La casa de Allende no está en venta

Por Pablo Varas A la casa de Salvador Allende se entraba por calle Morandé 80

La casa de Allende no está en venta

Autor: El Ciudadano

Por Pablo Varas

A la casa de Salvador Allende se entraba por calle Morandé 80.

El llegó y nos invitó para que el pueblo, los trabajadores, las mujeres, los estudiantes y campesinos que habían alcanzado una victoria limpia, lo acompañaran para cumplir con un programa de gobierno.

Desde esos tiempos han pasado ya más de cinco decenios y el líder del movimiento popular es una digna y merecida estatua que la patria instaló para recordar a cada uno de los que se esforzó para cumplir un programa, clasista, popular, libre y democrático. En esos tiempos la propuesta era un modelo socialista en el más amplio sentido de la historia. Era todo, los pobres bajando desde los cerros en Valparaíso a los de Puerto Montt, las costureras y zapateros, los cordones industriales, ese pueblo sin wasap.

Sigue siendo el socialismo una alternativa a escala humana porque el capital hace del hombre un esclavo, y los recursos de un país un pozo sin fondo para los grupos económicos.

Allende, debe saberse, no es un aparecido en la historia, viene y carga una historia de muchos años, desde los primeros pasos en la guerra por la independencia. Sus eternos enemigos siguen predicando que ha sido el más malo de todos los presidentes. Sabemos que están equivocados y la precariedad con la que transitan los sitúan en el bando de los esperpentos.

Fue la derecha y sus lacayos los que fueron a implorar les salven sus maceteros, sus casitas, autos y los supermercados.

Nosotros sabemos que fue justamente el mejor de todos. El mejor alumno del curso, el siete en conciencia y diplomado en honradez. Un irreprochable servidor público, el más digno de todos. No robó un banco y viajaba en tren.

En ciertas ocasiones se le ha escuchado al presidente Gabriel que es un presidente al que valorar altamente; llegó incluso a romper el protocolo cuando estaba entrando a La Moneda para saludar la estatua del que ganó limpiamente las elecciones de 1970.

Es indesmentible que Chile no es el país de 1970, pero la pobreza sigue instalada en los cordones de precariedad que rodean las ciudades del país. La desigualdad es una pandemia. Millones con derechos pequeños, esmirriados. Zonas de confort y, las más, agredidas.

El Gobierno cometió un error tan básico como no saber leer, que es más grave que quedarse con el vuelto del pan. Intentar comprarle la casa a la que es ministra de Defensa, que en el ejercicio de su cargo se ha demostrado su más absoluta incompetencia. Buena señal fue su nombramiento, pero los resultados no alcanzan la nota cuatro.

Inaceptable la seguidilla de errores que comete sistemáticamente el Gobierno; el no aprender, posiblemente la vanidad, y una exclusiva mirada desde las alturas, se repite una y otra vez. Señales débiles son insuficientes. La derecha no tiene que salir de cacería para hacer campaña y golpear. Diariamente se lo entregan en bandeja, casi todo mal.

Nada queda de lo prometido. Esa vuelta a la política de los acuerdos que postergan derechos y retrasan iniciar algún paso para una nueva etapa. Un modelo intacto los instaló para gozar de buena salud, como ese espíritu rebelde fue absorbido por el continuismo, la socialdemocracia, y los que han convertido el periodo FA-PC y los otros en una bolsa de trabajo.

Se sabe que sólo los locos repiten el mismo ejercicio pensando en obtener resultados diferentes. Ningún gesto de rebeldía, no han demostrado el más pequeño gesto de diferencia.

Pero intentar comprar la casa de Allende desbordó lo absolutamente razonable.

Si el actual gobernante realmente quiere estar a la altura de aquel presidente, debería pensar que en 1973 quedó un programa a medio terminar; el FA lo utilizó sin descaro para instalar la esperanza arrebatada en días de bruma y odio.

ISAPRES-AFP en buena salud son el entreguismo, el mayor descaro; en palabras bien simples, son una traición.

Por Pablo Varas

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