Homenaje a la cuenta RUT; La cuenta corriente de los pobres; La visa del proletariado

En este 2014 se cumplieron siete años de vigencia de la Cuenta RUT en territorio nacional, la tarjeta del BancoEstado disponible para todos los ciudadanos inscritos en el registro civil, y que permite recibir sueldos, depósitos, hacer giros en cajeros automáticos, transferencias electrónicas, comprar por redcompra, y hasta pagar la transantiago (la micro, en Chile)

Homenaje a la cuenta RUT; La cuenta corriente de los pobres; La visa del proletariado

Autor: CVN
CVN

En este 2014 se cumplieron siete años de vigencia de la Cuenta RUT en territorio nacional, la tarjeta del BancoEstado disponible para todos los ciudadanos inscritos en el registro civil, y que permite recibir sueldos, depósitos, hacer giros en cajeros automáticos, transferencias electrónicas, comprar por redcompra, y hasta pagar la transantiago (la micro, en Chile). Son siete años de democratización del dinero digital, otrora privilegio de burgueses y pequeños burgueses con acceso a cuenta corriente. A continuación, los principales rasgos sociales que ha generado el acceso de los pobres a cajeros automáticos y a poder preguntar donde se les pare la raja: ¿tiene redcompra?”

La principal concesión que la Cuenta RUT ha hecho al pueblo es que ahora cualquier hueón puede tener plata en una tarjeta. Como una campaña publicitaria lo dijera en tiempos de Piñera, con toda la insensibilidad popular concerniente: “No les importó que fuera pobre, no les importó que fuera peruano, no les importó que fuera gay, no les importó que fuera mapuche, no les importó que fuera de izquierda”. Cuenta RUT, contra los poderosos de esta puta sociedad. Una verdadera afrenta a la familia Walker. Es decir, en el lenguaje de la derecha, la pueden tener hasta los perros. No sería sorpresivo que el día de mañana, un hueón que sale de la cana y se sube a la micro a pedir una moneda solidaria porque no le dan trabajo debido a sus antecedentes, deje su Cuenta RUT para recibir donaciones. Y es que para contar con una Cuenta RUT no se exigen requisitos de renta, antecedentes comerciales ni penales. Comunitarismo total.

Con la Cuenta RUT, que tras recibirla debes cambiar su clave secreta (Homenaje a no saber cambiarla y pedirle ayuda al guardia de turno), pasó de moda el dinero en efectivo, el cash. Aunque los sueldos sigan siendo una mierda, por lo menos ahora la señora del aseo o el viejo conserje de cotona azul se paran de igual a igual con los ricos en la fila de un cajero, o en la de una tienda para pagar con redcompra, cumbre del dinero plástico. Más que un triunfo de la justicia, la Cuenta RUT es el triunfo de la democracia que propone el modelo económico de la extinta Concertación: inclusión a la ilusión del dinero ficticio, pero sin disminuir en ninguna centécima el coieficiente de Gini. Es sólo la satisfacción para espíritus formados con la idea de que la equidad significa poder hacer lo mismo que hacen los adinerados. No justa distribución del PIB.

Lo bonito y lo mágico es la acción de depositar ¡AL RUT! (gracias a Dios que pasó de moda decirle RUN). ¿DÓNDE TE DEPOSITO? DAME EL NUMERO TE CUENTA, TE PREGUNTAN. Y ahí vas, sacrificado contribuyente de la patria dictando número por número tu cédula, con ese bello guión hacia el final, delator ineludible de tu vulnerabilidad social. Ahora si tu RUN termina en K, considérate en la indigencia bancaria. Esa cifra, la que va después del guión, sólo es dicha por los más humildes, que no sabíamos hasta hoy que no es necesaria dictarla. Para los que sufren de ansiedad, los minutos después de dar tu RUT son fatales, preguntándote una y otra vez si no te equivocaste en algún número, error que haría que tu sueldo sea depositado en la tarjeta de otro ser humano.

En términos de relaciones sociales, de amistad, la Cuenta RUT puso de moda el “préstame, de ahí te deposito”, operación que generalmente se hace efectiva dos o tres meses después de la promesa, o lisa y llanamente JAMÁS. “Para la otra me pongo yo”, dicen los chantas, calculando completamente al ojo la deuda al momento de “la otra”. ¿Está la cuenta RUT poniendo en riesgo el sabio dicho popular “cuentas claras conservan la amistad”? ¿Cuenta RUT conserva la amistad?

