Gabriela Mistral: la escritora del cielo y la tierra

La escritora desde muy temprana edad comenzó a desarrollar un camino místico a través de la lectura de muchos libros, en que se entrecruzaron conocimientos perennes y contenidos tan diversos como los de la Biblia, del budismo, hinduismo, y temas esotéricos.

Gabriela Mistral: la escritora del cielo y la tierra

Autor: El Ciudadano

Por Sergio Salinas Cañas

El filósofo alemán Jakob Böhme (1575-1624), uno de los pensadores europeos más interesantes y uno de los místicos más influyentes del esoterismo occidental, consideraba que el mundo material y el mundo espiritual están interconectados, y que el conocimiento espiritual es clave para despertar a la presencia divina. En medio de una polémica propiamente humana en que se involucró la figura de Gabriela Mistral, la frase parece tomar sentido y justo se da este debate humano en la conmemoración de los 136 años del nacimiento de la poeta en Vicuña, ciudad nortina situada en el Valle del Elqui, en la Región de Coquimbo.

La juglar Gabriela Mistral, que es considerada uno de los principales referentes de la literatura chilena e hispanoamericana del siglo XX, nació el 7 de abril de 1889 en Vicuña, como Lucila de María Godoy Alcayaga, según consta en los registros parroquiales de su ciudad natal.  “En las viñas de Montegrande, con su puro seno candeal, mece los hijos de otras reinas y los suyos nunca-jamás” (Todas íbamos a ser reinas).

Como concluyo en el libro “Gabriela Mistral y su desconocida historia espiritual”, la escritora desde muy temprana edad comenzó a desarrollar un camino místico a través de la lectura de muchos libros en que se entrecruzaron conocimientos perennes y contenidos tan diversos como de la Biblia, del budismo, hinduismo, y temas esotéricos. Esta búsqueda espiritualista y religiosa, a lo que se suma su amistad con destacados masones de La Serena, su participación en una logia teosófica en Antofagasta y su lectura de textos martinistas y rosacruces, es uno de los aspectos más desconocidos de toda su vida y obra. Lo anterior, me permite hipotetizar que estos conocimientos, sumados a su vida misma en la dicotomía de alegrías y desolación, amor y dolor, la dotaron de una sensibilidad distinta, donde se entremezclan los temas mundanos con los temas espirituales. Las fuentes de su inspiración entonces van de la tierra al cielo o del cielo a la tierra, desde lo exterior hacia su interior y viceversa.

“Siempre ella, silenciosa, como la gran mirada

de Dios sobre mí; siempre su azahar sobre mi casa;

siempre, como el destino que ni mengua ni pasa,

descenderá a cubrirme, terrible y extasiada”. (Desolación)

Gabriela Mistral también habría leído a Emanuel Swedenborg y al parecer habría hecho suya uno de sus textos: “El cielo no se encuentra en las alturas, sino donde está el bien del amor, y éste reside en el interior de la persona, esté donde esté”.

Sin embargo, lo mundano ha hecho que la sociedad chilena haya construido una imagen falsa e idealizada de la poetisa, según los valores vigentes, excluyentes, machistas y oligárquicos, de la sociedad que le tocó vivir y la haya alejado de las luces espirituales que se desprenden de su prosa y versos.

Gabriela Mistral muestra que existen armonías perfectas de orden cósmico visibles y hay otras obras en la naturaleza en las cuales el hombre no ha participado, lo que representa, al mismo tiempo, los límites y el contexto impuesto a la existencia humana terrestre, encarnada.

Además, Mistral exploró -como una adelantada a su época- en ideas espirituales casi desconocidas en el continente latinoamericano, pero en las que el amor por la humanidad y la naturaleza fueron la clave central y donde el sentir por el corazón era quizá casi tan importante como la reflexión mental.

En la Premio Nobel, el hombre no consume su destino en un puro y determinado modo de aparecer y ser en el tiempo histórico. Hay un “algo más”, irreductible al absoluto de la historia, que toma forma en la sintonía espiritual del hombre con la tierra, con el todo, con el universo, con el Creador. Es entonces cuando el hombre y su mundo se “abren” a su propia trascendencia, y es así, por esa vía, como de algún modo se salva y vuelve a conectarse en el Todo, el Uno.

En el mundo material como diría Bohme, Mistral formó parte de un grupo de intelectuales (poetas, educadores, pensadores y políticos incluso) que levantaron un movimiento espiritualista donde se combinaron elementos teosóficos con hinduismo, reivindicación de lo oriental y, en ocasiones, creencias o prácticas espiritistas.

