La oposición sin opositores

Columna de Sergio Martín Tapia Argüello

La oposición sin opositores

Autor: Sergio Tapia

De forma constante escucho, tanto en medios de comunicación como en redes sociales y en pláticas directas, la idea de que en el país no existe una oposición política al gobierno en turno. Las implicaciones de esta afirmación pueden ser muy distintas de acuerdo con la lectura que se le dé. Por un lado, es posible que algunas personas estén diciendo que no existe un proyecto político alternativo que pueda efectivamente disputar, en este momento, la hegemonía del discurso político al gobierno. Esto me parece verdad; los partidos antiguamente dominantes en el país, vieron disminuir su poder en las elecciones de 2018, y aunque mantuvieron muchos espacios, los buenos resultados de Andrés Manuel López Obrador hicieron que en 2024 su caída fuera aún mayor.

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No se trata sólo de que estos partidos hayan perdido las elecciones de manera abrumadora, sino que para intentar disminuir o suavizar su ya muy anticipada derrota, esos mismos partidos tuvieron que naturalizar e introducir en sus propias propuestas y planes, las políticas públicas de la llamada 4a Transformación, aunque se hayan opuesto vehementemente a ellas, criticándolas y en ocasiones incluso insultando a su población objetivo. Por ello, sus propios planes de gobierno eran versiones deslavadas, tibias, del proyecto que resultó triunfante y no una alternativa real. De la misma forma, otras fuerzas políticas que si generaron proyectos alternativos, resultaron intrascendentes para el electorado, pues ni siquiera lograron llegar a la boleta electoral de 2024. Pienso por ejemplo, en la extrema derecha de corte religioso, en los tibios intentos libertarianos o en fuerzas de izquierda organizada.

Esto, que podría ser llamado la oposición electoral resulta claro que se encuentra en crisis. El proyecto de nación de Morena-PT se fue construyendo lentamente durante décadas, e incluye dentro de si elementos que en este momento, se asumen como indispensables para nuestro país, pero que hace 20 años habrían sido vistos como pretensiones ridículas. Por ello, dentro de esos partidos y fuerzas políticas, existen, lo sé tan bien como ustedes, elementos germinales de otra forma de entender al país. El principal problema es que requieren trabajo, organización (que es más trabajo) y el refinamiento que sólo puede dar el encuentro público político. Es un proceso de largo alcance, que esos partidos descuidaron debido a la certeza de su propio poder.

A pesar de ello, nadie puede pretender que en una democracia la única oposición que existe es la oposición electoral. Por un lado, porque muchas fuerzas políticas de nuestro país no están interesadas en el camino electoral para construir sus opciones, o bien porque llevan a cabo una estrategia diferente que les permite incluirse como fuerzas secundarias en el proyecto electoral dominante. Aquí pienso por ejemplo, en los movimientos alternativos, en los sindicatos, en las organizaciones campesinas e indígenas del país, pero también en las cámaras comerciales y en los grandes capitales, que son elementos políticos aunque no necesariamente electorales y que en muchos casos se oponen a políticas concretas del gobierno en turno. Por otro, porque muchos otros actores no forman parte de esas fuerzas, pero no por ello dejan de oponerse a las políticas del gobierno, desde cualquier espacio que tengan para ello disponible.

Es un error común reducir lo político a lo electoral. Y quizá por ello, muchos opositores al gobierno no se reconocen a sí mismos como tales. Hace unos meses, la comunicadora y académica Denise Dresser respondía agresivamente a su colega Vanessa Romero cuando la mencionó como opositora. A ella, que activamente se ha opuesto en todo espacio disponible a las políticas de la 4T, que llamó al voto por los partidos de oposición y que critica de toda forma posible a cualquiera que se encuentre indirectamente relacionado con Morena o el PT. Que ha declarado abiertamente su rechazo personal y político por el expresidente y ahora por añadidura, también por nuestra Presidenta, y que exige un viraje de las políticas públicas hacia el anterior status quo. A pesar de ser una clara opositora política, que tiene además espacios públicos de opinión y comunicación y los usa para oponerse, ella no se reconoce a sí misma como opositora.

