Hasta el momento hemos fracasado. Todos quiénes, después del «Pingüinazo» del 2006, con la esperanza de detener el deterioro de la educación pública, concurrimos al llamado de la Presidenta de la República a conformar el Consejo Asesor Presidencial para la Calidad de la Educación. Empezando por ella misma, que inauguró sus deliberaciones solicitando precisamente eso.
No se trata que los «pingüinos» se movilizaron por las puras peras. De ninguna manera. Muy por el contrario, es posible que desde los tiempos de la reforma universitaria de fines de los años 1960 no haya existido un movimiento estudiantil tan influyente.
Puso la crisis de la educación en el medio del debate nacional. Hasta entonces nadie hablaba de ella. Más bien, todos opinaban que el sector avanzaba sin problemas mayores e incluso se exportaba el modelo.
Cambió la agenda del gobierno, ubicando la educación en el centro. Hasta ese momento a lo más se proponía mejorar la educación pre escolar. Se suponía que el resto estaba tiki-taca.
El movimiento logró un incremento espectacular del presupuesto educacional, volviendo a las tasas cercanas al 10 por ciento anual que se experimentaron en los años 1990 y que se habían estancado en tiempos de Lagos-Eyzaguirre.
Cabe señalar que a lo largo de todos estos años sólo se ha intentado recuperar el gasto desde los infames niveles a los cuales la dictadura lo había reducido. A pesar de todos los esfuerzos realizados, todavía el Estado gasta proporcionalmente en este rubro la mitad que antes del golpe: hoy el presupuesto educacional no alcanza al 3,5 por ciento del PIB, mientras en 1972 sobrepasó un 7 por ciento del mismo.
Asimismo, la matrícula actual en los colegios públicos y privados alcanza hoy al 21,4 por ciento de la población del país, mientras que en 1974 alcanzaba al 28,4 por ciento de la misma.
Agregando en ambos años la educación terciaria – que entonces alcanzaba a 143.000 alumnos y ahora se acerca a 800.000 -, entonces había más de un 30 por ciento de la población matriculada en el sistema educacional en todos sus niveles, mientras ahora apenas se supera el 26 por ciento.
Es decir, el aumento de la cobertura educacional se ha logrado exclusivamente en virtud de la disminución de la proporción de niños y jóvenes en la población, no por incremento de las matrículas.
Adicionalmente, en 1974 el 93 por ciento de la matrícula asistía a colegios públicos gratuitos, proporción que hoy se ha reducido a 43 por ciento. En el caso de la educación terciaria, en 1974 ésta era pública y gratuita en más de un 80 por ciento, situación que ahora es exactamente al revés. El gasto de las familias representa hoy más de la mitad del total y más del 80 por ciento en el nivel terciario, lo que no ocurre en ningún otro país del mundo. En los países de la OCDE, por ejemplo, más el 90 por ciento de los alumnos estudia en establecimientos públicos gratuitos en todos los niveles educacionales.
Sin embargo, a pesar de los importantísimos logros del movimiento de los «pingüinos,» hemos fracasado en el objetivo primordial: el desmantelamiento de los colegios públicos no se ha detenido. Al contrario, se ha acelerado en el curso del gobierno de la Presidenta Bachelet.
El Mercurio se siente satisfecho. El 24 de agosto del 2009 titulaba «Liceos municipales han perdido 326.000 alumnos en siete años».
Desde 1974 han perdido 1.144.577 alumnos, que representan más de un 42 por ciento del total que tenían entonces. Es decir, han reducido los colegios públicos casi a la mitad mientras la población ha crecido en más de un 60 por ciento.
Los más se perdieron durante la dictadura. Sin embargo, tras una recuperación parcial entre 1990 y el 2002, desde entonces continuaron disminuyendo hasta hoy.
Todos los que han perdido los colegios municipales se han ido a los particulares subvencionados, que han aumentado su matrícula en 355.000 alumnos entre el 2002 y 2008. Incluso absorbieron alumnos desde los colegios particulares sin subvención, los que a su vez perdieron 53.000 alumnos en el mismo período.
Lo peor es que el desmantelamiento se ha acelerado. Mientras el 2003 perdieron 32.000 alumnos, según El Mercurio, el 2007 y el 2008, perdieron 72.000 y 77.000 alumnos respectivamente.
Continuando con su campaña de desprestigio de los colegios municipales, El Mercurio del 5 de septiembre titula: «Gasto en educación pública sube, pero caen resultados PSU.» Señala que entre el 2004 y el 2008, el gasto en las escuelas públicas aumentó en más de 413 mil millones de pesos pero sus alumnos con más de 450 puntos en la PSU cayeron de 38 a 37 por ciento.
El diario no dice que las cifras son en pesos nominales, es decir, no consideran la inflación del período. Expresadas en pesos del 2008, el alza equivale a un incremento de apenas un 5 por ciento anual, como se muestra en el cuadro que sigue.
Puesto que el gasto público en educación en ese período aumentó a una tasa de casi el doble, lo único que ello comprueba es que la mayor parte del incremento se lo llevaron los colegios particulares subvencionados.
En efecto, el propio Mercurio del 24 de agosto, antes citado, reconoce que «Los municipios han dejado de recibir más de $133.878 millones por menores subsidios del Ministerio de Educación, pero los costos se han mantenido igual o han subido».
«Otro fenómeno es que la capacidad de las escuelas y el personal están subutilizados, porque algunos funcionan hasta el 50% de su capacidad. Así ocurre en las escuelas de Santiago, Fernando Alessandri y México, con capacidad para 700 alumnos y estudian 400, y en el Liceo Isaura Dinator de Guzmán se matricularon 500 y hay cupo para mil».
Esto no da para más. Tenemos que arreglarlo ¡Ya!
Manuel Riesco
Economista CENDA