Las conclusiones del último informe del IPCC (organismo de la ONU) aseguran que el cambio climático ya está aquí. Concluye que sólo un escenario agresivo de disminución de las emisiones de GEI (Gases de Efecto Invernadero) podría llegar a limitar el aumento de la temperatura en 2ºC a nivel planetario. Los fracasos de las cumbres por el clima que se han celebrado en los últimos años y que no han conseguido llegar a ningún tipo de acuerdo vinculante en la reducción de GEIs son una muestra de la incapacidad del capitalismo global para afrontar una crisis ecológica que es fruto del propio desarrollo del capitalismo.
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Los defensores del capitalismo verde argumentan que de hecho muchas de las medidas que hay que emprender para un desarrollo sostenible no cuestan dinero, al contrario, ahorran. Por ejemplo, si una cadena de supermercados mejora su sistema de transporte de mercancías puede disminuir las emisiones de GEI a la vez que consigue un ahorro económico. El problema sin embargo no es si esto es posible o no, sino qué se hace de los materiales y energía que han ahorrado. ¿La empresa de supermercados hará una donación a un gobierno o a una entidad ecologista para impulsar mejoras en el medio ambiente? ¿O preferirá invertir el ahorro para abrir nuevos supermercados (aumentando así el gasto de materiales y residuos)? La lógica de la competitividad y la propiedad privada de los medios de producción son los factores clave que imposibilitan el desarrollo de un capitalismo que sea sostenible ambientalmente.
En vez de intentar pensar en medidas imposibles de aplicar para hacer un capitalismo verde lo que hace falta es que pensemos cómo podemos recuperar el control de la relación entre la humanidad y la naturaleza sobre la que se sustenta, una relación que hoy está secuestrada por los consejos de adminsitración de las grandes empresas que deciden qué hacen con la riqueza que hemos generado colectivamente. Se trata de pensar un desarrollo que ha de basarse en el reconocimiento de los límites naturales del crecimiento, atendiendo a los ritmos de recuperación de los ecosistemas de los que depende la economía y toda la humanidad. Y para hacer esto necesitamos una economía global planificada de forma democrática que responda a los intereses de la mayoría.
Por Guillem Boix
Fuente: Periódico en Lucha