Entrevista a Wladimir Painemal realizada por Franck Gaudichaud, de Rebelion.org
En varias partes del Sur de Chile, la represión en contra de las luchas del movimiento mapuche sigue e incluso se ha agudizado en los últimos meses. Desde el fin de la dictadura (1990), aunque ha habido devoluciones de tierras gracias a la movilización de este pueblo indígena [1], los grandes problemas que lo afecta no han sido resueltos por lo sucesivos gobiernos de la Concertación, todo al contrario… Muchas comunidades se están quedando sin o con pocas tierras en su propio territorio histórico, les falta el agua que es utilizada prioritariamente en las grandes plantaciones forestales, la discriminación está muy presente en todo el país y en varios lugares del Sur la represión policial es brutal, como lo denunció -entre otros- Amnistía Internacional o el relator especial para los pueblos indígenas de la ONU.
El conflicto es particularmente agudo en los lugares donde se han producido “tomas” colectivas de tierras, que son recuperadas. La represión de Estado es violenta, muchas veces con aplicación de la Ley de Seguridad Interior o incluso de la Ley Antiterrorista de la dictadura. Solo basta pensar en los casos más mediáticos como Patricia Troncoso, Elena Varela o últimamente Hector Llaitul, preso político de la “democracia” chilena. El 12 de agosto pasado, un joven mapuche de 24 años, Jaime Mendoza Collio, fue asesinado por Carabineros en el fundo «San Sebastián». Recibió el disparo de una pistola 9 mm tras resistirse al desalojo policial del predio.
Tras esta espiral de violencia se combinan los elementos de un conflicto indígena, sus legitimas reivindicaciones de identidad, culturales, idiomáticos y de autodeterminación, con los efectos directos del modelo neoliberal que en esta zona están al desnudo. Junto a poderosos terratenientes que ocupan tierras ancestrales arrebatadas a los indígenas, están las enormes plantaciones forestales de las empresas transnacionales que depredan al bosque nativo y lo reemplazan por pinos, eucaliptos, que agotan el agua y deterioran el suelo para producir celulosa y otros productos de exportación.
Están también las empresas eléctricas que construyen centrales y tienden sus líneas trasmisoras atravesando las tierras mapuches o bien pretenden instalar plantas termoeléctricas a carbón contaminando el medio ambiente. En la costa, las empresas salmoneras se han apoderado del mar a través de concesiones, liquidando la pesca artesanal y contaminando las aguas. Hay un concentrado capitalista neoliberal que arrasa con todo y choca contra un movimiento mapuche secular. En este conflicto, el Estado chileno aparece claramente y una vez más al lado de las transnacionales y no como defensor de los derechos de las mayorías.
La pregunta es: ¿Cómo enfrentar esta permanente criminalización del movimiento mapuche? Y también: ¿Cómo vencer la fragmentación de las comunidades, unificar la nación mapuche, tomando en cuenta su fuerte evolución y urbanización de las ultimas décadas? ¿Qué hacer con los recursos naturales? ¿Explotarlos en beneficio de grandes propietarios, del capital transnacional o establecer algún tipo de economía sustentable que respete la vida, las tierras y las tradiciones colectivas del pueblo mapuche? Se trata al final de construir un nuevo proyecto político para defender el derecho a la autodeterminación, forjar perspectivas para un Estado plurinacional democrático y, al mismo tiempo, debatir las vías para un desarrollo alternativo al capitalismo neoliberal, abierto a los mapuche y no mapuches en su diversidad creadora.
Desde Temuko y el Wallmapu (País Mapuche), hemos conversado de esta situación con Wladimir Painemal. En los 90’, Wladimir era un joven dirigente mapuche y participó activamente en la formación de los actuales hogares estudiantiles, centros comunitarios y autogestionados. Junto con Pedro Cayuqueo y otros compañeros ha sido uno de los fundadores del periódico Azkintuwe, del cual es actualmente subdirector. Este dinámico proyecto informativo desarrolla un periodismo desde el Pueblo mapuche y con una perspectiva multicultural, posee “una línea editorial fundamentada en la democracia y el derecho de los pueblos a la comunicación” y también se dedica “a la capacitación de temas de comunicación y a mejorar el acceso de las comunidades indígenas y organizaciones sociales a los medios masivos de prensa”.
