Cuando en Santiago se hablaba Mapundungún

 Giovatto Molinelli-Los Tajamares del Mapocho Aclaración: A lo largo de todo este artículo he decidido utilizar el término actual mapudungún para referirme a la variante histórica y dialectal de la zona central de la lengua hoy hablada en el sur de Chile mayormente por mapuches

Cuando en Santiago se hablaba Mapundungún

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Giovatto Molinelli-Los Tajamares del Mapocho

Aclaración: A lo largo de todo este artículo he decidido utilizar el término actual mapudungún para referirme a la variante histórica y dialectal de la zona central de la lengua hoy hablada en el sur de Chile mayormente por mapuches. Esto no quiere decir que el nombre que le daban sus hablantes a su lengua, en este marco geográfico-histórico, haya sido ese.

Que en lo que actualmente es la Región Metropolitana se hablaba mapudungún antes de la llegada de los españoles no es ningún secreto ni dato particular, siendo sabido por muchos. Muestra de aquello es la gran cantidad de topónimos presentes en esta región que son fácilmente vinculables con términos del mapudungún. Entre ellos están nombres de comunas (Maipú, Pudahuel, Peñalolén), accidentes hidrográficos (Río Maipo, Laguna Aculeo, Laguna Carén) y accidentes de origen orográfico (Aconcagua, Manquehue).

Así como algunos permanecieron y lograron sobreponerse a la dominación lingüística, otros con el tiempo terminaron siendo totalmente sepultados por nombres hispanos y relegados al olvido, como es el caso del Santa Lucía, antes llamado Huelen (o Huelén), o el del San Cristóbal, conocido antaño como Tupahue. Situación curiosa es la de Chuchunco (lugar que habría estado ubicado en la actual Estación Central), sustantivo propio que pervive tan sólo en expresiones populares utilizadas para aludir a lugares remotos. Sin embargo, con respecto a esta última, debo esclarecer que su etimología mapuche es, por decir lo menos, difícil de descifrar; bien podría ser quechua.

Pero, hay otro dato que muchos desconocen: que en el valle de Santiago se habló mapudungún con bastante vitalidad por lo menos hasta bien entrado el siglo XVII, como se evidenciara en la obra de Bernardo de Havestadt, Chilidúgú sive Tractatus linguae chilenses (1777), el último de los tres grandes trabajos sobre esta lengua realizado por jesuitas, los mayores estudiosos de la lengua mapuche en ese entonces. Sin duda no era el mismo mapudungún que estamos habituados a escuchar actualmente, difiriendo más en léxico que en fonología.

Algo más de un siglo antes, el también sacerdote jesuita, Luis de Valdivia, inmortalizó en su trabajo Arte y gramatica de la lengua que corre por todo el Reyno de Chile (1606), el topónimo Mapuchu, ejemplificado en la frase Mapuchu mten meuyen, “voy hasta Santiago”, donde el primer término de la oración corresponde a la actual capital de nuestro país. Cabe destacar que este topónimo persistía aún más de un siglo y medio después (Febrès, 1765), lo que indica cuan reticentes fueron estos hablantes a dejar su lengua originaria.

La identidad de los hablantes

Dado que la mayor parte de los indígenas, mestizos y negros se encontraban en Santiago en el sector conocido como La Chimba (ribera norte del río Mapocho), podemos deducir que se habló mapudungún con mayor vitalidad en la zona que actualmente ocupan las comunas de Independencia y Recoleta.

Con respecto a la ocupación de los hablantes, el mencionado libro de Luis de Valdivia recoge en su vocabulario decenas de términos que nos permiten .reconstruir con algo de certeza las ocupaciones de estos sujetos, así como su situación social Entre ellos están: mamllcamañ, “carpintero”; cuyulcamañ, “carbonero”, curacamañ, “cantero” y ḡenche, “encomendero”. Incluso algunos, como vayemin, “fundir hierro”; pañillue ñi me, “escoria del hierro”; pañillue mau, “cadena de hierro”, entre otros, nos permiten deducir que éstos posiblemente aprendieron la metalurgia del hierro, por lo que no resulta descabellado que los artesanos de La Chimba a los que se refiere Pablo Álvarez en su trabajo La Chimba del Valle del Mapocho hayan sido hablantes de mapudungún.

Otro dato interesante, ya sabido por historiadores y reforzado por estos datos lingüísticos, es el contacto que tuvieron estos indígenas y mestizos con negros, lo que se infiere por la presencia del término curùche (“persona de raza negra”) en su léxico, indicando que estos grupos habrían convivido, al menos durante los primeros siglos de vida de Santiago.

Esta situación cambiaría después, como afirmara Armando de Ramón en su libro Santiago de Chile, diciendo que ya en el año 1695 se denunciaba al rey la “escasez de indios en las encomiendas” y que éstas “se componían al corto número de cinco o seis indios” (De Ramón, 1992). En gran parte, esto se debió a las múltiples epidemias que asolaron Santiago, las que plasmaron en el lenguaje de los hablantes sobrevivientes vocablos, como charam, “sarampión”, chavalonco o chavon, “enfermedad no especificada que podría haber sido el tifus o la fiebre tifoidea” y pirucuthan*, “peste o mortandad”, así como al imparable mestizaje en curso.