Estas ideas las defendió siempre con vehemencia apasionada tal como en sus escritos y poemas. Gabriela Mistral siempre se relacionó más con las personas que los grupos y supo separar los afectos de las posiciones políticas. Aunque estas últimas las dejó en claro siempre enfrentándose a muchos.

En su crónica El oficio legal, publicado en la revista Pro Arte, en abril de 1949, Gabriela Mistral recordaba: “Leía yo en mi aldea de la Compañía como todos los de mi generación leyeron ‘A troche y moche’. A tontas y a locas, sin idea de jerarquía. El bondadoso hombre Ossandón me prestaba a manos llenas libros que me sobrepasaban…” En este texto la Mistral retrocede a su juventud narrando su iniciación en el conocimiento de las grandes obras literarias universales, en textos que aún existen en la biblioteca del “Club de Coquimbo”, para el conocimiento y deleite intelectual de las personas interesadas en cultivar su espíritu.

En 1922, Gabriela Mistral fue invitada por el secretario de Educación, José Vasconcelos a participar en lo que él llamó las Misiones Culturales para combatir el analfabetismo en aquel México posrevolucionario. “Árbol hermano, que clavado por garfios pardos en el suelo, la clara frente has elevado en una intensa sed de cielo”, fragmento del poema “El himno al árbol”, escrito por Gabriela Mistral y dedicado a José Vasconcelos, quien también fue su amigo.

La Gabriela Mistral más mística y espiritual es desconocida aún en Chile y sólo se ha levantado las figuras de madre universal y maestra. La iconización de la escritora en este doble ámbito potenció en el pasado la propagación y el análisis principalmente de los primeros libros, Desolación y Ternura. Las dos versiones de Lagar y Tala fueron postergadas en el análisis crítico.

Gabriela Mistral, en una de sus cartas a Pedro Aguirre Cerda, señala: “Yo no soy antirreligiosa, ni siquiera arreligiosa. Creo casi con el fervor de los místicos, pero creo en el cristianismo primitivo, no enturbiado por la teología, no grotesco por la liturgia y no materializado y empequeñecido por un culto que ha hecho de él un paganismo sin belleza. En suma, soy cristiana, pero no soy católica”.

En su labor mundana Gabriela Mistral encontró y se oxigenó con la Teosofía, en este orientalismo, de pacifismo, de la reivindicación de lo telúrico, de la armonía de las razas y las culturas, de la búsqueda en lo indígena de una sabiduría ancestral, de la rebelión contra un “positivismo” o un “pragmatismo” de limitados horizontes. Luego de sufrir la desolación por vivir la resistencia a sus primeros poemas por parte del capellán de una escuela en La Serena, Manuel Ignacio Munizaga, que los calificó como «algo socialistas y un tanto paganos». Y, posteriormente, cuando sólo después de ganar el Nobel recibió el Premio Nacional de Literatura.

País de la ausencia
extraño país,
más ligero que ángel
y seña sutil,
color de alga muerta,
color de neblí,
con edad de siempre,
sin edad feliz. (País de la ausencia)

Lo cierto es que su vida y su escritura nos muestra el tránsito que va desde los sonetos de la muerte a los de la inmortalidad, de las sombras a la luz, en ese tránsito del mundo material al mundo espiritual.

Lo anterior, queda en evidencia en un bello poema, desconocido para muchos y del cual tomo un fragmento, titulado: “Sólo sé cómo se llama”:Que si nació hoy, que si nació ayer, que si nació aquí, que si nació allá. Que si murió a los 33, que si murió a los 36. Que cuántos clavos, que cuántos panes y pescados. Que si eran reyes, que si eran magos. Que si tenía hermanos, que si no tenía. Que dónde está, que cuándo vuelve. Yo lo único que sé es que… A mí me tomó de la mano cuando más lo necesitaba”.

Su amigo, el teósofo y rosacruz, Zacarías Gómez le señaló una vez a Gabriela Mistral: “Para mí es Ud. una verdadera santa laica, que actúa en la humana vida terrenal, como mensajera de la alta Jerarquía que debe reinar en el Reino Eterno; para mí nunca dejará Ud. de ser un alma Grande, de sentimientos unitarios y universales, que trabaja, lucha, se esfuerza y se gasta en llevar luz al pensamiento y amor al corazón de los hombres. Entre mi clientela hay muchas personas que la esperan con ansiedad, imaginándose que ellas creen que, su proximidad, su compañía, su relación con ella, pueden hacer el milagro de transformar su naturaleza, su manera de pensar. Su natural instinto de vivir, sin considerar que cada uno debe ser su propio guía, su propio redentor, su único Salvador, mediante el ejercicio de la voluntad y del propio esfuerzo”.

Por Sergio Salinas Cañas

Fuente fotografía


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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