“everyone is gay”
All apologies, Nirvana
Pudiera parecer que el título de esta columna es una provocación innecesaria, pero no lo es. A veces uno piensa en la manera en que establecemos afectos y, muy por el contrario de lo que enseñan los manuales de buena crianza, por lo general el amor no tiene nada que ver con el cumplimiento de roles. La homosexualidad ha sido llevada desde siempre como una carga o, peor aún, como un delito. Sin embargo vivimos en un mundo inmensamente cola y todo el mundo, hasta los más hétero-recalcitrantes, tienen un aspecto de su vida o de su personalidad que es completa y absolutamente gay.
Durante la marcha del Orgullo que se realizó hoy por la tarde pude ver lo que se ve en casi todas las marchas y, en ese sentido, no hay nada nuevo, porque los cantos y las pancartas son, en Chile, una misma pancarta. Vivimos bajo (o debajo de) un sistema de gobierno que nos tiene a todos marchando por algo, desde ahí, me parece que todos los movimientos sociales piden exáctamente lo mismo: justicia, libertad. Sin embargo, en el caso de la marcha de hoy, es lindo ver que de a poco se van abriendo pequeños caminos para que también las luchas de paternidad/maternidad tengan un espacio en la agenda política, ya que los hijos han dejado de ser una figura legal de la heteronorma y han pasado a ser personas y, mejor aún, individuos. Desde ahí podemos hablar con libertad de temas como la adopción o el matrimonio ya que, si le quitamos la obligación reproductiva a nuestras relaciones humanas podemos tener la amplitud de cabeza que nos permita empezar a construir un mundo distinto. No solo inclusivo, sino distinto… mejor, sin duda.
El pene está pasando de moda
Quizá estamos en un momento histórico en el cual nos damos cuenta que ser faloportadores ya no es una ventaja de nada. Desde que el mundo es mundo se han construido imperios en torno a la tula. Sistemas políticos que tienden a decir que, por el hecho puntual de tener pene, uno tiene una superioridad específica, casi religiosa, y no hay que leer a Freud o escuchar a Lucho Barrios para saber que la gente prefiere tener un hijo antes que una hija; que cuando uno elige entre un grupo de gatos que se regalan se tiende a mirarles la entrepierna para llevarse el macho. Sin embargo hoy, ya sea porque las técnicas de control reproductivo (tanto en gatos como en humanos) han reducido las distancias, o sea porque en realidad hemos comprendido que la posesión de pene no es garantía de nada, es que estamos más abiertos a establecer puntos comunes que nos “igualen” sin distinciones de género y que nos “separen” por motivos reales como las capacidades individuales o la inteligencia.
Por lo general la superioridad del pene ha sido establecida por argumentos teórico-prácticos muy imbéciles, como la idea de que el embarazo es una “enfermedad” (han visto que antes se decía, ya se mejoró, cuando una mina tenía la guagua) o por la pelotudez de considerar que un hombre, al ser más fuerte físicamente, es también más capaz intelectualmente… es cosa de ir a un gimnasio para comprobar que esto no es cierto, al menos yo no he sabido de que los intelectuales hagan spinning. Entonces en nuestro tiempo ya estamos cambiando muchas de las teorías que amparan la superioridad fálica y comenzamos de a poco a mirarnos a los ojos y a comprender que, si bien somos distintos, no somos mejores ni peores por lo que llevemos entre las piernas.
A partir de establecer igualdades intelectuales y sociales, dejando de lado las distinciones genitales, nos vamos dando cuenta que el pene, así como lo conocemos, en realidad no tiene ni un brillo. Y a pesar de que los hombres nos hemos encargado de pasar la vida hablando del propio pene, del tamaño, de la calidad amatoria y jurando de guata que cada cual tiene la corneta más grande del mundo, la sociedad ha dado un paso adelante y cada día considera menos ese tipo de fantasías a la hora de evaluar un trabajador para un cargo, por ejemplo. Y es que no me imagino que a uno en una entrevista de pega le pregunten cosas como “Dónde estudió; De qué porte tiene el pico; Cuánto dura una cacha promedio suya”. Sin embargo a una mujer, todavía, se le evalúa desde ahí, desde lo genital e incluso, desde la posibilidad de averiguar insitu como funciona en la cama.
Así que recomiendo, a mis amigos machos, que empiecen a pensar en mejores formas de distinguirse por encima del resto, ya que las bromas sexuales y la autopromoción fálica es algo que está completamente pasado de moda. Y además, en estricto rigor, no hay nada más falso y siútico, que hablar del pico. Al menos las mujeres, en su mayoría, no lo hacen.