– Hemos visto en las últimas semanas que continúa la criminalización del movimiento mapuche, como la represión de Estado. ¿Nos puedes hablar de esta situación de criminalización?
Antes de iniciar nuestra conversación, quisiera colocar algunos elementos en la mesa. La situación del pueblo mapuche desde la década de los 90 hasta la actualidad no ha presentado importantes avances en términos de desarrollo humano. Estudios e informes de distintos organismos han demostrado que los niveles de pobreza, desempleo y discriminación exhiben bajos niveles en relación a la población no indígena. Es así también para el caso de la cobertura en educación. En estos momentos nos encontramos en un Hogar para estudiantes mapuche, pero ellos representan tan solo en 0.3% de la población de jóvenes mapuches que logran ingresar a la universidad. Podríamos hacer una larga lista; la discriminación en el acceso al trabajo, pues se accede mayoritariamente a los trabajos más mal pagados, la situación de discriminación hacia la mujer, etc.
Este contexto es el que ha desencadenado un proceso de movilización permanente, que tiene altos y bajos, liderado por distintas organizaciones que tienen distintas maneras y estrategias para desarrollar sus demandas. Algunas de ellas centran su estrategia en la lucha de comunidades en la zona rural y que buscan la recuperación de territorios históricos que hoy se encuentran en las manos de grandes latifundistas, empresas forestales y/o de particulares. Esa estrategia plantea también, en algunos casos, que la forma de solución no es a través de la vía institucional, sino a través de la ocupación concreta de los espacios. En respuesta a esta forma de recuperación, el gobierno de Chile comienza a implementar un proceso de criminalización que no sólo afectó a una organización en particular, sino al conjunto del movimiento mapuche.
Años atrás la mayoría de los dirigentes tenía sus teléfonos intervenidos, se les hacia seguimientos a ellos y a sus abogados defensores; el Estado ha gastado ingentes recursos para mantener sistemas de inteligencia de ultima generación como servicios satelitales para hacer seguimientos, entre otros. Tiempo atrás, el jefe de la policía de la región en su cuenta anual daba una cifra decidora: habrían más de 12 millones dólares invertidos en la región sólo para proteger a los dueños de fundos que ven “amenazados” por las comunidades que quieren recuperar sus territorios. Entonces ya no es algo que tenga que ver con la política pública de seguridad de un país democrático. Por otro lado se ha ocupado la agenda comunicacional también y se ha generado una fuerte estigmatización de los mapuches en general, como algo natural de lo que somos como mapuche en general. Ese fenómeno escapa al control que podemos tener nosotros respecto de cómo queremos que se nos vea como sociedad. Al plantear que los mapuches somos “peligrosos”, la política de criminalización impacta a toda la sociedad.
– En América Latina se ha hablado de “militarización” de los territorios indígenas en conflicto: ¿tú crees que es un concepto valido para la situación en el sur de Chile? Sabemos que el Estado chileno y otros grupos están presente para defender forestales, grandes transnacionales, fundos.
Es cierto que es un tema de conceptos. Lo concreto es que la policía en Chile tiene un cuerpo que denomina “fuerzas especiales” y que actúan en determinados circunstancias, como en las protestas del 11 de septiembre, grandes manifestaciones públicas, por ejemplo. Ese cuerpo especial en la región tiene una dedicación exclusiva en reprimir la demanda mapuche y una cantidad inmensa de recursos asignados para ello. Además, en los últimos años los han ido concentrando en espacios territoriales donde existen conflictos entre los dueños de tierras o de una forestal, con una comunidad mapuche. No sé si a esa concentración se le puede llamar “militarización”. Por el momento, los militares, el Ejército, se mantiene en sus cuarteles, no han salido a reprimir comunidades. Pero sí, se ha interpretado que esta fuerza especial se ha ido militarizando y usando material de mayor “eficacia”. Por ello creo que cuando se habla de militarización se plantea en los términos de concentración de policías, fuertemente armadas, en estos territorios y en particular en aquellos que se encuentran en conflicto.
