el colegio Sagrados Corazones de Alameda y otra en la sede de la Juventud del Partido Conservador. Esos señores, Fernando Furquim de Almeida y Paulo Corrêa de Brito Filho, eran miembros de la TFP –acrónimo de la Sociedade Brasileira de Defesa da Tradição, Família e Propriedade– presidida por Plínio Corrêa de Oliveira, uno de los principales cruzados anticomunistas del siglo XX, y tenían como objetivo propagar su misión contra-revolucionaria en las juventudes católicas chilenas. En esa oportunidad, uno de sus oyentes era el mismísimo Jaime Guzmán Errázuriz, quien destacó el ímpetu contrarrevolucionario como una imperiosa necesidad de la Juventud católica en la Revista Escolar del establecimiento de los Sagrados Corazones, donde estudiaban varios de sus futuros camaradas gremialistas.
Sumado a otros aspectos, ahí comenzaba la renovación del discurso de las derechas chilenas que culminaría su primera etapa con la consumación del Golpe de Estado de 1973 y que tendría a Guzmán como uno de sus principales representantes, tanto del Golpe como de la implantación del nuevo régimen y la reformulación del sentido común chilensis. Al menos, esa primera etapa de Guzmán culminaba ahí, luego, vendrá un aggiornamento con los Chicago boys y la promoción de la “UDI popular”. No obstante, la resonancia de aquel “pensamiento” tradicionalista a través de sus militantes, claramente, no acaba ahí. Una “nueva” generación de plinianos, continuarán disputando por una Contra-revolución cultural, y actualmente siguen influyendo en la opinión pública chilena: han luchado contra el divorcio en los noventa, contra el aborto en los dos mil y contra cualquier política que tenga vinculación con lo que denominan “ideología de género” –término cabe recordar, surgido en el mismísimo Vaticano–.
En fin, hay muchos tipos de tradicionalistas y variados movimientos. Entre ellos, pueden encontrarse desde personas nostálgicas, con deseo por retornar a las costumbres de antaño, cercanos al conservadurismo, como también quienes rechazan el establecimiento de ciertas prácticas, como aconteció con el Concilio Vaticano II y la imperiosa búsqueda por restablecer un Orden perdido: una idea que los llevará a tratar de implementar un modelo medieval sustentado en imágenes del siglo XIII europeo, fundamentado supuestamente en el tomismo. Dentro de ese campo –también diverso– del Tradicionalismo católico, encontramos a los antiguos fiducianos –luego, devenidos tefepistas– con varias organizaciones activas. Esta vertiente venía a enfrentar a la Revolución en sus más diversos formatos, porque según Plínio Corrêa de Oliveira (1959) era la destrucción del orden cristiano; veremos rápido su deriva.
Como herederas de aquel Tradicionalismo católico pliniano, las actuales organizaciones civiles Acción Familia y Credo Chile siguen construyendo esta Contra-Revolución cultural que traban mediante un complejo ecosistema mediático. Ya la creación de la revista Fiducia, proyecto que permitió una resonancia ideológica dentro de las capas conservadoras chilenas, repercutió en las derechas políticas del momento e influenció en la producción de una retórica catastrófica y confrontacional tanto contra las izquierdas -fueran marxistas o no- como contra las reformas eclesiales venidas del Concilio Vaticano II, es decir, todo el ataque a los curas obreros que se vivenció durante la dictadura chilena –desde el mismo 11 de septiembre de 1973– se podría sustentar en aquella narrativa. Lo anterior, llevaría a un proceso de demonización del enemigo político. En consecuencia, se instauró una verdadera cruzada contra el comunismo que decantó en una caracterización del marxismo como la verdadera catástrofe civilizatoria, descrito como un mal espiritual, de una supuesta perversidad intrínseca.
Ahora bien, las organizaciones civiles señaladas –Acción Familia y Credo Chile– siguen divulgando un relato similar, a pesar de que han actualizado sus “enemigos” y por tanto tratan “nuevos tópicos”. Es sobre ello que profundizaremos rápidamente. Así, fundamentándose en las mismas obras de Plínio Corrêa de Oliveira, especialmente en su Revolução e Contra-Revolução (1959), aquéllas continúan promoviendo la desigualdad y la jerarquía social, como también la preservación de una supuesta Familia tradicional. Es más, buscando comprender estos posicionamientos, cabe recordar la propia definición de Acción Familia [2] (2001), quienes hablaban de la preponderancia de una Revolución cultural, y, por tanto, la necesaria Contra-Revolución cultural, basándose en la obra de Oliveira. Lo anterior, en gran medida, ha conllevado a un fuerte ataque a las diferentes políticas de género, lo que se evidencia en una de las últimas publicaciones sobre la declaración Fiducia supplicans del Vaticano [3].
