Un ecosistema digital público de comunicaciones, sin una base material sólida que sustente su desarrollo y aplicaciones está condenado a sufrir distintos tipos de boicot.
Por Bruno Sommer
He actualizado y resumido este texto, que se encontraba disperso entre distintos y largos apuntes, a raíz de la evocación de Pablo Iglesias sobre la necesidad de construir una Red Social Pública (RSP).
En un momento en que una serie de hechos ligados al dominio y control de redes sociales de carácter privado tienen niveles de influencia cada vez mayores sobre la formación de nuestra cultura, tanto en lo político como en lo económico, afianzadas en el control capitalista de la tecnología y sus aplicaciones, ahondar en su crítica y materializar alternativas es urgente.
Pablo lo explicó y rememoró bien en Canal Red al recordar el influjo de las Redes Sociales en el Brexit, en la primera elección de Trump, y podríamos agregar Milei en Argentina, Bolssonaro en Brasil etc.
Pero más allá de la potencia que tienen las redes sociales privadas para impulsar a un candidato a la presidencia de un país o denostar y restringir a otro, estas mismas redes han boicoteado el desarrollo orgánico de comunidades dentro de ellas cuando no son afines a sus determinaciones ideológicas o a sus políticas cambiantes de uso, que, si no aceptas, te excluyen.
Un ejemplo de ello es que en las redes sociales se prohibieron las imágenes de sangre o muerte, incluso cuando una fotografía tuviera como fin denunciar una violación a los derechos humanos. Situaciones como estas, entre otras relacionadas con la libertad de expresión y la seguridad de los datos, son las que nos hacen creer que urge la construcción de un ecosistema digital común.
Y por qué hablo de Ecosistema Digital Público y no de una Red Social Pública en manos de un Estado Nación, o Monarquía Parlamentaria como el caso de España.
Pues una Red Social Pública se queda corta y el desafío es aún mayor.
Sin una infraestructura tecnológica común, pública, vale decir, antenas frecuencias del espacio de transmisión de datos, cables, satélites y aparatos telefónicos móviles públicos, partes importantes del ecosistema de comunicaciones seguirán siendo privadas por tanto sujetas de manipulación a manos de sus dueños y robots .
Un ecosistema digital público de comunicaciones, sin una base material sólida para su desarrollo está condenado a sufrir distintos tipos de boicot.
A modo de ejemplo, si se crea una app de red social pública, para estar disponible hoy en día en prácticamente todo el mundo, debe pasar por la App Store de iPhone o el antiguo Play Store, ahora conocido como Android Market, de Google. Si el Estado, propietario de la red social, intenta impulsar el pago de impuestos o un royalty a las empresas distribuidoras de aplicaciones, o implementa alguna medida que afecte los intereses de estas compañías, la red social pública podría eventualmente enfrentar problemas.
Por ello, como respuesta a la problemática de censura, es necesario implementar mercados digitales públicos por países. Estos mercados estarían destinados a aplicaciones digitales autónomas y soberanas, cuya promoción no esté mediada por la publicidad y el dinero, sino por la relevancia de la aplicación para las personas y la sociedad. Además, deberían existir subvenciones estatales para el desarrollo de aplicaciones públicas.
La Unión Europea, con el objetivo de evitar un duopolio en estos mercados de aplicaciones, ha realizado cambios sustanciales. Prueba de ello es la respuesta de Apple respecto a la descarga de aplicaciones, que ha señalado oficialmente: “Solo los usuarios que residan en la Unión Europea pueden instalar aplicaciones mediante distribución alternativa”. Más allá de su letra pequeña, nuevamente restrictiva, han añadido: “Si resides en la Unión Europea, puedes instalar aplicaciones de otras fuentes que no sean el App Store en el iPhone con iOS 17.4 o posterior, o en el iPad con iPadOS 18 o posterior”.