Estas fuerzas se han dedicado a operar en territorios de comunidades, desplegando una fuerza desproporcionada respecto de lo que una comunidad representa en cuanto a cantidad de niños, adultos y ancianos. En las comunidades no hay otra fuerza irregular o “ejército paralelo”, no hay armamento de ningún tipo, no hay una situación que indique que la policía tenga que desplegar esa cantidad de recursos y servicios de inteligencia. El Estado considera las movilizaciones como un fenómeno desestabilizador para los empresarios de la región, ya que se supone que las inversiones se van de la región con este tipo de conflictos. Lo cual no es cierto, pues si se revisan las cifras respecto al crecimiento económico o de las ganancias que obtienen las empresas en la región, no indican para nada una disminución. Las empresas forestales están ahí y siguen generando ganancias. Es más, en muchos de los casos donde las tierras han estado en conflicto, a muchos de los terratenientes se les ha comprado la tierra por sobre el precio comercial, se les ha sobrevalorado. La CONADI [2] hoy en día esta pagando hasta el cuádruple del valor de compra de esas tierras. Muchos de estos dueños de fundos ganan con este conflicto.
– Sabemos que hay una importante presencia de forestales y terratenientes, en este contexto ¿Cuál es en la actualidad la situación a nivel de territorio de las comunidades? ¿Se han logrado avances frente a estos actores tan invasivos?
Desde los años 90, a partir del proceso de movilización con sus diferentes estrategias, el Estado ha tenido que invertir recursos para comprar tierras. Hoy en día entre la compra directa de tierras, el traspaso de bienes nacionales, entidad pública que gestiona las tierras del Estado, se han entregado una cantidad de tierras que el gobierno estima en 500 mil hectáreas. El problema es que para no mostrar una debilidad frente a las comunidades movilizadas, se les entrega a comunidades que no han generado procesos de movilización, si no a aquellas que han seguido los “canales legales”, independientemente del hecho que esas comunidades están esperando desde hace 13 años por esa compra. También se da la variable que, cuando el conflicto de la comunidad es con una forestal, no hay ni venta ni devolución de tierras, ya que estas empresas no venden, es más, tienen como política que de aquí a 10 años más deben doblar la cantidad de hectáreas plantadas.. Y la cantidad de tierras disponibles no está siendo suficiente para esto: hoy en día las únicas tierras que aspiran a comprar son las tierras de las comunidades. Por lo tanto estos conflictos se generan por esta oposición de las forestales en vender las tierras adquiridas a dueños particulares, obtenidas a su vez de la usurpación histórica.
Por otro lado, la empresa forestal genera una serie de problemas, efectos negativos como industria, como la escasez de agua, contaminación del medioambiente y el empleo, ya que no hay trabajo para las comunidades en esas plantaciones. Antes el dueño de fundo si daba trabajo a la comunidad, contrataba gente para las faenas agrícolas, trabajo temporal, pero hoy eso no está ocurriendo. Entonces se puede decir que gracias a la movilización ha habido una devolución de tierras, sin embargo no se ha verificado si esa devolución ha conllevado una mejora de las condiciones de vida de las comunidades, ya que en muchos casos las familias reciben 10 hectáreas sobreexplotadas por el dueño anterior, a lo cual se debe agregar que no se cuenta con una política gubernamental de apoyo técnico. Ahora una pregunta que queda abierta es ¿qué posibilidades de desarrollo tiene la gente que recibió tierras? Y eso plantea no sólo la cuestión de las responsabilidades del Estado, sino también qué piensa hacer la comunidad con esas tierras, cómo pensar su propio desarrollo, cómo pensamos los mapuches en tanto pueblo nuestro desarrollo.
– A pesar de una real recuperación de identidad, de defensa de la lengua, etc., la sociedad mapuche sigue estando muy fragmentada, el movimiento mapuche muy dividido. ¿Se están recuperando lazos de cooperación y solidaridad o persiste esta atomización?
Yo tengo la impresión que la fragmentación todavía está presente.. Creo que mientras no haya un proyecto político común no van a existir posibilidades de un proceso mayor de unificación. Si incluso en relación a la lengua todavía no logramos llegar a un acuerdo respecto a qué alfabeto usar, es difícil que lleguemos a un acuerdo en los otros ámbitos, por ejemplo, en aquel que mencionaba del desarrollo económico. ¿Nos vamos a quedar viviendo en la economía de subsistencia que tenían nuestros abuelos o vamos a trabajar una propuesta económica para todo el territorio mapuche, que sea diversificada, que tenga respeto hacia el medioambiente, que sea sustentable? La gente necesita comer todos los días y a eso se debe dar respuesta. Por otro lado, existe un hecho real de crecimiento demográfico de nuestra población que está generando un doble esfuerzo de producción por parte de las comunidades, por tanto, un mayor cansancio de la tierra. Entonces, cómo podemos elevar los niveles de ingreso para que esa familia que vive en una comunidad rural pueda enviar a su hijo a estudiar y que el hijo se pueda mantener en la ciudad si así lo quiere, por ejemplo.
