Una experiencia de la Academia de Filosofía de la BUAP: Los objetivos de un modelo educativo y su implementación por maestras y maestros

Columna de Guadalupe Grajales

Una experiencia de la Academia de Filosofía de la BUAP: Los objetivos de un modelo educativo y su implementación por maestras y maestros

Autor: Guadalupe Grajales

He estado leyendo acerca de la Nueva Escuela Mexicana y su formalización jurídica en la Ley General de Educación, publicada el 30 de septiembre de 2019 y reformada el 7 de junio de 2024. Mi objetivo es analizar el lenguaje empleado en la formulación de la justificación e instrumentación de lo que la Secretaría de Educación Pública denomina la ‘Nueva Escuela Mexicana’, entendida como un proyecto para transformar el Sistema Educativo Nacional.

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Para llevar a cabo este análisis me sustentaré en las herramientas del análisis conceptual y en mi experiencia como maestra de Filosofía. Esta aproximación ya la he iniciado en el artículo anterior, donde les relaté cómo la experiencia en los primeros años de mi carrera magisterial en el nivel de licenciatura me ayudó a comprender los objetivos ideológicos de la educación, en este caso, específicamente de la enseñanza de la Filosofía.

En 1994 la BUAP entró en un proceso general de revisión de los planes de estudios de todos sus programas educativos. En ese entonces su servidora presidía la Academia del Colegio de Filosofía y decidimos invitar a algunos miembros del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, específicamente a los doctores Alejandro Tomasini Bassols y Alejandro Herrera, especialistas en Filosofía del Lenguaje y en Filosofía de la Lógica.

El intercambio de opiniones fundadas fructificó en la elaboración de un plan de estudios que debíamos organizar en dos ciclos, el Básico y el de Profundización, esa era la indicación digamos técnica de la administración universitaria. Y debo decirles que este plan de estudios es básicamente el mismo hasta la fecha.

Los criterios que nos orientaron fueron diversos, según los objetivos perseguidos. Así, si el estudiante de Filosofía debía cursar un ciclo básico, la Academia se planteó cuáles eran esos contenidos programáticos que todo estudiante de Filosofía debía conocer, puesto que en el ciclo de Profundización debía elegir la temática filosófica que más le interesara.

Esta posibilidad de elección no sólo beneficiaba el interés del alumno sino también del propio maestro(a), puesto que en lo que después se llamaron ‘terminales’, los alumnos elegían el área filosófica de su preferencia junto con los(as) maestros(as), mismos(as) que finalmente eran elegidos y no designados como sus directores(as) de tesis. 

Para la Academia era fundamental satisfacer las expectativas de los alumnos(as), pues sabíamos que ese factor, directamente relacionado con la deserción estudiantil, estaba en nuestras manos, a diferencia de otros factores determinantes como la situación económica.

Lo que para la Academia era un objetivo fundamental, esto es, ofrecer al alumno(a) desde el inicio la enseñanza de la disciplina que había elegido estudiar, era desvirtuado por la decisión, no consultada, de introducir el famoso “Tronco Común”, tres materias denominadas ‘Globalización’, ‘Ecología’ y ‘Derechos Humanos’. Aunque en esa ocasión sólo se decía que el tronco común debía cubrirse en el ciclo básico, y no en el primer semestre como se hace ahora, a nosotros nos parecía que esas materias debían ser cursadas cuando el estudiante ya tuviera una formación básica en su disciplina, en este caso la Filosofía. Se requiere de una perspectiva sólida para abordar problemas complejos, desde la cual entrar en contacto con otras disciplinas como el Derecho, las Ciencias Políticas, la Biología, la Economía, etc. En suma, abordar desde una perspectiva definida disciplinariamente un problema complejo objeto de un tratamiento interdisciplinario, ahora tan a la moda.

Como saben ustedes el problema de la deserción estudiantil continúa, y sería tiempo ya de reconocer que esos troncos comunes, aunque sean de área, siguen siendo un factor determinante del abandono escolar.

Uno de los objetivos de la revisión de los planes de estudios era lograr su mayor flexibilidad, era el término empleado por la administración. Esta flexibilidad podía consistir en la posibilidad de los alumnos de escoger horarios y maestros(as), que en el caso de la licenciatura en Filosofía se logró abriendo el turno matutino, porque sólo había el turno vespertino, aunque los maestros eran generalmente los mismos en los dos turnos. 

La otra flexibilidad era, por así llamarla, sustantiva, puesto que el alumno podía elegir la temática filosófica en la que quería profundizar. Esto desembocó en lo que más adelante se denominó ‘línea de investigación’. Con decirles que la administración nos calificó con “diez y estrellita” porque nuestro plan resultó ser el más flexible de todos los planes revisados. 

Fue con este cambio que se introdujo el sistema de créditos, supuestamente para propiciar la movilidad estudiantil. Digo supuestamente porque es casi imposible que un alumno cambie de carrera dados los reglamentos escolares vigentes.

Varias lecciones podemos derivar de esta experiencia. La primera, que el modelo educativo o forma de estructurar un plan de estudios puede atender a objetivos generales, como la flexibilidad para cursar una carrera, la movilidad estudiantil, la educación genérica y no disciplinaria, pero sólo pueden alcanzarse bajo la dirección y guía de quienes detentan el conocimiento de qué y cómo enseñar: las maestras y los maestros.

La segunda, que el modelo educativo atiende a objetivos sociales, pero también ideológicos y políticos, y éstos sólo podrán ser aterrizados por quienes tienen la relación directa con los alumnos (as): las maestras y los maestros.

La tercera, que la revaloración del magisterio, como lo señala la Nueva Escuela Mexicana, no sólo pasa por el “reconocimiento” de su labor, léase becas y compensaciones económicas, sino por el reconocimiento verdadero que se traduzca en un salario que refleje el trabajo especial, esencial y relevante que nadie más realiza.

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