Nació en 1938 entre la Sierra Madre y el océano Pacífico, en la ranchería El Porvenir del municipio de Atoyac, en el seno de una familia campesina revolucionaria. Su abuelo había combatido en las tropas de Emiliano Zapata. Su tío Pablo había sido también zapatista y luego había participado en la guerrilla de los Hermanos Vidales contra empresarios españoles que monopolizaban el comercio de productos agrícolas, obtenían enormes beneficios a costa de los campesinos y mandaban asesinar a los inconformes.
Estudió en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. Fue líder estudiantil y secretario general de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México. Se formó políticamente en el movimiento dirigido por Genaro Vázquez para después vincularse con el Partido Comunista Mexicano, el Movimiento de Liberación Nacional fundado por Lázaro Cárdenas y la disidencia magisterial encabezada por Othón Salazar.
Emprendió su labor docente en Mezcaltepec, en su municipio natal de Atoyac, donde lideró a los ejidatarios en su lucha contra una compañía maderera que arrasaba los bosques. Los talamontes consiguieron que fuera transferido a una escuela en Atoyac, donde siguió su lucha, fundando una Delegación de la Central Campesina Independiente. Esto hizo que lo alejaran de la región, llevándolo al norte de México, a Durango, donde se unió a quienes ocuparon el Cerro del Mercado para demandar la expropiación y la socialización de la minería de hierro. Entonces fue devuelto al pueblo de Atoyac. Ahí, en 1967, participó en una protesta en la que policías dispararon contra la multitud y mataron a once personas. Querían asesinarlo y luego intentaron culparlo de la matanza. Él huyó a la sierra y se volvió guerrillero.
Según lo que él mismo explicaba, tomó las armas contra quienes masacraban al pueblo, contra los policías, contra los militares y contra las guardias blancas, pero también contra sus amos, contra gobernantes, caciques, talamontes, grandes terratenientes y ricos empresarios. Conservamos sus discursos indignados ante la represión, la impunidad, el despojo, la miseria de los campesinos, la desigualdad, la demagogia del gobierno, la desunión del pueblo e incluso la violencia contra las mujeres. Dejó claro también que su lucha era contra el imperialismo estadounidense y coincidía por ello con la del Che Guevara, Fidel Castro y Salvador Allende, pero prefería poner el acento en los gobiernos mexicanos que empobrecían y reprimían al pueblo.
Desconfiaba de la izquierda urbana intelectual y particularmente de los estudiosos del marxismo-leninismo. Su lema era «ser pueblo, hacer pueblo y estar con el pueblo». Hablando siempre de forma popular, sencilla y un tanto exuberante, se identificaba con los despojados, con los empobrecidos, con los pobres.
Fundó el Partido de los Pobres y su Brigada Campesina de Ajusticiamiento. Sus columnas llegaron a tener a unos 120 guerrilleros. Fueron muchos, pero no suficientes al ser perseguidos y rodeados por más de siete mil soldados bien armados. Él siempre fue la presa principal.
Cazándolo, el Ejército mexicano se lanzó contra los habitantes de la sierra y la costa de Guerrero. Miles de campesinos y campesinas inocentes sufrieron torturas, violaciones, asesinatos y desapariciones. También se hambreó a la población para que dejara de alimentar a la guerrilla.
Lucio Cabañas murió en combate el 2 de diciembre de 1974. Fue hace exactamente cincuenta años. Eran sólo cuatro guerrilleros y fueron acorralados por treinta militares.
El cadáver de Lucio fue exhibido como un trofeo. Se le clavaron grapas en el abdomen para acelerar la descomposición de su cuerpo. Un automóvil se paseó por Atoyac y anunció festivamente que «el bandido» había muerto.
Ya desde antes de su muerte, los policías y militares comenzaron a investigar concienzudamente su árbol genealógico. Muchos de sus familiares, incluidos los más lejanos y menores de edad, fueron perseguidos, secuestrados, torturados, asesinados y desaparecidos.
La última esposa de Lucio, la también guerrillera Isabel Anaya Nava, sufrió torturas y violaciones sexuales por parte de militares. Luego fue liberada por el gobernador guerrerense Rubén Figueroa Figueroa, quien también la violó y la dejó embarazada. Finalmente, el 3 de julio de 2011, Isabel fue asesinada a balazos junto con su hermana Reyna cuando ambas salían de una iglesia en la comunidad de Xaltianguis del municipio de Acapulco.
Poco más de tres años después del asesinato de Isabel, el 26 de septiembre de 2014, ocurrió la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, en la que Lucio había estudiado. Uno de los estudiantes desaparecidos, Cutberto Ortiz Ramos, era nieto de un pariente de Lucio, Felipe Ramos Cabañas, quien también desapareció junto con su padre y sus tres hermanos después de ser detenidos por soldados en 1975.
Es como si hubiera una maldición contra Lucio, contra su estirpe, contra los suyos, contra los pobres. Tal vez no sea más que la maldición de la pobreza. Quizás esta maldición explique la impunidad que sigue reinando en relación con los crímenes de los que fueron víctimas.
Por David Pavón-Cuéllar
Intervención en un homenaje a Lucio Cabañas Barrientos, en el cincuenta aniversario de su muerte, el 2 de diciembre de 2024. Blog del autor.
Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.