No creo que la tierra vaya a ser la salida única para nosotros como sociedad, más aún si consideramos el siguiente dato: el 70% de la población mapuche vive en las zonas urbanas. A mi me parece que si la sociedad mapuche se quiere pensar como nación, lo tiene que hacer considerando a los mapuches urbanos y que muchas veces viven en una situación mucho más extrema de precariedad social.
– ¿Existe una reflexión política, debates y respuestas respecto a este tipo de cuestiones de fondo?
Las preguntas están planteadas, pero hay un estancamiento en el debate, especialmente respecto de aquellas posturas que reniegan de otros conocimientos, que se repliegan en lo “propio”. Una minoría plantea volver al pasado, en una situación en la cual la sociedad mapuche vivía “feliz”, cuando no estaban los “winkas” [3] . Yo pienso que vamos a tener que aprender a vivir con los otros, creo que el proceso de construcción de la nación se va a tener que hacer de cara al otro: “decir aquí estamos pero también queremos que Uds. sean parte de este proceso de construcción, independientemente de que no sean mapuches, son bienvenidos en este territorio”. Pero querer construir un proyecto en contraposición a los otros que tenemos al lado, incluso con aquellos mapuches que por una u otra razón histórica perdieron su cultura, me parece que es transformar el futuro de la sociedad mapuche en un ghetto. En esta imagen esencialista, el mapuche es aquel que vive en una comunidad, en la naturaleza, pero ¿qué pasa con aquellos que viven en zonas urbanas, qué alternativas pensamos para ellos? Hoy en día no creo que a la sociedad mapuche se la pueda mirar de una sola forma, es una sociedad como cualquier otra que tiene una realidad urbana, otra rural y en esas dos condiciones hay situaciones de discriminación y que generan conflicto.
Si bien en el ámbito de lo que es imaginar una nación siempre la tierra es una de sus bases, el punto está en cómo salimos de esta noción única donde el concepto de nación está sólo en relación con la tierra y abarcamos todo lo que existe en un territorio, incluyendo sus ciudades. Por otro lado, tenemos que abrirnos al mundo, y en el plano económico diversificarnos, incluso plantear propuestas nuevas, como por ejemplo el ecoturismo, porque ya la tierra no nos está dando lo suficiente. Hace poco estuvimos en una comunidad de la cordillera que está sufriendo el impacto del cambio climático. Ellos ni siquiera lo entienden como cambio climático, pero si saben que desde hace 10 años han ido disminuyendo las nieves cordilleranas, cada vez hay menos agua y esto ha provocado que su sustento, que es el piñón, del cual se alimentan y con el cual hacen trueque o venden en el pueblo más cercano, sea cada vez más escaso. Eso nos plantea que debemos buscar otras formas de subsistencia, pero tampoco creo que la solución sea abandonar todos esos lugares, muy ricos en biodiversidad, pues ello conlleva a que los jóvenes salgan a buscar trabajo y sólo van quedando los viejos, produciéndose un quiebre generacional.
– Uds. desarrollan desde hace años un proyecto informativo llamado Azkintuwe, un periódico que existe en Internet y que existió y volverá a circular en formato papel. ¿Nos puedes contar en qué consiste este proyecto, su visión informativa?
Azkintuwe viene trabajando desde el 2003 y en el confluyen no solo comunicadores mapuches, sino también no mapuches. Para nosotros la comunicación no es parcializada, no es algo sólo para los mapuches, queremos hacer comunicación para todo el mundo. Sacar al mapuche de aquí y transformarlo en una noticia del mundo. Obviamente no ha sido fácil, nos ha costado, hemos tenido que aprender del tema comunicacional sobre la marcha. Nos falta mucho que recorrer, especialmente en el uso de nuestro idioma, la revitalización del mapuzugun, en la posibilidad de poder llegar con la edición impresa a todo nuestro Wallmapu, entre otros retos. Pero a pesar de las dificultades hoy tenemos una cobertura en Chile y Argentina, en todo el antiguo territorio mapuche, que va desde Chubut e islas Güaitecas en Chiloé por el sur, hasta Santiago y Buenos Aires por el norte.