Causas de su desaparición y legado

Poco se sabe que ocurrió, en general, con los hablantes de mapudungún de la zona norte y central, así como con los de otras lenguas de nuestro país, como el chono o el cacán (lengua de los diaguitas). Lo más probable, es que su idioma haya ido perdiendo su prestigio social, ya bastante alicaído desde la época de la Conquista, derivando así en un quiebre generacional, en el que los mayores dejaron de transmitir su lengua a los niños. Sin embargo, este proceso no fue repentino, debiendo haber ocurrido de forma paulatina, al desaparecer primero desde los núcleos urbanos más grandes hasta hacerlo en los más pequeños y aislados. El hecho indiscutible es que hacia los inicios del siglo pasado ya no quedaba hablante alguno de mapudungun en la zona central, con excepción de los pehuenches de la zona cordillerana (Lenz, s.f.)

No obstante, en la zona central, el fruto del mapudungún había liberado miles de semillas, aunque sólo algunas arribaran a un lugar ventajoso; aún menos lograron crecer y repetir el mismo ciclo. Dentro de las que sobrevivieron y alcanzaron a ser registrados por Lenz, fuera de los comunes zoónimos y fitónimos, están meucar, “cabecear de sueño”; melihuaca o mellihuaca, “carnero con cuatro o más cuernos”; guache, “trampa para cazar pájaros”; meca, “caca”; coltrao, “renacuajo”, etc…

Aun así, es preciso decir que la mayoría de ellas quedaron relegadas al ámbito rural, o bien, su uso se está perdiendo debido a que reflejan realidades ya algo más ajenas o menos comunes, como la precariedad extrema (piñiñento, pidulle) y la ruralidad (melihuaca, guache). Sin embargo, la explicación de este proceso parece ser más compleja, apuntando en ciertos casos a razones de índole sociolingüística y educativa. Dentro de estas últimas está el aumento en la cobertura educativa durante fines del siglo XIX e inicios del XX, impulsada por el Estado Docente (Egaña, 1994), que con su normativismo lingüístico tendió a reducir ostensiblemente las diferencias diatópicas (de localidad) y diastráticas (de clase social) al imponer el sociolecto de las clases altas. Es por esto que palabras de origen mapuche que perfectamente pudieran haberse “desenvuelto” en el ámbito urbano, por ejemplo, alpe (“duro”, en sentido metafórico), terminaron por desaparecer, siendo desconocidas por la mayoría de los chilenos de la zona centro-sur.

Conclusión

Nuestro país tiene una identidad mestiza, eso es innegable. Sin embargo, su lado indígena siempre se ha visto opacado por el europeo, en una especie de mal de Electra, donde la hija, sin necesariamente amar al padre, rechaza tenazmente a la madre; la progenitora indígena. El gran problema que surge es cómo reivindicar esta identidad desde un punto de vista lingüístico: ¿Intentando “revivir” palabras de origen mapuche olvidadas desde hace décadas o siglos en el baúl de los recuerdos?, ¿Enfocando nuestros esfuerzos en revitalizar las ya existentes y en peligro de desaparecer?, ¿o certeramente, aprendiendo tanto mapudungún como español desde niños? Son preguntas de difícil respuesta.

* En esta palabra reemplacé por una th la t con macrón, usada originalmente por Valdivia, por no encontrar el segundo carácter.

Referencias

Álvarez, P. (2011). La Chimba del Valle del Mapocho: historia de una alteridad en construcción (Siglos XVI – XIX). Espacios, 1, 19-42. Recuperado de http://www.geoacademia.cl/revista/Alvarez%202011.%20Rev.%20Geo.%20Esp.pdf
De Ramón, A. (1992). Santiago de Chile: Historia de una sociedad urbana. Santiago de Chile: Editorial Universitaria.
De Valdivia, L. (1606). Arte y gramática general de la lengua que corre por todo el Reyno de Chile. Lima. Recuperado de http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/mc0013038.pdf
Egaña, L. (1994). Pedagogía y modernidad: Configuración del sistema de educación primaria popular en el siglo XX en Chile. Santiago de Chile: Ediciones DIBAM.
Febrès, A. (1765). Arte y gramática de la lengua general del Reyno de Chile. Lima. Recuperado de http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-8486.html
Havestadt, Bernhard (1777). Chilidúgú sive Tractatus linguae chilenses. Leipzig. Recuperado de http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-8487.html
Lenz, R. (s.f.). Diccionario etimológico de las voces chilenas derivadas de lenguas indígenas americanas. Santiago de Chile: Editorial Universitaria. Recuperado de http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-9895.html

Por Felipe Alegría


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