Sin embargo, hay que comprender que ninguno de ellos tenía ideales anarquistas, por lo tanto, la llegada al poder siempre fue objetivo. “Nunca haría campaña por Bachelet ni llamaría a los jóvenes a votar por ella”, sentenció categóricamente Camila Vallejo el 2011. Karol Cariola inició su carrera política en Concepción lanzando todos sus dardos hacia la Concertación y especialmente a Bachelet, responsabilizándola de la profunda crisis educacional que veníamos ya atravesando. Por su parte, Guillermo Petersen, el “ultrón” dentro de la Confech, también repetía enfáticamente estos dichos.
Es cierto que no existen trabajos revolucionarios, que uno siempre vende su fuerza de trabajo a un capitalista y que siempre seremos una contradicción en lo laboral. Sin embargo, ellos decidieron ser dirigentes político-sociales, por lo tanto, la coherencia política es su única dignidad. Una cosa es trabajar para un capitalista y otra es ser parte activa de un gobierno reformista y neoliberal. Por esto es totalmente incorrecta la justificación simplista que han dado por su cambio de bando, especialmente la de Guillermo Petersen.
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Recientemente, Camila Vallejo y Karol Cariola se han quejado por el acuerdo entre el gobierno y la oposición para llevar a cabo la Reforma Tributaria. Pero, en vez de quejarse, ellas debieran dar explicaciones, pues son parte de este gobierno gatopardista; es más, gracias a acuerdos malolientes como el que hoy les molesta, es que ellas están en el Congreso. Pero más allá de centrar la discusión en alguno de ellos, al final del día sus nombres y sus personalidades son una anécdota, pues lo que queda como gesto político es la transformación que tuvieron. En la población, en los sindicatos, en las universidades, en las calles, la sabiduría popular señala que simplemente se vendieron. Que se planteaban como enemigos de la Concertación sencillamente porque no los dejaban ser parte de ella. Que les molestaba la institucionalidad vigente sólo porque no podían beneficiarse de ella. Así, los niños de la Jota, del NAU, del Fel y de otros movimientos, al ver un espacio dentro del poder, cambiaron repentinamente la postura política.
Lo delicado es que ese cambio del discurso le hace un profundo daño al movimiento popular. Pues genera una gran desconfianza hacia los dirigentes en general, y provoca una decepción sobre la lucha y la movilización, ya que el pueblo ve con malos ojos que todo lo que estos ex dirigentes condujeron en 2011 llegó a un pésimo puerto. De los políticos viejos, de la derecha, no hay nada que esperar, por tanto, no hay una decepción. Pero estos jóvenes, sobre todo los mal llamados “ultrones”, sí eran una promesa para transformar la política. Sin embargo, el pueblo ve cómo toda la calle recorrida sólo sirvió como trampolín para que estos ex dirigentes estudiantiles llegaran al poder y dejaran a un lado la radicalidad. Hoy no son más que soldaditos de Bachelet, defensores de reformas grandilocuentes pero que, en lo concreto, son sólo una “manito de gato”.
Puede que la crítica sea muy ácida, pero eso es lo que queda en las masas y, en consecuencia, en la historia popular. Es cosa de ver a Camila Vallejo, quien junto a Julio Sarmiento son el fiel reflejo de este arribismo político. Ambos suman más de 12 millones como ingreso familiar a costa del Estado, pasaron rápidamente a ser parte de la elite y con una actitud incomprensible la joven diputada va al Congreso a trabajar con su guagua. ¿Acaso no pueden pagar un jardín infantil? ¿No tienen ningún familiar que les ayude en la crianza? ¿No sabe Camila lo machista de esa acción? ¿No sabe que a millones de mujeres en este país les gustaría llevar a sus guaguas al trabajo y que, sin embargo, no lo hacen porque serían despedidas? ¿No es acaso esa actitud caprichosa una forma de enrostrarnos a todas que ella es parte de una elite que goza de evidentes privilegios?
Ojo que, aparte de estos ex dirigentes estudiantiles, son muchos los militantes comunistas y de Revolución Democrática que han entrado a trabajar en diferentes estructuras del Estado. De allí que no exista una disidencia. Juan Andrés Lagos, secretario general de PC, experto –según dicen– en la desarticulación de movimientos sociales, se fue a trabajar al Ministerio del Interior, organismo del que recibe un salario de $1.600.000. Camilo Ballesteros –también PC– resulta ser una de las figuras más desvergonzadas. Habiendo perdido una elección como alcalde, siendo Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y no teniendo ninguna especialización técnica, pasa a ser nada menos que el director de la División de Organizaciones Sociales (D.O.S.), ganando más de 3.3 millones mensuales. Bárbara Figueroa es el peor rostro en esta pasada. Más que como presidenta de la CUT figura por sus apariciones en TVN, y pese a que en el gobierno de Piñera era totalmente intransigente respecto al salario mínimo, recientemente, de espaldas a la clase trabajadora, cerró la posibilidad de negociación para los próximos 2 años y firmó el acuerdo por 225 mil, tomando arbitrariamente en sus manos esta nefasta decisión. Hemos intentado en varias oportunidades que la CUT transparente el salario de Figueroa, pero se han negado a entregar esta información. Por cierto, debe ser varias veces el salario mínimo. A Cristián Cuevas, otro PC, quizás el único que podría haber pataleado e impedido este acuerdo, astutamente fue enviado a Madrid como agregado laboral. ¿De qué le sirve a la clase trabajadora que un dirigente sindical destacado como Cristián esté en España?
Se repite la historia de lo que pasó con Ricardo Lagos, Camilo Escalona, Carolina Toha, y un triste etc. Quienes, en su juventud, fueron figuras “revolucionarias” que prometían grandes transformaciones para Chile, y terminaron siendo los personajes más siniestros para el pueblo chileno, sepultureros de los derechos fundamentales y gobernadores de la derecha económica.
Tengo grandes amigos comunistas. Personalmente conozco al diputado Hugo Gutiérrez y le tengo un especial cariño y gran respeto también. No se trata de hacerle el juego a la derecha con esta crítica política, sino de ser un portavoz de lo que piensa gran parte del pueblo chileno en estos momentos. Ese pueblo excluido, explotado, que sigue en las calles, que sigue en la lucha porque sigue pasando hambre.
Finalmente, se vuelve a demostrar que estos cambios reformistas no garantizan una ganada a las demandas populares. Al igual que la “transición” a la democracia, este nuevo ciclo político y la forma en que estos dirigentes se vendieron al poder, demuestran que esta vía no es la correcta. Para lograr los cambios que el pueblo necesita hay que ensuciarse las manos, hay que enemistarse con la oposición y con los empresarios. Esta política de los acuerdos, de rodillas frente a los intocables nacionales y transnacionales, que busca dejar a todos contentos y que hace grandes anuncios reformistas –pero que no son más que pequeños maquillajes a lo que ya exist–, sólo garantiza el statu quo.
Estos son sólo algunos de los salarios a los cuales se puede acceder a través de gobierno transparente: