La paternidad según Mabel

Columna de Jean Lenin Corona

La paternidad según Mabel

Autor: Jean Lenin Corona

Criar es un deporte de alto impacto: requiere una fortaleza mental, física y espiritual inauditos en la para quienes gozamos de la impunidad que proveé el TDAH.

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A pesar de que comencé con esta labor desde hace exactamente un año, este tiempo me ha enseñado muchas más cosas de las que uno piensa en ese tiempo. Creo que los nervios que sentí al cargarla por primera vez no han hecho más que aumentar en lugar de disminuir. Las certezas son pocas cuando una bebé aprende más rápido a ser niña que yo a ser papá.

A propósito del primer cumpleaños de Victoria Mabel, investigué un poco sobre cómo aprenden las niñas y niños. En este momento, mi hija comienza a asumir que los objetos y las personas siguen existiendo aunque no las pueda ver, oler, sentir, saborear o escuchar.

Con mucha imaginación, uno puede decir que para los bebés esto es un súper poder o un sexto sentido que les permite encontrar sosiego cuando están lejos de su mamá o papá. Como complemento, también comienzan a confiar en el mundo sin darse cuenta. Asumen -con el único fundamento de ver que siempre volvemos- que el mundo será noble y bueno con ellos y permitirá que las personas que ama vuelvan. Con las personas que intentamos criar sucede al revés: aprendemos a desconfiar.

Ser amado por un bebé -que intente darte besos más parecidos a mordidas tiernas llenas de saliva- no te permite asumir nada. Ese sexto sentido que le permite confiar, en mi caso me obliga a desconfiar con mesura de todo lo que me rodea. Confiar es bueno, pero desconfiar es mejor, me digo hasta el cansancio cuando abro mis ojos como lechuza y busco peligros a veces hasta donde no los hay. Es mi trabajo.

El que yo encuentre peligros donde ella ve diversión no es del todo malo. Para que su confianza crezca sana y su relación con el mundo sea la mejor, debe encontrar en mí una guía que le enseñe cuando fiarse y cuando no. Para que ella confíe en los otros, yo debo no hacerlo, para que ella pueda jugar, yo debo quitarle los peligros. Paternar, pues, es un dejar de pensar que a uno no le pasará nada para garantizar que la bebé esté bien.

Esa es la paternidad según Mabelita cada vez que chupa algo del piso y voy corriendo para ver que no sea nada peligroso. Ella ríe en todo momento, por cierto.

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