Evelyn Matthei: las muertes del golpe de Estado eran evitables

La candidata presidencial de Chile Vamos insiste en el relato de una supuesta guerra civil para justificar el golpe de Estado. Pero la historia, los archivos y las cifras desmienten esa narrativa.

Evelyn Matthei: las muertes del golpe de Estado eran evitables

Autor: El Ciudadano

Más de 1.000 detenidos desaparecidos, más de 2.000 ejecutados y más de 40.000 torturados. Más de 150 niños ejecutados y 40 desaparecidos. El 80% de ellas ocurrieron durante los años 1973 y 1974, fecha en la cual la candidata presidencial de Chile Vamos, Evelyn Matthei, creía que estas muertes eran inevitables.

Ese es el relato que la derecha ha querido instalar una vez finalizada la dictadura: hicieron lo que hicieron porque era la única alternativa que tenían: el golpe de Estado habría sido necesario y las muertes y desapariciones se produjeron porque estábamos en una “guerra civil”. Lo cierto es que en Chile no hubo una guerra civil. Solo fue una masacre que contó con la participación de las Fuerzas Armadas y de civiles, entre los cuales se encontraban las élites económicas y políticas conservadoras, quienes no dudaron en asesinar incluso a aquellos militares que se negaron a masacrar a su pueblo.

Que la candidata presidencial Matthei señale que hubo una guerra civil no es una muestra de ignorancia supina, sino que asume una posición política que falsea la historia y así le permite justificar las violaciones a los derechos humanos, aun cuando señale lo contrario. Los archivos desclasificados por la propia Embajada de Estados Unidos en Chile, revelados por Peter Kornbluh, dan cuenta que sabían que un golpe de Estado en nuestro país sería brutalmente sangriento.

La derecha chilena tiene un ADN pinochetista del cual no se quiere deshacer, sobre todo cuando las encuestas le favorecen. Y esta herencia no es solo de los sectores más reaccionarios como el Partido Nacional-Libertario y el Partido Republicano, sino también de Chile Vamos.

El insigne historiador Eric Hobsbawn al referirse sobre lo que ocurrió en 1973 realizaba tres potentes afirmaciones. La primera y más obvia es que el gobierno de Allende no se suicidó sino que fue asesinado. Lo que acabó con él no fueron los errores políticos y económicos ni la crisis financiera, sino la metralla y las bombas. Y para aquellos comentaristas de la derecha que se preguntan qué otra opción les quedaba a los opositores de Allende más que un golpe, la respuesta es simple: no hacer un golpe.

Esto significa que aquellos que apoyaron el golpe estuvieron dispuestos a hacerlo aun sabiendo las muertes que provocarían. Lo peligroso es que a pesar de la conciencia de sus actos, los sectores que defienden y justifican la dictadura, estarían dispuestos a repetir la historia.


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