Hace poco más de un mes el ministro de Energía Máximo Pacheco, economista y militante del Partido Socialista, entregó la nueva Agenda Energética del país donde se plantea, como uno de los elementos centrales, el uso de Energías Renovables No Convencionales (ERNC) que “vienen a limpiar la matriz energética” dominada por termoeléctricas alimentadas de petróleo y carbón con casi nulas medidas de mitigación de impacto que provocan severos daños al medioambiente como calentamiento de las aguas y contaminación del aire a niveles mortíferos para el ser humano, a lo que se suma la destrucción de las economías cercanas.
Lo que no se comenta, y que no puede dejar indiferente, de la “nueva matriz renovable” es que las ERNC propuestas contemplan las Centrales de Energía de Biomasa, que usan los desechos forestales como combustible base para llevar a cabo la combustión, generar vapor y, finalmente, energía eléctrica; lo que genera una nueva fuente de ganancias para las empresas forestales.
¿Quiénes serán los verdaderos beneficiados con esta matriz? Considerando que el consumo domiciliario históricamente no supera el 17% del consumo nacional ¿Cuál es el impacto positivo sobre la ciudadanía?
Una de las ciudades elegidas para desarrollar este tipo de Energía es Mulchén, pequeña comuna al sur de Los Ángeles, que al poco tiempo de ser presentado el proyecto fue capaz, a través de la organización ciudadana, de desnudar las irregularidades y problemáticas presentes que los personeros de gobierno se han esmerado en mantener silenciadas: Este nuevo proyecto busca satisfacer las necesidades energéticas de los sectores minero, industrial y comercial.
Los especialistas que acudieron a apoyar técnicamente a la ciudadanía, entre ellos Mónica Ehrenfeld, ratificaron los graves daños que contemplan estas plantas destacando los altos consumos de agua conllevan en una ciudad que ya cuenta con un déficit hídrico; contaminación del aire con diversos gases de efecto invernadero; el daño irreparable a un humedal que alberga distintas especies como la rana chilena, en circunstancias que el propio gobierno hizo pública su intención de proteger la biodiversidad y revitalizar su protagonismo en los procesos de crecimiento económico.
A ello debemos sumar las irregularidades en la participación efectiva de la ciudadanía, sin considerar la voz de los afectados ni de las comunidades indígenas que habitan en las cercanías del terreno elegido, pasando por alto el convenio 169 de la OIT.
¿Por qué seguir con estas energías tan dañinas?
Una rápida mirada a la institucionalidad vigente da cuenta del protagonismo empresarial en la estructura de la matriz energética, con un Estado que observa y vela por que se hagan efectivos estos proyectos, apostando a un crecimiento de la industria minera, forestal y comercial que año a año obligan a aumentar la producción energética, haciendo pasar una necesidad particular empresarial como una necesidad y/o problema nacional.
Como sociedad debemos mirar el abanico de posibilidades que nuestra geografía nos brinda, en palabras de Manfred Max Neef “Chile cuenta con las condiciones más favorables del mundo” para desarrollar energías limpias como la solar o eólica “Es un mito su alto costo” perfectamente factibles de desarrollar masivamente de norte a sur.
Como contraparte a esta lógica servil al empresariado, la última década ha estado protagonizada por un lento pero firme avanzar en el poder popular que distintas asambleas territoriales a lo largo de Chile han levantado con la bandera de defender sus territorios y expulsar a las empresas que lucran sobre la base de la explotación de recursos naturales y humanos. Aysén, Magallanes o Freirina dan cuenta de este avanzar en la conciencia ciudadana.
En ese sentido, buscar un comuna pobre, con bajo nivel educacional, alto porcentaje de población rural, baja participación política, además de situarse en un lugar estratégico, fueron suficientes para proyectar 20 MW con la posibilidad cierta de ampliación, sin mayor fiscalización.
Sin embargo la lógica mercantil de la empresa Energía Pura S.A, no contemplaba la fuerza del “Halcón Guerrero” quien rápidamente impuso un balance de poder al interpelar de frente tanto a la empresa como a las autoridades respectivas. La organización y unidad se hizo carne en unas cuantas semanas, con la convicción cierta de que el marco legal aun permite el accionar social para impedir la aprobación y construcción de la central.
Hoy más que nunca los movimientos sociales, sabemos que somos nosotros quienes debemos avanzar unidos paso a paso, forjando un trabajo tanto programático y con acciones concretas, marchando en las calles con la convicción de conquistar la Dignidad Nacional y exigiendo a las autoridades que cumplan su rol de representantes de la voluntad popular.
No estamos dispuestos a seguir soportando el mal trato de nuestro patrimonio natural y social con una justificación de carácter económico, contrario al cuidado de la tierra y sus habitantes. Ya salimos a las calles donde Mulchén se alzó unido y organizado para decir: No a la Termoeléctrica, Sí a la Dignidad Medio Ambiental.
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