Pulsar un interruptor y que se encienda la luz de casa es para nosotros un gesto tan cotidiano que apenas reparamos en él salvo cuando se nos funde una bombilla o se va la luz. En esos casos, no son pocos los que se quedan mirando confusos al interruptor, o los que lo pulsan frustradamente varias veces, como queriendo comprobar que no hay una chispa por ahí perdida que todavía pueda salvar la situación.
Según la Agencia Internacional de la Energía, para 1.400 millones de personas en todo el mundo, esta situación no ocurrirá nunca. Es el número de habitantes de la Tierra que no tiene acceso a la corriente eléctrica. Se trata de un problema más grave que no tener luz: sin neveras los alimentos perecen antes, lo que aumenta su precio; sin bombas de agua el suministro es más escaso; sin ordenadores ni smartphones estás fuera de internet y el mundo avanza dejándote atrás.
Por eso llevar la electricidad a todos los rincones del planeta es llevar la base sobre la que sostener el progreso. Sin embargo, existen barreras que lo impiden: geográficas, tecnológicas y sobre todo económicas.
Materiales de bajo coste y acceso a un río
Andreas Zeiselmair es un estudiante de ingeniería alemán que pudo comprobar por sí mismo esta situación trabajando en proyectos energéticos tanto en Camerún como en las selvas tropicales de Ecuador. Con sus conocimientos en temas de energías renovables y diseño medioambiental, dio con una forma de resolver, o al menos paliar, el problema. Y todo lo que hace falta son unos cuantos materiales de bajo coste, y un río.
El movimiento de agua lleva utilizándose como fuente de energía desde hace siglos, desde los tradicionales molinos de agua hasta las modernas centrales hidroeléctricas. Se trata de un recurso barato y generalmente abundante, ya que las poblaciones han buscado las orillas de los ríos para asentarse desde tiempos prehistóricos.
De forma que la fuente ya estaba ahí, solo hacía falta encontrar la forma de aprovecharla. Zeilselmair fundó una pequeña empresa con dos compañeros (Markus Heisendorff, artista multidisciplinar interesado en encontrar formas de incorporar la naturaleza a sus diseños, y Christoph Rapp, ingeniero civil especializado en hidromecánica) y diseñaron Rotor un generador hidroeléctrico barato, sencillo y móvil. Su objetivo era poner en manos de quien lo necesita la tecnología necesaria para aprovechar el potencial de su entorno.
Cuando está en funcionamiento, el generador no parece mucho más que un neumático flotando en el río. Pero debajo se encuentra una turbina que, sumergida en el agua, gira con la fuerza de la corriente. La energía rotacional se transfiere a una serie de dinamos de bicicleta que la transforman en electricidad. El neumático mantiene el dispositivo a flote, y una serie de cuerdas lo sujetan a la orilla para no perderlo río abajo.
Respetuoso con el medio ambiente y fácil de construir
“Todos los materiales son adaptables, y por tanto están disponibles en prácticamente cualquier lugar del mundo por muy poco dinero”, explican los autores en la presentación de su proyecto. Los planos de su diseño fueron cambiando y mejorando tras las primeras fases de prueba hasta llegar al prototipo definitivo, que construyeron en colaboración con la Universidad Técnica de Munich.
Según los resultados publicados, este prototipo no solo funciona sino que, con las medidas que han utilizado, y en una corriente de agua que fluya a 1,5 metros por segundo, pueden obtener una potencia de 150 vatios. Ahora están buscando vías para fabricarlo manteniéndolo un producto asequible para la gente que lo necesita, además de liberarlo en la red para quien quiera fabricarlo por su parte.
“Rotor es una solución energética barata, robusta y fácil de mantener con el objetivo básico de proveer de energía a lugares que no pueden acceder a una red eléctrica estable”, explican los autores, que añaden entre sus ventajas que es respetuoso con el medioambiente, así como altamente eficiente en lo que se refiere al beneficio en comparación con el tiempo y la energía invertida en construirlo.
Para muchos de nosotros, este invento no viene a ofrecernos nada nuevo, pero para muchas pequeñas comunidades en lugares remotos puede ser la diferencia que marque el comienzo del camino hacia el progreso. Por eso Zeiselmair y sus compañeros lo han presentado al prestigioso concurso de diseño James Dyson Award, que busca cada año las mejores soluciones tecnológicas para cambiar el mundo.
Vea acá el video sobre su montaje y funcionamiento