Daniel Sorine decribe que en los años 70 “no podía costearme un estudio o viajes aventureros a través del globo en búsqueda de la imagen perfecta”, de modo que se fue a las calles de Nueva York a buscar sus imágenes. Los fines de semana consideraba que Central Park era “un paraíso para fotógrafos gracias a una cantidad ilimitada de artistas en vivo”, según le contó al sitio PetaPixel.
Un día en 1974 descubrió a dos mimos con “una cantidad inusual de intensidad, personalidad y fluidez física”, que le permitieron “invitarlos a su cámara”. No fue sino hace un par de años que sacó las fotos y los negativos cuando se fijó que uno de los mimos era el futuro ganador del Oscar.
Sin saberlo, “había capturado un maravilloso de la historia”.