A su vez, otro elemento de importancia para un Ecosistema Público robusto de comunicaciones es el ensamblaje por parte de los países interesados, de lo que he llamado el “Teléfono de la Patria/Matria” acompañado de sistema de mensajería sobre internet, como complemento a una RSP.
Este aparato que servirá para múltiples propósitos de carácter comunitario cumple, entre otros, con el fin de disponibilizar desde fábrica la Red Social Publica, que es uno de los elementos de un Ecosistema Digital en Común a desarrollar, no así la solución definitiva a la cuotas de poder e injerencia que tienen los dueños de las aplicaciones privativas como Elon Musk, Mark Zuckerberg u otros.
Sin un «teléfono de la patria», una red social diseñada específicamente para un país, cuya creación a nivel de software no es compleja, siempre enfrentará el problema de su disponibilidad. Como hemos visto, para estar accesible en los dispositivos privados que adquieren las personas, la aplicación deberá estar alojada en un Marketplace.
Una alternativa a esto, aunque con sus propias problemáticas, podría ser llegar a un acuerdo con un operador de telefonía que venda dispositivos preinstalando la aplicación en ellos. Sin embargo, el sistema operativo del teléfono podría, más adelante, rechazar o bloquear nuevas actualizaciones de la aplicación pública.
Ahora bien, el Estado podría presionar a los dueños de estas corporaciones para que respeten las decisiones soberanas del país y establecer condiciones, pero estas empresas tienen su centro de operaciones fuera de las fronteras nacionales. Si no reciben una orden del Departamento de Estado de Estados Unidos o de un conjunto de naciones en bloque, es poco probable que cambien su postura.
Una medida más radical sería bloquearlas, pero si esto ocurriera, habría una respuesta. Un país sin un ecosistema digital público medianamente robusto podría verse seriamente afectado.
El ejemplo más claro de la toma de conciencia sobre la importancia de las redes sociales y la participación del Estado en su desarrollo es China. Antes de tomar protagonismo en el sector privado de estas plataformas, China desarrolló paralelamente una infraestructura sólida para su Ecosistema de Comunicaciones Públicas.
El socialismo con peculiaridades chinas, que ya es tema de debate y lo seguirá siendo en la próxima centuria, especialmente en lo que respecta a la tecnología y sus usos, comprendió temprano la importancia del sustrato material del ecosistema y lo implementó eficazmente. Esto se evidencia en los kilómetros de antenas punto a punto que cruzan el país, las cuales se despliegan de norte a sur junto a las redes de tendido eléctrico. Si un satélite llegara a fallar, existe autonomía para mantener los servicios clave desde la Tierra.
Nuestras naciones latinoamericanas, sobre todo en la última década, poco y nada han hecho en la materia, por lo que el trabajo de discusión política, y toda acción directa que pueda encaminarse en éste sentido es bienvenida.
No siendo la respuesta a la problemática una red social pública, la pregunta de Iglesias y emplazamiento a los presidentes de México, Claudia Sheimbaum y de Brasil, Ignacio Lula da Silva es un excelente nuevo comienzo para retomar el camino de un visionario y estratega en la materia.
Me refiero a Hugo Chávez Frías, hombre impulsor del satélite Venesat-1 “Simón Bolivar”, primer satélite estatal de Venezuela portador de televisión y señal de Internet el 2008, un adelantado que con “Telesur”, canal de televisión que a tantos proyectos de comunicación públicos en el mundo inspiró.
Chávez comprendió la importancia de contar con una infraestructura sólida para un sistema público de comunicaciones y trabajó en ello. Sin embargo, el satélite «Guaicaipuro», el VeneSat II, aún no surca los cielos de nuestra Latinoamérica.
Esperamos con entusiasmo su puesta en órbita, así como el surgimiento de la primera red social pública del continente, en portugués y español, propuesta por Iglesias, donde el corazón del algoritmo sea la búsqueda de la verdad, la justicia y la solidaridad entre los pueblos. Estos proyectos verán su luz en una centuria marcada por la multipolaridad y una sociedad en red.
El Ciudadano