Fiesta peruana en Recoleta: Crónica de un 28 feliz

Es una típica mañana de invierno santiaguino

Fiesta peruana en Recoleta: Crónica de un 28 feliz

Autor: Sebastian Saá

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Es una típica mañana de invierno santiaguino. Obscura debido a un cielo blanco grisáceo, cubierto de una capa semi tupida de nubes. Pareciera que la temperatura estuviese más baja que lo que realmente está y los transeúntes se visten con esa precaución. Sin embargo, no hace frío. No bajamos de los 12 grados. Bastante cálido para una mañana de invierno santiaguino. De ese modo, este sábado 26 de julio celebratorio de la peruanidad se iniciaba con una complicidad limeña, donde el sol pocas veces brilla en inverno y es imposible diferenciar entre las 10:00 y las 17:00. Lima contiene y muestra las costumbres de todo el Perú por la fuerte migración del campo a la ciudad iniciada en la década de 1940. Aunque la inmigración peruana en Chile no se puede caracterizar como de origen limeño, la mía si lo es. Del mismo modo que la mayoría de mis expresiones de nostalgia. Allá nunca se creyó en la aculturación ni en el “melting pot”. Hoy en día nuestro mito de identidad nacional es sincrético.

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El acceso al evento se ve favorecido por la cercanía de una estación de metro. El tren subterráneo tiene la tranquilidad de un sábado en la mañana. Pudiéndose observar incluso asientos libres de rato en rato. Al salir de la estación de metro Dorsal, me acerco a una señora peruana que venía viajando en el mismo vagón que yo, acompañada por sus tres hijos. Presuponiendo a dónde se dirigía y un conocimiento del sector, le pregunto si conocía dónde se encuentra el recinto al que me dirijo. Para mi prejuiciosa sorpresa, me dijo -con aparente pena- que no me podía ayudar dado que no conocía su ubicación. Seguidamente, cruzó corriendo la avenida Dorsal con la niña, el niño y un pequeño en brazos. Quería abordar un bus que ya se encontraba en el paradero a punto de salir.

La convocatoria es en el Estadio Municipal de Recoleta. Dos cuadras separan la estación del estadio. En el camino se observan afiches de la fiesta colombiana llevada a cabo el sábado anterior en el mismo recinto. También, afiches de los eventos paralelos de algunos de los artistas peruanos llegados para el festival. De esos eventos que cuando se desprenden de festivales para otro público se suelen llamar “sideshows”.

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Es un tremendo evento gastronómico y musical de tres días (25, 26 y 27 de julio). Corrijo, es uno de dos tremendos eventos populares gastronómico-culturales de tres días cuyo propósito es celebrar las fiestas patrias peruanas en Santiago. Ambas ese mismo fin de semana: la independencia del Perú es oficialmente celebrada el 28 de Julio. El otro se lleva a cabo en el parque Quinta Normal y se realiza desde hace más tiempo. Entre ambos se ven representados los restaurantes peruanos más conocidos de la ciudad, así como algunos emprendimientos gastronómicos más pequeños de inmigrantes del país vecino. Incluso, hay algunos que sin tener una sede aquí viajan desde Perú solo para vender sus preparaciones en el evento.

El ingreso programado para las 11:00 se retrasa hasta las 13:00. Las entradas cuestan 5.000 por cada día y el ticket es una tarjeta telefónica de larga distancia sin carga, de esas que se debe raspar la parte de atrás para ver el código. A ese punto había una fila de 50 metros esperando para ingresar. En orden decreciente según su cantidad: peruanos, chilenos y otras nacionalidades.

Nos recibe un espectáculo musical en vivo, una banda tocando huayno. El público lo asume como acompañamiento y comienza a explorar los stands de comida dispuestos alrededor de la cancha. El escenario es muy grande y se encuentra sobre uno de los arcos. En una configuración tipica de mega-concierto de estadio. Una pantalla central, dos laterales y un camino que divide al público y que permite el tránsito de técnicos y personal de seguridad del escenario a la torre del sonidista.

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Los espectáculos musicales se siguen uno tras otro marcando -queriéndolo o no- la pauta del comportamiento de la gente. Paulatinamente a lo largo del día, los asistentes van dejando de priorizar comer para preferir escuchar la música o bailar. Huaynos, Carnavales, Huaylas y Sayas se van convirtiendo en cumbias peruanas. Cumbias del centro del Perú conocida como “chicha” y cumbias del norte, que es la más exitosa hoy en día (aquel subgénero que popularizó Américo en Chile).

Mientras tanto, las familias y los grupos de jóvenes se disponen a comer en el matratado césped de la cancha de fútbol del estadio. Los hombres solos y las parejas jóvenes comienzan con las cervecitas y los piscos sours, pero el ambiente familiar se mantendrá por muchas horas. Familias peruanas, chilenas y multinacionales cuyos niños corren llevando globos llenos con helio, pistolas de burbujas, cabritas, manzanas acarameladas y algodón de azucar que se venden para su entretenimiento. El humo de las cocinas, parrillas y leños se pierde en el cielo gris. Después, se elevará enfrentado con el fondo azulado de la noche. Con ese cambio, la comida se convertía en reponedora para acompañar la fiesta.

El último espectáculo de la noche lo dió la que quizás sea la orquesta de salsa más importante del mundo: El Gran combo de Puerto Rico. También conocida con el apelativo de “La Universidad de la Salsa”. Curiosamente, el gran estelar del evento no es de música del país celebrado ni del país de residencia de los celebrantes. Ni peruana ni chilena. Solo buena.

La orquesta de 52 años es dirigida (y fue fundada) por Rafael Ithier, de 87. Él cuenta así su experiencia del sábado pasado en Santiago al portal elnuevodía.com:

“Fue una experiencia gratificante porque los muchachos habían ido dos veces a Chile y no había ido porque estaba enfermo. Llegué y el país es muy bello. La primera vez que fueron los muchachos me dijeron que -no fue un fracaso- pero fue más o menos porque no es una plaza salsera. En esta ocasión me sorprendió porque el sitio era abierto y me dije ‘qué mucha gente’ ”.

Don Rafael no vio peruanos, no vio chilenos, no vio colombianos, no vio chinos (¡que por cierto los había!). Ni siquiera vio ciudadanos. Vio gente gozando. Y vio muy bien, porque eso es lo que hicimos. ¡Feliz Goce!¡Feliz 28!

Por Eduardo Osterling

El Ciudadano


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