Como se puede visualizar en las redes del Instituto Plínio Corrêa de Oliveira [IPCO] tanto José Antonio Ureta como Julio Augusto Loredo han sido convidados recientemente para realizar conferencias y presentaciones en el marco del lanzamiento de su último libro (Loredo y Ureta, 2024). Asimismo, cabe destacar que este ya tiene una traducción al portugués y ha sido lanzado en diversas ciudades brasileras durante el presente año. En otras palabras, podemos esclarecer la férrea difusión contra lo que llaman revolución neopagana y, además, esclarecer parte de las redes de sociabilidad de estas agrupaciones. En el libro, Ureta y Loredo (2024) denominan lobby homosexual a la aceptación de posturas más inclusivas en la Iglesia Católica en relación a lo que llaman una de las mayores convulsiones de la historia. Asimismo, señalan que la incorporación de esta revolución sexual se sustentaría en una corrupción intelectual al interior de la Iglesia Católica, llegando a decir que existiría una invasión de la homosexualidad en la institución, la que habría sido planificada para imponer un relativismo moral en los ambientes católicos (Ureta y Loredo, 2024). En resumen, lo que denominan una guerra cultural para destruir los valores de la civilización occidental católica.
Ahora bien, El Dique roto de José Antonio Ureta Zañartu y Julio Augusto Loredo de Izcue, no es una novedad narrativa, y está en concordancia con la batalla cultural que promueven las “Nuevas Derechas”. Mejor dicho, el discurso de éstas contra los movimientos feministas –o lo que han llamado como ideología de género– usa argumentos cuyas bases encontramos en estas líneas teológico-políticas del Tradicionalismo católico. Lo anterior, también sucede, por ejemplo, en relación a las discusiones sobre el aborto, que ha sido descrito por Credo Chile como posiciones que promoverían una sociedad anticristiana [4] [sic]. De este modo, también hallamos aristas de estos discursos de odio, de esta Contrarrevolución cultural, tanto en las discusiones contra el matrimonio igualitario como sobre la Educación Sexual Integral (ESI), un paralelismo con lo que anteriormente ya disputaban respecto a la pastilla del día después y contra la legislación sobre el divorcio [5].
En este sentido, muchas derivas de las “Nuevas Derechas” no se diferencian mucho del antiguo argumento tefepista y vemos una importante resonancia entre los ataques a la “ideología de género” que realizan quienes se presentan como voces renovadas de las derechas –Agustín Laje– con el Tradicionalismo católico. En fin, sólo un ápice de sus comuniones ideológicas. De esta manera y como pudimos evidenciar en 2021 en la intervención de Juan Antonio Montes Varas representando a Credo Chile durante el Proceso Constituyente-1[6], las organizaciones plinianas contemporáneas procuran anclar sus conceptualizaciones y reforzar estas perspectivas tanto en la institucionalidad chilena como en la sociedad civil, robusteciendo un sentido común conservador; en otros términos, promoviendo discursos de odio a partir de sus visiones de mundo excluyentes y discriminatorias. De este modo, no es casualidad que esta corriente neorreaccionaria, en un escenario rizomático del mundo digital, tras ocupar espacios comunicacionales que la Iglesia Católica había desocupado, se reposicione nuevamente con cierta legitimidad entre sectores conservadores. En resumen, en el Tradicionalismo católico encontramos posturas opuestas al diálogo y a la inclusión; al contrario, emergen varios aspectos que fomentan la discriminación y los discursos de odio. En ese sentido, estas vertientes, a través de las organizaciones esbozadas promueven la restauración de un supuesto “Orden natural”, que podría ser catalogado como anti-progresista e, incluso, dado los fundamentos teológico-políticos, anti-liberal. En fin, esbozamos algunos elementos de esta ideología contrarrevolucionaria que forma parte clave de los actuales discursos de odio de inspiración religiosa.
Por Javier Molina Johannes
[1] Sociólogo. Latinoamericanista e investigador de las derechas. | @jamojoh
[2] Acción Familia. (2001). La Revolución cultural: Un smog que envena a la familia chilena. Tolerancia – No discriminación – Derechos humanos. Santiago, Chile: Comisión de Estudios de Acción Familia.
[3] Ureta Zañartu, J. A. y Loredo de Izcue, J. (2024). El dique roto: La rendición de Fiducia supplicans al movimiento homosexual. Lima, Perú: Tradición y Acción por un Perú Mayor.
[4] Credo Chile. (2015). Los muertos no callan. Santiago, Chile: Credo Chile.
[5] Acción Familia. (2001). La Revolución cultural: Un smog que envenena a la familia chilena. Tolerancia – No discriminación – Derechos humanos. Santiago, Chile: Comisión de Estudios de Acción Familia.
[6] Credo Chile. (2021a). Debate en la Convención Constitucional – I PARTE [en línea]. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=xQvGEVB1ISo
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