Adopción para los que son y quieren ser padres
Uno de los argumentos más idiotas de los detractores de la adopción homoparental es el siguiente: “Piensen en los niños, no tienen la culpa”. A ver, calmao, cuál sería la culpa? Acaso creen que un hijo de padres homosexuales hereda una culpa? Miren, héterofachistas, si no hay culpa en el hecho de ser o no ser homosexual no hay culpa tampoco en que tus padres lo sean. Corta. No hay más argumento que ese. Y es que si un hijo se va a avergonzar de sus padres no creo que sea por lo que hagan en la cama, sino por lo que hacen fuera de ella. Yo he conocido muchos hijos que se avergüenzan de sus familiares y, hasta el momento, nunca ha sido por temas de genitalidad. Hay los que sienten plancha porque sus papás son curaos, otros que les avergüenza el que sus mamás sean ridículas, pero nunca he conocido a alguien que diga “mi mamá me da verguenza porque tiene sexo con mi papá”, luego, no volvamos quinientos años de historia para empezar a pensar así otra vez. Olvídenlo. Los padres son padres, sin importar su condición sexual o política o económica.
Y no quiero hablar de hijos biológicos de padres homosexuales, porque eso si que es ridículo enjuiciarlo. Es decir, si alguien tiene un hijo pues el Estado y la gente no tiene pito que tocar en la forma en que lo críe, menos aún cuando los argumentos vienen desde prejuicios que no tienen nada que ver. Porque, si fuera por eso, mejor nos preocupamos del 99% de malos padres que son, y han sido, por lo general, héterosexuales. Con esto quiero decir que, estadísticamente, los padres hétero son peores padres. Al menos los orfanatos y el Sename están llenos de hijos de padres de distinto sexo, algunos casados, que no han tenido ni el más mínimo ejercicio de paternidad, así que no es tema.
Sí me quiero referir al hecho de que las parejas homosexuales puedan adoptar. Porque creo, y en esto soy sincero, no hipster, que sería maravilloso que en lugar de preocuparnos de que los niños no carguen con un prejuicio que no es tal, nos preocupemos de que los niños que no tienen posibilidad de tener familia la tengan, precisamente, con personas adultas que están en la misma imposibilidad de engendrar, como es el caso de familias compuestas por adultos del mismo sexo.
Más de algún pelotudo dirá: “Bueno, si las lesbianas quieren tener hijos, pues que se embaracen” Y entonces viene el cachuchazo de vuelta que les dice “¿Y a vos quién te dijo (ctm) que una mujer tiene la obligación de vulnerar su cuerpo para criar a un niño?” Porque claramente en este país (y en este mundo aún) las mujeres son vistas como receptáculos seminales con funciones reproductivas, pero son más que eso. Así que no voy a entrar en detalles porque me da lata. El caso es que para todos los cartuchos que seguramente me empapelarán con comentarios horribles acusándome de hereje o de perverso o de liberal o de lo que sea, solo les digo, váyanse a la mierda, de antemano, me dan lo mismo.
Yo creo que es terrible crecer en la casa N°1 de un centro abierto del Sename. Que es espantoso crecer en una fundación, en un orfanato, en casa de una tía vieja que no te quiere por huacho. Creo que es terrible crecer en una familia que te odia por ser quien eres. Pero no creo que sea terrible crecer en una familia que te quiera, independiente de que esa familia esté contituida por dos papás, dos mamás, un papá, una mamá, una tía o lo que sea. Habiendo amor y educación todo lo demás es prescindible. {destacado-1}
Mañana veremos
Yo tengo tres hijos varones. No tengo idea de la manera en que establecerán sus afectos y no sé si serán padres un día. No tengo la menor intención de decirles con quién y cómo tienen que follar o amar. Ni me interesa en absoluto si es que quieren o no tener familia. Al menos mi padre, heterosexual y muy cachero, no fue un ejemplo de nada para mí y, hasta el momento, no me enorgullece. Sin embargo espero que un día mis hijos se sientan orgullosos de mí por las cosas que hice por ellos y no por las que esperé que hicieran por mí.
Quizá nos cueste un par de años más el entender que la familia es una construcción que solo le sirve a los que venden automóviles y bebidas familiares. Quizá sepamos que el amor es una sustancia que se consigue de maneras tan diversas que, poniéndole reglas, no se hace más que matarlo.
Me despido pensando en que quizá un día no necesitemos marchas para ser parte de una sociedad. Pues la forma en que usaremos los espacios serán libres y naturales. No como hoy que para cualquier cosa hay que movilizarse y protestar, como si cada pequeña cosa fuera un motivo de revolución o de huelga.
Yo no sé tú pero me aburre que la familia, los sueldos justos, la educación o la legalización de la cannabis, sean motivos de lucha. Me carga. Porque eso dice que vivimos en un país en el que ser felices es causa de delito y, además, nos grita a la cara que estamos viviendo con las concepciones políticas de hace mil años. A mí, por lo menos, eso me aburre, me apesta.
Que tengan un lindo día.
Arriba los que luchan, los que aman, abajo todos los demás.