Por otro lado ha asomado la tan chilena discriminación y el tan chileno chaqueteo. A la hora de darla, nadie la llama Cuenta RUT, por miedo a la burla. Suena feo, suena pobre. Uno prefiere decir, “pago con la redcompra”, o deposítame en “la tarjeta”. Cosa que tus amigos cuicos piensen que te refieres a la Visa o a la Master, para cuya posesión necesitas incrementar tu PIB per cápita en 125%. Es la raja cuando en alguna tienda del retail te preguntan: ¿BancoEstado?, y tú decís sí, conscientes de que ambos ya han descubierto que perteneces al proletariado. Es que la discriminación es terrible.

Caso aparte es la experiencia de ir a un restaurante. Si vas en grupo a sabiendas de tu escuálido saldo, haces toda una apuesta comunicacional. Los más sinvergüenzas se arriman a su amigo con visa señalando “págame tú, tengo que pasar al cajero”. Al retirarse del mcdonald (lugar recurrente de gente con Cuenta RUT), el aludido guía a su amigo, en busca de la micro, por las calles que eviten lo más posible una estación de metro u/o una farmacia o servicentro, lugares que sí o sí tendrán un cajero esperando delatar tu mentira: te quedan menos de dos lucas = no puedes girar. La deuda puede esperar.

Otras de las majestuosidades de la Cuenta RUT es su carácter flexible, sirviendo además de redbank y redcompra, de TARJETA BIP. CSM. Y es tanta la utilidad que si se te pierde, vas al serviestado más cercano (espacio pasao a raja siempre, por regla), haces la fila, que parece llevarte directo a la quiebra, y te la imprimen en menos de un minuto. De ahí, volando a la caja vecina a sentirte en el paraíso financiero.

Sin embargo, tiene una característica que también nos hace odiarla, u odiar la autonomía que le dio el Estado a su banco cuando pasó de llamarse Banco del Estado a BancoEstado, con el propósito de salir a competir comercialmente con los otros bancos. Porque ese proceso, liderado por Jaime Estévez, es el responsable directo de que la democratizadora Cuenta RUT te cobre tres gambas por cada giro, un verdadero robo, que a los más pobres lleva a calcular fríamente cuantas veces girar para no perder un kilo de arroz en el intento. Y a los más jóvenes, hace pedir a la mamá que le depositen 5300 en lugar de 5000 para poder retirar el dinero bendito. BancoEstado, desde aquí te exigimos: devuelve las tres gambas al pueblo chileno. Devuelve las tres gambas a los colaboradores y boleteadores de servicios varios, clientes preferenciales de la Cuenta RUT. Porque como dijo el visionario Salvador Allende el 11 de SETIEMBRE de 1973: Viva Chile, Viva el Pueblo, Vivan los Boleteadores.

Porque en último caso, los 8 mil millones de dólares que BancoEstado gana al mes por el cobro de una gamba para ver el saldo y de tres para sacar billetitos que el pueblo cuida como tesoro, no es más que una arista de la transformación de las instituciones que antes fomentaron el desarrollo de los ciudadanos de la República, en casas comerciales. Así como el BancoEstado usufructúa de la sana duda de un trabajador por saber cuánta plata le queda, y si le alcanza para invitar a la polola al Dominó y no quedar en vergüenza a la hora de pagar; TVN televisa sin cansarse teleseries de cuicos sicópatas para pelear de tú a tú con Mega, propiedad de Falabella, y Canal 13, propiedad de Luksic. Así es también como la Universidad de Chile tiene que vender servicios para poder batallar contra la Universidad del Desarrollo, propiedad de la UDI, y la Universidad Católica, propiedad de Francisco Primero. En el cobro de esa gamba por ver el saldo y esas tres por girar, se luce a todo esplendor la característica más gráfica de la democracia del Chile actual, que se olvidó de su rol social para convertirlo todo en ganancia que permita competir. Competir, el acabóse de nuestra dignidad que hoy exigimos reponer. Porque el pueblo no es un negocio, ni menos una sociedad anónima: tenemos nombre y apellido (Y RUT <3)

Por Richard Sandoval
Artículo publicado originalmente en el blog No es na la feria


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