Alejandro Armenta y los Primeros 100 Días

Columna de Onel Ortiz Fragoso

Alejandro Armenta y los Primeros 100 Días

Autor: Onel Ortiz

Los primeros 100 días de cualquier gobierno representan una etapa crucial para marcar el rumbo, consolidar el proyecto político y asumir con firmeza las riendas del poder. En el caso de Alejandro Armenta, gobernador de Puebla, este periodo ha estado marcado por claroscuros que, de no corregirse a tiempo, podrían desdibujar el propósito transformador que su administración prometió.

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Armenta, tras años de aspiraciones políticas, finalmente llegó al cargo más alto de su estado. Sin embargo, el desafío de gobernar va más allá de alcanzar una meta personal; implica liderar con visión estratégica, articulación política y eficacia administrativa. Hasta ahora, su arranque ha dejado más dudas que certezas.

Si bien es cierto que los primeros 100 días son una medida simbólica y discrecional, constituyen un termómetro que permite evaluar si un gobierno ha logrado asentarse y proyectar su capacidad de gestión. En este sentido, el gobierno de Armenta aún no logra transmitir un mensaje claro sobre su proyecto estatal. Más allá de las reiteradas declaraciones de respaldo a la presidenta Claudia Sheinbaum, las acciones concretas que alineen a Puebla con los proyectos nacionales siguen siendo mínimas.

La realidad es que Puebla no figura entre las prioridades más altas del actual sexenio federal. Los compromisos nacionales con la entidad son escasos: un proyecto ferroviario y otro carretero. Esto implica que el gobierno estatal tiene la obligación de volverse indispensable, de articularse con los grandes proyectos federales y gestionar recursos para que Puebla no quede relegada. Sin embargo, en estos primeros 100 días, esa labor de vinculación ha sido débil y poco visible.

Uno de los errores más notorios del inicio de la administración de Armenta ha sido la excesiva preocupación por la imagen pública y la presencia en redes sociales, en detrimento del trabajo sustantivo. La estrategia ha sido concentrarse en mensajes de apoyo político a la Cuarta Transformación, pero sin traducirlos en políticas públicas concretas que mejoren la vida cotidiana de las y los poblanos.

Aunque sumar a diversos grupos y figuras políticas del estado puede entenderse como un intento de unidad, en la práctica esta amalgama de intereses carece de cohesión y, lo más importante, de una mística real con los principios de la Cuarta Transformación. La diversidad sin claridad de objetivos se traduce en parálisis y, peor aún, en un gabinete disperso que parece más preocupado por cuidar su imagen personal que por entregar resultados tangibles.

El caso de la Secretaría de Turismo es ilustrativo. Que el propio gobernador haya tenido que conminar públicamente a su titular a ponerse a trabajar refleja un problema estructural: la falta de compromiso y de entendimiento sobre la urgencia de resultados. La Semana Santa será la primera prueba de fuego para esta dependencia, pero la situación se replica en varias áreas del gobierno.

Armenta aún tiene margen para corregir el rumbo, pero el tiempo apremia. Debe asumir con firmeza el liderazgo de su administración, definir un proyecto estatal alineado con las prioridades nacionales y exigir resultados concretos a su equipo de trabajo. La indulgencia hacia un gabinete más preocupado por la apariencia que por la gestión podría costarle caro, no solo a su administración, sino al propio Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

El descrédito que genera un gobierno ineficaz no solo se paga en las urnas, sino también en la credibilidad del proyecto político al que se representa. Si Armenta no logra cohesionar su equipo, enfocar sus políticas y obtener resultados palpables en áreas clave como desarrollo económico, turismo, seguridad y obra pública, corre el riesgo de convertirse en otro ejemplo de oportunidad desperdiciada.

Alejandro Armenta necesita más que discursos de apoyo a la presidenta o publicaciones en redes sociales. Requiere de una estrategia clara para convertir a Puebla en un actor relevante dentro del proyecto de transformación nacional. Esto implica realizar gestiones concretas, articular proyectos locales con la agenda federal y demostrar que su gobierno tiene la capacidad y la voluntad de transformar la realidad del estado.

El tiempo de las indefiniciones se agota. Los ciudadanos no esperan discursos, sino resultados. Puebla necesita un liderazgo que se haga cargo de los problemas estructurales que enfrenta y que trabaje incansablemente para integrar al estado en la dinámica de desarrollo nacional. De lo contrario, los primeros 100 días de gobierno serán recordados como el inicio de una gestión fallida, carente de visión y de compromiso efectivo.

La política es de resultados y de percepción. Alejandro Armenta está a tiempo de corregir el rumbo y evitar que su administración sea percibida como una más, sin trascendencia ni impacto real. La transformación prometida a Puebla no puede quedarse en slogans ni en la pose de las redes sociales. Debe construirse desde el trabajo concreto, la articulación institucional y la cercanía efectiva con las necesidades del pueblo poblano.

De ello dependerá no solo el éxito de su gobierno, sino la credibilidad del movimiento que dice representar. El reloj corre, y los siguientes pasos serán decisivos. Eso pienso yo, usted opina. La política es de bronce.

@onelortiz

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