México – Hoy se cumplen 25 años de uno de los episodios más oscuros en la historia reciente de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM): la entrada violenta de la Policía Federal Preventiva (PFP) a Ciudad Universitaria para reprimir la huelga estudiantil de 1999-2000.
Un hecho que no solo puso fin a la movilización más larga en la historia de la máxima casa de estudios, sino que también dejó una huella imborrable en la memoria colectiva de las luchas sociales en México.
El contexto de la huelga estudiantil
La huelga en la UNAM estalló en abril de 1999 como respuesta al intento de incrementar las cuotas de inscripción y exámenes, una medida impulsada por el entonces rector Francisco Barnés de Castro.
Este movimiento, que duró 10 meses, se convirtió en un símbolo de resistencia contra las políticas neoliberales que buscaban privatizar la educación pública.
La represión del 6 de febrero de 2000
Alrededor de las 6:00 a.m. del 6 de febrero de 2000, cientos de elementos de la PFP, armados y encapuchados, irrumpieron en el auditorio «Che Guevara» de la Facultad de Filosofía y Letras, donde el Consejo General de Huelga realizaba una asamblea.
Los estudiantes fueron detenidos y trasladados en autobuses a las instalaciones de la Procuraduría General de la República (PGR) y al Reclusorio Norte, donde muchos permanecieron encarcelados.
Esta acción, ordenada por el entonces presidente Ernesto Zedillo y avalada por el rector Juan Ramón de la Fuente, marcó el fin de la huelga.
De la Fuente, quien asumió el cargo tras la renuncia de Barnés de Castro, justificó la intervención policial como una medida necesaria para «resolver el problema».
En 2018, defendió su postura ante críticas: «Yo no generé la huelga. Yo no tuve absolutamente nada qué ver. Yo llegué a resolver hasta donde pude el problema de la Universidad», declaró.
La militarización de la UNAM
Tras la represión, más de 3,000 elementos de la PFP mantuvieron el control de Ciudad Universitaria durante casi tres meses, realizando patrullajes constantes.
No fue hasta el 23 de abril de 2000 que las instalaciones fueron completamente desocupadas.
Este episodio no solo evidenció la criminalización de la protesta estudiantil, sino también la injerencia del Estado en la autonomía universitaria.
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El «Zedillazo» no solo puso fin a la huelga, sino que también dejó una lección sobre la importancia de defender la educación pública y la autonomía universitaria.
A 25 años de este hecho, la lucha estudiantil sigue siendo un referente para las nuevas generaciones que enfrentan desafíos similares en un contexto de políticas neoliberales y represión estatal.
Fotografía: Redes
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