El pinochetismo no está muerto, pero hay que matarlo

Es evidente que la cobardía se aferra al negacionismo, el insistir que al país le hace mal mirar su pasado; ese es un discurso que saca nota roja en el colegio y se abraza a la regalada impunidad.

El pinochetismo no está muerto, pero hay que matarlo

Autor: El Ciudadano

Por Pablo Varas

El asesinato del comandante en jefe del Ejército, René Schneider, ¿era evitable?

Fue asesinado por sus propios compañeros de carrera militar y las armas fueron entregadas por el embajador de los Estados Unidos en aquella época. Fue resultado de una conjura entre la CIA, el Departamento de Estado norteamericano y algunos generales del ejército chileno, entre ellos quien se decía amigo, el general Canales. Las razones quedaron en la historia; era un militar constitucionalista que exigió que los militares mantuvieran distancia del momento político que se sucedía en Chile, como lo fue el triunfo de la Unidad Popular y del presidente Salvador Allende.

Para un grupo de generales conspiradores y criminales era el camino que debía iniciarse para que en algún momento después se ejecutara un golpe militar. Era el periodo de la guerra fría. Ni siquiera los pájaros defecan en su propio nido; en Chile hubo militares que sí lo hicieron.

¿Era evitable el asesinato del edecán del presidente Allende, capitán Araya?

Evidente que era evitable, pero su asesinato fue ejecutado por Patria y Libertad, una organización de extrema derecha en cuya dirección estaba Jaime Guzmán y que actuó junto al Partido Demócrata Cristiano con Eduardo Frei, y el Partido Nacional liderado por Sergio Onofre Jarpa, fundador de RN, partido en que fue militante Sebastián Piñera.

Era evitable que los que acompañaron al presidente Allende aquel día 11 fueran llevados al regimiento Buin, torturados, fusilados y que hasta los días actuales sean detenidos desaparecidos.

¿Era evitable detener y hacer desaparecer a diez mujeres embarazadas que no alcanzaban la edad de treinta años y la menor sólo veinte años?

Ellas fueron detenidas por la DINA y hasta los actuales días se les busca sin obtener respuesta. Todas ellas iban a ser reinas. Sabemos que la verdad se esconde entre los lustrosos pasillos de los regimientos y cuarteles, donde transita la cobardía que agazapada espera el fin de mes para extender la puruña. Otros esperan la llegada de la justa guadaña en sus bancos tomando el sol en Punta Peuco. La candidata presidencial de la derecha sostiene que el asesinato de mujeres embarazadas era algo inevitable.

La precariedad política de la candidata de la derecha no alcanza a entender que durante el periodo 1970-1973 Chile estableció relaciones diplomáticas con otros países, entre ellos China, que actualmente es el principal socio comercial del país y que la derecha se niega a reconocer que es una dictadura comunista. Memoria corta para lo sucedido en la plaza de Tiananmen. Se dejó meridianamente claro que el nuevo modelo de desarrollo sería a la chilena.

Se debe establecer que no hubo llamado del alma de la patria para romper la institucionalidad de Chile, sencillamente porque el alma es un cuento para hacer dormir a los niños. Los militares no resistieron el cañonazo de dólares que llegaron del país con la bandera de barras y estrellas. Los uniformados fueron comprados entre comidas y aperitivos en la embajada de los Estados Unidos. Fueron empujados por todo el mundo empresarial, que asustados llamaron a las puertas de los cuarteles cuando comenzaron a ver a los trabajadores ordenando las empresas. La gran mayoría de mercaderes se dedicaron a esconder su producción y se hartaron con el mercado negro.

Es evidente que la cobardía se aferra al negacionismo, el insistir que al país le hace mal mirar su pasado; ese es un discurso que saca nota roja en el colegio y se abraza a la regalada impunidad. Se sigue buscando el lugar donde posiblemente estarían los restos de Manuel Rodríguez, el héroe fundamental de la patria y aquello no es un viaje al pasado, sencillamente colocar en orden a la historia. Nos informamos por los testimonios de los que sobrevivieron a los campos de concentración de cómo actuaba la Gestapo, donde trabajó el padre del candidato Kast. La historia deja impávidos a Hitler y su partido nazi, que admira la candidata Evelyn Matthei de la UDI/RN/Demócratas/EVOPOLI.

Volvemos a la memoria de la patria.

El pinochetismo sigue vivo no por la tozudez de la derecha, sigue instalado por la precariedad de los que levantan como brujos famélicos proyectos inconclusos extremadamente lejos de las reales necesidades de las grandes mayorías. Abandonaron la convicción de que para detener la ignominia del modelo capitalista en su expresión más extrema como lo es neoliberalismo, sencillamente apura instalar una sociedad participativa, comprometida y deseosa de ser protagonista y arquitecta de su propia historia, lo que desde hace muchos años se conoce como sistema socialista.

Posiblemente bebieron vino ácido lo que los llevó a negarlo todo, al abandono de la memoria y mirar cómo el polvo se instaló en un programa generoso como el de las cuarenta medidas. Los vemos convertidos en traidores, rasguñando algunas monedas para ser parte del pobre y miserable espectáculo de la miseria para estar en la foto del diario de la tarde.

Más de treinta años con ministros de Defensa y no se sabe nada de las fichas de los detenidos por los aparatos de la represión dictatorial que abarrotaron los campos de concentración y tortura. Unos miserables y, aun así, en algunas ocasiones levantan el puño para evitar el qué dirán. Saldrán con frases cortas temblorosas algunos progresistas y socialdemócratas sin el real convencimiento de que lo determinante es el hombre y sus derechos.

Cuando la derecha reivindica su criminalidad debemos entender entonces que llega la hora de volver a discutir lo que por años queda en el cuaderno borrador, la urgencia de levantar un programa popular para colocarlo en la mesa del debate y saberlo defender con las poderosas razones que están intactas en la historia.

El pinochetismo existe en los regimientos y cuarteles, en los colegios sin número, en los barcos y los viejos estandartes, en la CPC y la Sofofa, en los que muerden la mano del que les da de comer. Los perversos militares han estado siempre, en algunos tiempos agazapados y en otros extremadamente activos, desde la Escuela Santa María de Iquique hasta los que asesinaron a un comandante en jefe del ejército en 1970.

Y como dijera Jecar en el teatro Cariola algunos meses antes que fuera asesinado: Los muertos que matasteis gozan de buena salud.

Por Pablo Varas

17 de abril de 2025

Fuente fotografía


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