De la misma forma, en los diversos programas en que participa, Leo Zuckermann ataja en cada oportunidad posible, la mención a las fuerzas opositoras para acotar que para él -que es, al igual que Dresser, un sistemático opositor a las fuerzas políticas en el poder- ya no existe oposición en el país. De nueva cuenta, se refiere en gran medida a la oposición organizada electoralmente con un proyecto alternativo y no a la oposición política, a la que él y muchos de sus colaboradores y compañeros pertenecen.

Tanto Dresser como Zuckermann tienen el conocimiento suficiente para entender esa distinción. Ambos tienen grados académicos en universidades de gran prestigio en ciencia política y además, ambos han estado relacionados con el poder político y mediático desde hace décadas. Su oposición, informada, sabe perfectamente lo que es, pero no lo reconoce por dos motivos. El primero, es la gigantesca popularidad de la Presidenta, que ronda el 80%, y el apoyo popular que tiene la 4T. Si alguno de ellos se declarase abiertamente opositor, probablemente tendría el mismo fin que los partidos en las últimas elecciones. De hecho, esa fue muy probablemente la razón por la cual Denise Dresser fue dejada de lado en la reestructuración del programa de Zuckermann, donde era panelista. Como figura más claramente opuesta a la 4T, ella fue sacrificada en aras de mostrarse como un espacio “plural”.

La segunda razón es un poco más elaborada. Al presentar su oposición como “crítica objetiva” con pretendida neutralidad, lo que esos espacios de opinión intentan es crear la ilusión de que lo que se opone a Morena no son sus preferencias políticas sino “la realidad”, sea esta entendida como “sentido común” -en el entendido de que cualquier persona inteligente/racional/pensante se opondría a ello- o bien como si fueran simplemente “los datos” -que se presentan como si fueran manzanas o peras, es decir, como cosas y no como son en realidad, interpretaciones-. De esta forma no sólo sirven como forma de legitimación para quienes en espacios mucho más pequeños y limitados son igualmente opositores -desde las redes sociales hasta el café del barrio- sino que también se blindan a sí mismos de la crítica: no se trata de estar “en contra de este gobierno” sino “contra el poder”, como lo han estado siempre -aseguran-.

De esta forma, los opositores que no tienen intención o posibilidad de ingresar al espacio de lucha electoral ven reflejadas sus opiniones opositoras -que no necesariamente críticas- en figuras reconocidas, que utilizan como ariete para presentar sus propias ideas. No es que ellos lleguen a insultar a tu muro de Facebook porque sean opositores. Es porque ellos también son críticos y neutros como lo son en Latinus.

El problema de esta estrategia es que a cambio de presentarse en “el centro” -radical, decía por ahí algún perdido- no se compromete en absoluto. Y con ello, desmoviliza y lleva hacia el simple hartazgo y el enojo. Es en esa actitud de supuesta neutralidad donde encontramos lo que algunos llaman la polarización de este momento específico. Al no ser capaces o bien no desear defender sus propias posturas, las personas son agresivas cuando son cuestionadas o confrontadas. Especialmente si quien lo hace si tiene una postura abierta y clara. Enojado por no poder decir verdaderamente lo que cree, avergonzado en muchas ocasiones porque sabe que no tiene la razón, el opositor se refugia o bien en la agresividad o en el victimismo: “ahora ya no podemos decir nada”, “he decidido expulsar de mis redes a quienes no piensen como yo, porque busco la paz”.   

Esa oposición activa de gente que no se reconoce a sí misma como opositora, tiene igualmente el problema de no poder generar una verdadera crítica al sistema y sus fallas. Que hay cosas que están terribles en el país, nadie puede tener ninguna duda. Pero saltar de eso a que nada sirve o que todo antes estaba mucho mejor, es simplemente un salto cuántico argumentativo que desacredita a cualquiera que lo mencione. Pero aislados, sin poder organizarse -porque después de todo, la suya es una “no postura” política- y sin construir, trabajando una alternativa que integre los elementos que han mejorado, realmente no ofrecen ningún tipo de ayuda a la construcción crítica de nuestro país.

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