Por otro lado, Azkintuwe es una ventana de comunicación entre las distintas organizaciones mapuches. Lamentablemente los niveles de comunicación internos en el movimiento mapuche son muy bajos e incluso a veces se cae en descalificaciones. Entonces nuestra línea editorial es que si estamos proponiendo que nuestra sociedad se comunique, debe hacerlo con propuestas, con debate y ello implica no dejar espacio para la descalificación. Ese era uno de nuestros desafíos y creo que lo hemos ido cumpliendo con el paso de los años, apostar por el pluralismo informativo y no ser correa de transmisión de una u otra organización o sector, hacer periodismo y no relaciones públicas, en definitiva. La apuesta, ahora, es transformar Azkintuwe en una puerta no sólo de las noticias de nuestra sociedad sino también de los fenómenos que está atravesando el mundo, como la crisis económica, las luchas de los pueblos, un sinnúmero de situaciones de las cuales los mapuches no podemos marginarnos.
Pero no para que nosotros como Azkintuwe reemplacemos a los actores sociales, sino como un puente para que nuestra gente pueda conocer diversos puntos de vista. No pretendemos decirle a la gente dónde tiene que ir, ni tampoco decir “esta es la propuesta que tenemos para la sociedad mapuche”, sino más bien generar un debate en el cual haya un proceso de maduración y que de esta forma la gente tome sus decisiones de manera informada. En ese sentido nuestra posición editorial es clara, no vamos a tomar las decisiones por los actores, vamos a visibilizar todas sus luchas y propuestas, pero tampoco es un ejercicio inocente, tiene una intencionalidad. ¿Cuál es la nuestra? decir a la gente: «Uds. viven en Wallmapu y en este territorio buscamos que puedan comunicarse, saber lo que piensan las mujeres, los jóvenes, los rurales, los urbanos, todos los actores del territorio».
Esperamos en el futuro diversificar nuestro formato, que esta información densa a ratos que colocamos a disposición de los lectores, la acerquemos al común de nuestra gente. Por ejemplo, que el medio sea de utilidad para aquellos que quieren saber el precio de los animales para venderlos en un mercado, para los que quieren exponer su proyecto de artesanía, para los que estén interesados en el acontecer deportivo local, etc. Queremos avanzar hacia ese tipo de comunicación, quizás no a través de Azkintuwe que tiene un formato y un estilo, pero tal vez pueda surgir otro medio más informativo de ese tipo de noticias. Entendemos que Azkintuwe en su formato llega a muchos dirigentes, intelectuales, académicos, estudiantes, universitarios, profesionales, ese es su público objetivo, pero queremos llegar también a aquellas personas que hoy no están participando de organizaciones, que no están al tanto de noticias de cosas que les están afectando.
Por lo tanto hacia allá va el desafío, y ojala que surjan nuevos medios de comunicación mapuche. En un pueblo que tiene 1 millón o tal vez 1 millón y medio de habitantes repartidos entre Chile y Argentina, el hecho que exista solo un periódico mapuche es una decepción, debiéramos tener cientos de periódicos de distinto tipo que reflejen los intereses de nuestra gente y las diferentes miradas sobre lo que somos como pueblo. Somos promotores de la comunicación y por ello intentamos llevar siempre Azkintuwe como un ejemplo a los jóvenes y la gente en general, para que también se atrevan a escribir y comunicar.
NOTAS
[1] Según el censo de 2002, 4,6 por ciento de la población chilena, casi 700.000 personas, pertenecen a diversas etnias amerindias, entre las que se destaca la mapuche, que constituye 87,3 por ciento de esas minorías. Los Mapuche viven actualmente en un territorio compartido entre Chile y Argentina.
[2] Corporación Nacional de Desarrollo Indígena.
[3] “winkas” significa “blanco” en Mapudungun.
[4] En castellano “Azkintuwe” quiere decir “Mirador”.