Europa, baby, Europa

Ahora que, al otro lado del Atlántico, la Casa Blanca exhibe sin tapujos una voluntad expansionista, a Europa, la disyuntiva entre besar o no el anillo del nuevo emperador naranja, acceder a no al llamamiento a la disciplina colectiva de los aliados y socios para hacer más grande los EEUU, le pilla en un momento delicado.

Europa, baby, Europa

Autor: Xulio Ríos

A la UE [Unión Europea] se le plantean decisiones difíciles con Donald Trump que van mucho más allá de las diferencias comerciales. No se trata de replicar a aranceles con más aranceles sino de repensar la relación bilateral en su conjunto e incluso el futuro del orden global. Parece que a Europa no le queda otra que “negociar” y, ciertamente, se debe dialogar y negociar hasta donde se pueda. Esto es viable, probablemente, en el orden comercial; no obstante, en lo político, al igual que ocurre en la relación con China, a la UE se le plantea la tesitura de como salvaguardar su identidad.

Uno tiene cierta sensación de que el proyecto europeo ha perdido sustancia desde la caída del muro de Berlín. Se ha agrandado y ha habido avances en muchos campos, pero esta percepción coexiste con otra en la que esa identidad asociada en nuestro imaginario común al bienestar, la justicia social, los derechos humanos, las libertades, la paz, etc., eso que había sido su bandera frente al otro lado del muro, ha perdido miga.

Ahora que, al otro lado del Atlántico, la Casa Blanca exhibe sin tapujos una voluntad expansionista, a Europa, la disyuntiva entre besar o no el anillo del nuevo emperador naranja, acceder a no al llamamiento a la disciplina colectiva de los aliados y socios para hacer más grande los EEUU, le pilla en un momento delicado.

El desdibujamiento de esa identidad y las complejidades del mapa político europeo, unido a unos líderes más titubeantes de lo deseable, hace temer lo peor. O peor que flojos, como Mark Rutte, aquel primer ministro de Holanda que en plena crisis financiera se reía en televisión de los españoles y que ahora pasa el cepillo por Madrid reclamando dinero para financiar esa guerra para la que, según parece, debemos prepararnos inexorablemente comprando más y más armas a EEUU.

Alejados de Europa

Unos EEUU como los de Trump están muy lejos de los ideales europeos, pero no pocos líderes europeos abogan por sintonizar con esa agenda, cuya implementación solo puede conducir a la destrucción de Europa, al menos de aquella Europa humanista que tantos de estos querían fundar en valores cristianos, tan ausentes, por cierto, entre otros, en la bárbara persecución a los emigrantes.

De tener que elegir sacrificios, cabe preferir aquellos que nos puedan permitir ejercer de contrapeso a un Trump desbocado que los exigidos para alinearse con su enfoque. Lo que no debería Europa es permanecer en modo silencio táctico ante sus exabruptos:  aranceles, Palestina, Groenlandia, Panamá… retirada del Acuerdo de París, de la OMS, del Consejo de Derechos Humanos y más que vendrá. Porque su lectura, como ya sentenció Marco Rubio, es que el orden existente es desventajoso, un arma que otros utilizan contra EEUU para acelerar su declive.

Trump da por hecho que conseguirá lo que se proponga. Y es verdad que ahora goza en la propia UE de más apoyos con los que contaba en 2016. Pero quien se alinea con Trump en Europa no quiere Europa. No ya la Europa de los Pueblos o la Europa Social sino la Europa básica, la más elemental, que se juega realmente el ser o no ser.

¿Cómo salvaguardar mejor los propios intereses adoptando un enfoque autónomo en lugar de resignarse pasivamente a lo que venga? ¿Va a permanecer la UE indiferente a los intentos de torcer el brazo de tantos países como pretende la Casa Blanca? ¿Vamos a iniciar una carrera por ver quién sigue mejor su ritmo para demostrar una adecuada alineación con sus intereses? Una cosa es colaborar para fortalecer la seguridad económica y otra bien distinta es aceptar diluirse en un coro entusiasmado con el propósito de restablecer un sistema excluyente y monopolizado por EEUU, no ya en el comercio sino en el orden estratégico global. ¿Cómo hacerlo y a la vez ser realistas en la lucha contra un cambio climático, clave para el futuro de la humanidad pero que en Washington desprecian, o en la salud mundial? Ese desentendimiento es más que una falta de respeto a la comunidad internacional, es una conducta que contrariamente a cuanto pretende no hará sino acelerar el fin de cualquier dominio y credibilidad global estadounidenses.

La UE y China

En este contexto, las relaciones entre China y la UE tienen una importancia estratégica y una influencia global determinantes para que la sustitución del orden de posguerra por el que venga se gestione sin quiebras críticas. No se trata de elegir bando, aunque algunos claramente lo pretenden, sino de perseverar o no en la hoja de ruta trazada, haciendo hincapié en valores y propuestas que realcen la identidad europea en esa mancomunidad futura que deje atrás el dominio unipolar estadounidense, imposible de perpetuar sobre las bases que Trump y su equipo pretenden.

Esto no va de un mandato de cuatro años de Trump. Plantea un desafío en profundidad que puede conducir al colapso el actual orden global. Y si la UE aspira a tener una voz propia en la definición subsiguiente, no podrá lograrlo abdicando de sus planteamientos tradicionales en aras de congraciarse con aquellos que con total descaro se entrometen en los asuntos europeos. Y no me refiero a China.

Xulio Ríos

Como es sabido, en la China Antigua se reconocía la existencia de un sistema jerárquico con las dinastías chinas en el centro. Este sistema se considera uno de los principales modelos de relaciones internacionales en el mundo, junto con el sistema de tratados y el colonialista. Sus orígenes se remontan al concepto de “Tianxia” y el sistema feudal de la dinastía Zhou occidental. Aunque los pasos de Trump cabría relacionarlos más con el imperialismo moderno -cuyo objetivo era la explotación de recursos y la expansión territorial-, la obsesión por hacer grande a América de nuevo parece exigir de todo el mundo el pago de un tributo ya sea en forma de arancel, cesión de cualquier empresa exitosa u otras. Más allá de los matices, ¿Europa va a aceptar ser embridada por Trump o explorará con el Sur Global el establecimiento de nuevos tipos de relaciones internacionales que eviten el enfrentamiento, quizá trágico, al que nos conducen las políticas de EEUU?

Por Xulio Ríos

Asesor emérito del Observatorio de la Política China.

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Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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